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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Abascal desbanca a Feijóo

El tablero electoral apenas se mueve desde 2023; Sánchez y el líder ultra son los favoritos de los españoles para gobernar el país

Feijóo y Abascal, en septiembre pasado en el patio del Congreso.
El País

Medidos en titulares estruendosos y en alto voltaje acusatorio por parte de la oposición, los dos años transcurridos desde que Pedro Sánchez convocó por sorpresa elecciones generales para julio de 2023 han sido los más crispados de las últimas décadas; medidos en acontecimientos políticos o de impacto el resumen también es importante: ley de amnistía, primer Gobierno no independentista en Cataluña desde el procés, gobiernos del PP con la extrema derecha, primer caso de presunta corrupción de un ministro socialista, un fiscal general del Estado encausado, un apagón total y una grave crisis de vivienda, por citar lo más obvio, además de la excelente marcha de la economía y en medio de un trascendental vuelco internacional con dos guerras que han trazado en el suelo la línea de la decencia internacional. Sin embargo, la foto fija de preferencias políticas en España es obstinadamente parecida a la de aquel mes de julio, según muestra mes a mes el barómetro de 40dB., cuya entrega de junio publica este lunes este periódico. La sociedad española no parece tan permeable al tóxico ambiente político como muchos suponen. PP y PSOE permanecen a una distancia de tres puntos con ligeras variaciones mes a mes.

Dos años después y en medio de un vendaval político cotidiano, la intención de voto para el PSOE aguanta pese al desgaste del Gobierno. No crece, pero su caída se cifra en menos de dos puntos. Aguantar no es una buena aspiración para un partido de gobierno, pero es que su alternativa no despega. El PP sigue el primero en intención de voto, pero sin alejarse de los socialistas ni ampliar su base social y sin recoger frutos de una escalada verbal que empieza a agotar el catálogo del apocalipsis. Eso explica buena parte de la tensión con la que el partido vive los días previos al congreso en el que debe renovar su plataforma política y ratificar a Alberto Núñez Feijóo como líder.

Quien sí recoge frutos es la ultraderecha de Vox, que se mantiene como tercera fuerza política de España, sigue creciendo y confirma que no es una escisión coyuntural del PP, sino algo que amenaza con cambiar la naturaleza de la derecha española. En la izquierda, la división entre Sumar y Podemos hunde a ambos, que ya no tienen garantizada la representación parlamentaria.

El barómetro de la SER y EL PAÍS pregunta este mes también por las características de los líderes hoy y por las preferencias para gobernar el país. Pedro Sánchez es el primero, siendo el preferido para el 24,6%. La diferencia es grande, más de siete puntos sobre el segundo. Lo sorprendente es que el segundo no es Feijóo, sino Santiago Abascal. Es decir, el candidato del partido más votado queda tercero cuando se pregunta quién sería “mejor presidente”, a ocho puntos de Sánchez y a cinco décimas de Abascal. Feijóo tiene menos apoyo entre los votantes del PP (70%) que el líder ultra entre los de Vox (83%). Pedro Sánchez queda el primero cuando se pregunta qué líder tiene mayor visión estratégica y capacidad de gestión de crisis e imprevistos. Tiene sentido: le ha tocado gestionar más de las que seguramente le hubiera gustado. Abascal encabeza la relación cuando se pregunta por la cualidad de “decir lo que la gente de la calle piensa”. Son los dos con más apoyo entre los suyos.

Le corresponde al PP la reflexión sobre las razones para esta debilidad y su relación con la incapacidad para despegar en las encuestas. El candidato que llegó con experiencia de gobierno en Galicia y supuestas formas moderadas genera menos confianza que un exaltado como Abascal, cuyo partido ha protagonizado además polémicas vergonzantes allí donde ha tocado poder gracias al PP. Feijóo se ve superado por Abascal en autenticidad. No es una buena noticia que una mayoría de la derecha considere que el discurso regresivo y atrabiliario de Vox es el que más se corresponde con la realidad. Quizá el PP debería preguntarse cuánto está ayudando y cuánto le está reportando.

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