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Columna
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

España ya aporta mucho más a la OTAN

El país no es un problema para la Alianza, como dice Trump. Al contrario, contribuye con un ejército de calidad y una situación geoestratégica clave

Donald Trump (izquierda) y Pedro Sánchez (derecha), en la foto de familia de la Cumbre de la OTAN en La Haya (Países Bajos) el 25 de junio.
Xavier Vidal-Folch

Dijo el orate: la OTAN “tendrá que lidiar con España porque paga poco”. Y luego añadió: “España es un problema, la OTAN está teniendo un problema con ellos”. Y remachó el clavo, hace nueve días: España “es el único [socio] que se niega a pagar, vamos a hacer que pague el doble… van a pagar a través del comercio”.

Y como los aires del líder avientan concursos de méritos ultras, el general retirado Robert Greenway, exsenador y directivo de la Fundación Heritage, propone desalojar las bases americanas en España y trasladarlas a Marruecos. Ja.

Por partes: España no es un problema para la Alianza Atlántica, lo será Donald Trump, que amenaza a sus socios Canadá y Dinamarca. Tampoco paga “poco” en defensa. En cifras absolutas y no en discutibles porcentajes, España dedicó en 2024 a gasto militar 17.707 millones de dólares, por 944 millones Estonia, la campeona europea en porcentaje: la multiplica por 18,7 veces. Y sostiene a 130.780 soldados, por 4.500 el país báltico: 29 veces más. Poca broma.

Este país dedica 3.000 uniformados a una docena larga de misiones internacionales de mantenimiento de la paz (UE, ONU y OTAN). En lugares complicados como Líbano, el Índico, Somalia… Y en el frente oriental de la OTAN: Letonia, Eslovaquia, Rumania. No es un país “muy injusto para el resto de los socios”, como cizañeó el orate. Algunas de sus operaciones, como la participación en la KFOR para Kosovo, han sido de eficacia legendaria, como puede atestiguar este columnista, que la presenció directamente en la región de Peia, en 1999.

Así que cobra relevancia un criterio cualitativo: la calidad de cada ejército. El obsequioso mayordomo de Trump y secretario general de la Alianza, el holandés Mark Rutte, quizá se acuerde del 11 de julio de 1995. Memorice. Fue el día de la ominosa pasividad de los cascos azules de Países Bajos (y de ese país) en la ciudad de Srebrenica, que permitieron el asesinato de 8.000 ciudadanos bosnios por las tropas serbias, un “genocidio” según dictaminó el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia. Lecciones, las justas.

Otra aportación superior a la de la mayoría de los socios es la posición geográfica española, clave para el Mediterráneo, Norte de África y Oriente Próximo. Y las bases militares de Rota (marítima) y Morón (aérea) que cede en uso a las Fuerzas Armadas de EE UU: han sido de singular utilidad logística, táctica, informativa, operativa y de repuesto en guerras como las de Afganistán e Irak. Solo en Alemania, Italia y Bélgica, Washington dispone de más instalaciones, pero algunas son mucho menos útiles.

El convenio bilateral España-EE UU para la defensa (y la gestión de las bases) se renueva anualmente. O sea, puede rescindirse (artículo 69). Si el gran aliado traiciona comercialmente, o de otra forma, a lo mejor la esotérica idea de Greenway acabe resultando sugestiva. Pero para los españoles.

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