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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Más populismo en el Reino Unido

La conquista de un centenar de concejales da por primera vez acceso directo al poder al partido de Nigel Farage

Nigel Farage celebraba su victoria en Runcorn en el estadio Halton de Widnes, el pasado viernes.
El País

A los episodios de inestabilidad política vividos en Europa esta semana con la doble votación parlamentaria para elegir canciller en Alemania y la victoria de la ultraderecha en la primera vuelta de los comicios presidenciales en Rumania se les sumó días antes el resultado electoral en Reino Unido. La mezcla de populismo de derechas y de nacionalismo inglés que representa Reform UK, el partido de Nigel Farage, agitó la semana pasada el escenario político británico por encima de las previsiones más lúgubres. La formación obtuvo más del 30% de los votos en las elecciones que se celebraban en parte de Inglaterra. Dobló en apoyos al Partido Conservador y logró seis veces más respaldo que el Laborista. No solo conquistó por primera vez una alcaldía, la de Lincolnshire, sino que se hizo con media docena de los consejos locales en disputa y arrebató a la izquierda el diputado que estaba en juego en la elección parcial de Runcorn, un feudo que hasta ahora retenía el Laborismo con solidez.

No es la primera vez que el político que ha construido su imagen en torno al antieuropeísmo y al Brexit da la campanada en unos comicios con alguna de las múltiples plataformas que ha puesto en marcha, pero las ocasiones anteriores habían resultado más fuego de artificio que cambio estructural. La victoria de UKIP en las Elecciones al Parlamento Europeo de 2014 fue el preludio del cataclismo político que supuso posteriormente la salida del Reino Unido de la UE. Y los cuatro diputados que obtuvo Reform UK en las elecciones de julio del año pasado —la primera ocasión en la que las huestes de Farage lograban romper el bipartidismo y entrar en la Cámara de los Comunes— han resultado hasta ahora irrelevantes en un Parlamento al que el sistema electoral mayoritario otorgaba una sólida estabilidad y un “turnismo” sin sobresaltos entre conservadores y laboristas.

Resulta paradójico que uno de los países europeos pionero en abrir las puertas al populismo reaccionario, a lo largo de una década de debate en torno al Brexit, se creyera inmune, gracias a su modelo bipartidista, frente a un fenómeno que afecta a todo el continente. Las elecciones locales de la semana pasada han cambiado esa percepción y la conquista de centenares de concejales otorga al partido de Farage acceso directo al poder y a la gestión.

El Partido Conservador es consciente de que afronta un desafío existencial, y ya ha comenzado a surgir un debate interno sobre el futuro de su líder, Kemi Badenoch, que apenas lleva 10 meses al frente, o sobre la conveniencia de unir fuerzas con Reform UK. Tampoco son buenas noticias para el primer ministro, Keir Starmer. Gran parte de los votos logrados por Farage proceden de un electorado tradicionalmente de izquierdas, seducido en su día por el Brexit y por Boris Johnson y que solo con desgana regresó el año pasado al redil y respaldó al Partido Laborista. La sensación de ser los abandonados de un país en declive, y su querencia por el discurso anti-inmigración y anti-woke de Reform UK, pueden llevar a Starmer a la conclusión equivocada de que necesita endurecer sus políticas y hacerlas aún más conservadoras.

La izquierda británica necesita desesperadamente construir un relato que dé sentido a su permanencia en el poder, y conseguir cuanto antes el crecimiento económico que prometió cuando eran oposición y que no consigue materializarse. La amenaza de que Starmer no sobreviva más allá de un mandato es hoy más real que nunca. La idea de que Nigel Farage pueda un día ser primer ministro del Reino Unido ha dejado de ser una fantasía.

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