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Morena
Columna
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La etapa superior del obradorismo

El viaje en jet privado de Noroña es una consecuencia lógica de los instintos del obradorismo. Recurrió a ese medio porque lo racional en la cumbre morenista es no tener temor de la ley, ni saberse en riesgo por el desprestigio

Salvador Camarena

La política entró en un callejón sin salida. Morena incubó el huevo de la serpiente que amenaza con devorar la vida pública. No hay oxígeno para la competencia electoral cuando la misión de la mayoría se sobrepone a todo principio en el afán de anular a los adversarios.

El más reciente escándalo, por desgracia no el más grave, de Gerardo Fernández Noroña es otra alerta que no será atendida. La forma en que el senador gastó dinero en vuelos en avión privado a Coahuila reúne los componentes de todo lo que está mal en el país hoy.

No es el tema lo hipócrita que ya resulta el discurso de austeridad. Mucho menos el desparpajo con que esos que antes criticaban los excesos ahora se solazan en ellos. El fondo es que Noroña, lejos de ser reprendido, será emulado; lejos de ser excepción, será prototipo.

Si Noroña incurre en un gasto inexplicable en la ley o el decoro es porque en Morena lo único que se castiga es no hacer todo lo posible para desbancar a los opositores. Lo demás, es lo de menos. El movimiento probó las mieles del poder y descubrió la glotonería.

La corrección de rumbo que podría conjurar los riesgos no está contemplada en la hoja de ruta de Morena. Cumplir con la ley, para empezar las respectivas a lo electoral, es un accesorio que no viaja en el equipaje de quienes se creen destinados a parir una nueva era.

No son tiempos electorales, la función legislativa no motivaba la gira del senador Noroña en Coahuila; y si acaso fue una actividad pública legítima, los fondos del erario para sufragarla tendrían mejor uso en cosas prioritarias de la población; de haber sido privados, peor el caso.

Morena y sus contorsionistas darán giros para minimizar el viaje en avión privado de uno de sus más polémicos integrantes. Será una batalla para el futuro; un paso, más que en la profanación del ideario que prometía una política distinta, en abono de un cínico pragmatismo.

El senador es la vanguardia de la etapa superior del obradorismo. Insigne representante del “todo vale” que campechanamente se arrellana en cada espacio de poder al que se asoman los de Morena. Noroña vuela en jet, y los demás querrán ser, o ya son, de ese set.

Hasta Palacio Nacional se escucha la partitura de lágrimas de cocodrilo con la que algunos en Morena pretenden simular extrañeza o desaprobación a Noroña. Éste se sabe envidiado por atreverse a lo que otros no: al descaro de “sí, y háganle como quieran”.

Porque el obradorismo ha decidido que vale más avanzar en su monopolio de la vida pública a cualquier otra consideración. Ese es el núcleo del problema que amenaza con regresar a México medio siglo atrás, a los tiempos del prepotente Revolucionario Institucional.

De seguir así las cosas, la presidenta Sheinbaum ocupará buena parte de sus restantes cinco años en el cargo en consecuentar desmanes y excesos de sus correligionarios. Su probidad personal como tapadera de las ambiciones, e incluso delitos, de tanto aferrado al erario.

Encima, el régimen pretende una reforma electoral donde menos espacios estarán en disputa, con lo que premia y apremia a los que ya están en posiciones de poder. Qué paradoja, el expresidente hablaba de gobierno ensimismado, ahora se fragua el movimiento ídem.

El antídoto es la democracia, para empezar la democracia electoral; que la competencia en las urnas no regrese a su fase de simulación, que no vuelva a su condición de fachada. Pero, precisamente, si Noroña viaja en jet es porque el régimen abjura de elecciones parejas.

Si existe posibilidad de que cualquiera gane se puede anticipar una eventual rendición de cuentas. El problema es que el grupo que ya se agenció los tres poderes de la Unión ha incurrido en conductas que les harían imputables. La fuga hacia adelante es lo único que imaginan.

Descontar que el hartazgo ciudadano terminará por echarlos del Gobierno es una ilusión. No porque la sociedad sea incapaz de un nuevo despertar, cosa que está más que probada. Es que las y los obradoristas militan en una resistencia proactiva a tal posibilidad.

El país atestigua el impúdico festín de una nueva elite. A los obradoristas, de apellido o de ideología, les surgen ranchos, ganado, obras de Kusama, armarios rebosantes de prendas que antes criticaban a Elba Esther, herencias, millonarias consultorías y fondos para rentar jets.

México otra vez reducido a un botín. La trillada serie de la corrupción nacional estrena temporada. El guinda le viene de perlas hoy a la siguiente generación de saqueadores. A la vernácula caterva de pillastres de las décadas pasadas le salió competencia.

El viaje en jet privado de Noroña es una consecuencia lógica de los instintos del obradorismo. Recurrió a ese modo de transporte porque lo racional en la cumbre morenista es no tener temor de la ley, ni saberse en riesgo por el desprestigio.

De Cuauhtémoc Blanco y de Adán Augusto López, tan disímbolos y tan iguales, el morenismo aprendió que el no estás solo es una cobija impermeable a denuncias de todo tipo, que la responsabilidad política es una entelequia si ellos ocupan el poder, que dimitir ni muertos.

La esencia del obradorismo es intentar todo para cancelar la posibilidad de que otros ganen puestos de elección popular. Eso significa no hacer ascos a dinero criminal, burlar topes o límites legales, financiar desde el sistema fraudes con acordeón y acosar a opositores, activistas y prensa.

La compañera Claudia Sheinbaum, como le dice Noroña, puede no estar de acuerdo en los gastos suntuosos del controvertido senador. Sin duda ella preferiría que no existieran. Empero, todo indica que puesta a elegir, prefiere a un obradorista así, que a un opositor probo.

La presidenta, en cambio, vería que su obligación primaria es que nadie esté por encima de la ley y por tanto movería los engranes para que la renta de esa aeronave sea investigada y quien sea encontrado en falta, sancionado.

Tolerar actos como los de Noroña (y antes otros de Adán Augusto, de Cuauhtémoc Blanco, de Alejandro Armenta, y el etcétera que aquí viene perfecto) terminará por corroer no solo los cimientos de Morena, sino del país entero.

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Sobre la firma

Salvador Camarena
Periodista y analista político. Ha sido editor, corresponsal y director de periodistas de investigación. Conduce programas de radio y es guionista de podcasts. Columnista hace más de quince años en EL PAÍS y en medios mexicanos.
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