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La batalla por las calles de Ciudad de México: el Gobierno endurece las medidas contra los franeleros

El Congreso de la Ciudad de México aprueba multas y arrestos para quienes ocupen la vía pública, pero detrás de la franela hay historias de precariedad y falta de empleo formal

Humberto, cuida y lava autos en la colonia Doctores, en Ciudad de México.
Verónica M. Garrido

Los chilangos están acostumbrados al silbido de los franeleros para dar paso, como a la música de los organilleros, la grabación de los tamales y otros empleos que han crecido junto con la ciudad. Para algunos, son trabajadores sin otra alternativa; para otros, son delincuentes que abusan del espacio público. Los también llamados viene viene de la Ciudad de México surgieron hace más de 50 años como una respuesta a la falta de empleo y la necesidad de los automovilistas ante la escasez de estacionamientos en la capital. Con el tiempo, algunos se han sumergido en dinámicas delictivas como extorsiones y agresiones, despertando rechazo hacia ellos. En un nuevo esfuerzo para regular su presencia y atender las denuncias vecinales, que van en aumento, el Gobierno capitalino endureció las sanciones para frenar los “abusos” de este sector. El problema, sin embargo, es más complejo, pues operan entre la falta de control y de oportunidades.

Las opiniones hacia los viene viene son variadas. Rafael, de 43 años, trabajaba en una zona de oficinas donde no había estacionamiento. Confiaba la llave de su auto a los franeleros para que lo estacionaran y cuidaran. Ahora trabaja como chófer en aplicaciones de transporte y dice que tiene “opiniones encontradas” hacia ellos. Les ha pagado y su coche ha terminado golpeado. Cuando no les ha querido pagar, han sido agresivos. “Uno entiende que es gente sin chamba, pero es muy complicado. Uno no tiene que mantenerlos, pero todos sabemos lo difícil que es conseguir trabajo”, se resigna.

Con 53 votos a favor, el Congreso de la Ciudad de México aprobó la semana pasada una reforma a la Ley de Cultura Cívica que contempla sanciones que van desde multas a arrestos de hasta 36 horas para quienes ocupen la vía pública, exigiendo un pago por cuidar, lavar o estacionar un automóvil. La normativa también aplicará para los vecinos que aparten lugares colocando objetos en las calles. Impulsada por la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, la iniciativa pretende regular una práctica tan común como polémica en la capital. “Ni las calles principales, ni las secundarias, ni las banquetas están hechas para el control privado de quienes se ostentan como cuidadores o que apartan lugares para estacionar los autos, y mucho menos para cometer otros delitos vinculados a esta actividad”, advirtió Brugada al anunciar la medida. Pedro Haces Lago, diputado de Morena, ha dicho que se van a crear alternativas junto a la Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo (STyFE) para ofrecer “empleos dignos” a los franeleros.

Raúl, franelero con 40 años de antigüedad, en Ciudad de México, el 22 de agosto de 2025.

Los números, sin embargo, reflejan que es una tarea difícil de realizar. Según los datos de la STyFE, hay 1.936 personas dedicadas a esta labor, mientras que en la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) hay información de 6.631 arrestos en los últimos dos años, lo que sugiere un subregistro considerable. Casi nadie sabe de dónde vienen, cuánto ganan, cuántos son o si están o no organizados. Por eso mismo, ofrecerles empleo parece una tarea imposible y las autoridades no han especificado la estrategia para ello.

El 40% de los viene viene opera en la alcaldía Cuauhtémoc, seguido de Benito Juárez, Azcapotzalco, Coyoacán y Álvaro Obregón, especialmente en las colonias más transitadas y adineradas. Trabajan igual en cualquier sitio: agitan su característica franela roja, silban para dar instrucciones, ofrecen limpiar el coche y, a cambio, piden una propina voluntaria. Algunos aceptan un no con resignación, otros exigen cuotas de 150 pesos —hasta 800 pesos afuera de conciertos o eventos masivos— e intimidan al conductor. En casos extremos, terminan en agresiones o daños a los autos de las personas que se negaron a pagar. No es ningún secreto que también pueden estar envueltos en actividades ilícitas. Algunos incluso son controlados por grupos delictivos más grandes que los utilizan como ojos y manos para el cobro de piso o el narcomenudeo. En los últimos cinco años, las denuncias contra franeleros han aumentado un 80%, informó el morenista Haces.

Ali Ruíz, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, critica la respuesta punitiva del Gobierno, pues considera que no atiende las causas de fondo. “No todo se puede resolver con cárcel, porque al salir del arresto de 36 horas, esa persona seguirá sin empleo”, señala. La especialista recuerda que las nuevas medidas no cambian mucho respecto a las anteriores, que tampoco consiguieron cambiar algo. Los franeleros son apenas una parte del ejército de trabajadores que sobreviven en la economía informal que mueve a la capital. De acuerdo con la académica, el perfil de los viene viene es en su mayoría de hombres en edad laboral con baja educación, muchos de ellos migrantes de otros estados.

Arnulfo Caballero encaja en lo que describe la académica. Se ha dedicado por 25 de los 59 años que tiene a cuidar y lavar autos en el centro de Coyoacán. Llegó desde Oaxaca como albañil, pero una lesión lo obligó a buscar otro oficio. En esta turística zona, “heredó” la calle —a cambio 14.000 pesos que pagó a meses— de un franelero veterano. Mientras lava un auto con trapo y cubeta, explica que el gafete que le cuelga del cuello es su permiso para trabajar, que obtuvo con cartas de recomendación firmadas por los vecinos. De los 180 a 200 pesos que gana cada día, una parte es “para el refresco” de los policías, o explicado en otras palabras, una cuota a cambio de seguridad y evitar conflictos con otros franeleros. Aun así, lo han detenido un par de veces, cuando se le olvidó la identificación de la STyFE o no la renovó a tiempo.

A solo unas calles está Juan Bermúdez, que relata una historia muy similar a la de Caballero. También viene de Oaxaca y lleva 24 años cuidando coches. Bermúdez entiende el rechazo que existe hacia su trabajo. “Hace rato que llegaron muchachos que nos hacen mala fama, son los que vienen los fines de semana y ellos sí están con la droga y cobran a los clientes. Yo acepto lo que me den”, explica. Ninguno de los dos sabe qué implicarán las nuevas sanciones para ellos. “¿De qué me van a dar trabajo? A esta edad y con la lesión”, se pregunta Caballero. “Los gobiernos saben lo que tienen que hacer para que haya seguridad, pero a nosotros que nos den chance de trabajar”, reclama Bermúdez.

Ruíz explica que la existencia de franeleros es, en parte, una forma de autorregulación social frente a la insuficiencia de estacionamientos. “No desaparecerán mientras no se aborde ese problema de raíz. Cuanto más autos, más franeleros. El crecimiento de la ciudad hace que surjan este y oros empleos que parecen innecesarios, impulsados también por una centralización del país”, explica la académica. Considera que para combatir la crisis de inseguridad y a quienes delinquen en el sector, las sanciones aprobadas por el Gobierno pueden ser efectivas, pero mientras no exista una estrategia real de reinserción al empleo formal y seguro, el fenómeno se repetirá.

Un franelero termina su turno, en las inmediaciones del Poder Judicial de la Ciudad de México.

La Jefa de Gobierno hace un llamado a no criminalizar a quienes realizan esta labor. “No todos los casos son iguales. Tenemos que ver el fondo del asunto. Algunas personas que se dedican a esta tarea, han sido excluidos de algún empleo formal o enfrentan condiciones estructurales de pobreza, desigualdad o precariedad”, reconoce Brugada. Este empleo, resalta la investigadora de la UNAM, opera entre los acuerdos no hablados, donde los chilangos y los franeleros se pueden involucrar en la mendicidad oculta, la extorsión y la existencia de muchos coches, pero pocos lugares para estacionarlos.

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Sobre la firma

Verónica M. Garrido
Periodista de EL PAÍS México. Antes estuvo en la sección de Ciencia, Salud y Tecnología. Graduada en Comunicación Social por la UAM-Xochimilco y Máster de Periodismo UAM-El País. Escribe ocasionalmente sobre deportes y en los tiempos libres disfruta haciendo fotografías.
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