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Morena
Columna
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Morena, el mayor riesgo de Sheinbaum

Ni un año ha pasado del retiro del líder natural y el obradorismo chapotea en una crisis

Alfonso Durazo en su discurso durante el Congreso Nacional de Morena, el 20 de julio del 2025.
Salvador Camarena

Tres semanas atrás, el 20 de julio el presidente del Consejo Nacional de Morena, Alfonso Durazo, sermoneó a los obradoristas sobre los costos de las pugnas internas.

“Algunas de las tensiones que hoy están en el ambiente político derivan de iniciativas y reacciones de nuestros propios cuadros, y eso lo vivimos en todos los estados, y eso simple y sencillamente no puede ser”, dijo Durazo en esa reunión del Consejo en Ciudad de México.

El gobernador de Sonora exhortó a sus compañeras y compañeros: “que nuestros comportamientos o diferencias no le impongan costos políticos ni al movimiento ni a nuestra presidenta y ni a su gobierno y para que esa fortaleza no solo sea moral, sino también organizativa”.

Y advirtió de no dar argumentos a quienes “están tratando de aprovechar cualquier rendija (…) a la hora de generar un conflicto, piensen siempre en las consecuencias y en todos aquellos que malsanamente van a aprovechar esa oportunidad para generarnos una crisis, así sea artificial”.

El mensaje de Durazo cayó en el vacío. De entonces a hoy, la barca morenista se mece ruidosamente entre olas de descrédito generadas por ellos mismos con su actuar, y con descalificaciones públicas de las que no escapa Luisa María Alcalde, presidenta de Morena.

Durazo no podía saber, acaso nadie, que días después de amonestar a sus correligionarios un búmeran que nació precisamente en Sonora iba a pegar en la frente obradorista, cual piedra de David, para hacer rodar por el suelo el juramento de austeridad y honrada medianía.

Cuando Durazo habló, la pareja de diputados Diana Karina Barreras y Sergio Gutiérrez Luna ya habían desatado la indignación al obligar a una sonorense a disculparse durante treinta días por haber deslizado que éste negoció un cargo para aquélla.

Fue el soberbio aleteo de una mariposa que se ha vuelto huracán en contra de Barreras y Gutiérrez, quienes ahora son desnudados en redes sociales y en la prensa por su fatua proclividad a portar prendas que no empatan, por mucho, con los salarios públicos de un diputado.

Todo en el caso Barreras-Gutiérrez destila abuso y prepotencia.

El mensaje de la ciudadana Karla Estrella Murrieta que indignó a la legisladora sonorense por el Partido del Trabajo y a su marido morenista hubiera pasado inadvertido si ellos no se hubieran creído en la posición de que nadie les puede interpelar ni con sospechas.

Esas líneas de Murrieta, infundadas si se quiere, motivaron una queja que sus promotores llevaron a la máxima autoridad electoral para lograr una pena del nivel de su sevicia: Karla Estrella también fue multada y quedará inscrita en un catálogo de violentadores de género.

La penitencia por el pecado de soberbia obradorista apenas ha comenzado. Karla Estrella Murrieta se convirtió en un símbolo de los abusos de una nueva clase gobernante a la que las mieles del poder ha cegado.

Barreras y Gutiérrez abrieron no una rendija, sino toda una compuerta que deja ver derroches tan ostentosos como irrisorios.

Caras prendas y joyas —y la chabacanería de explotar toda ocasión, desde ir a la playa hasta aceptar invitaciones a caros palcos de la Fórmula 1, para exhibirlas— convierten en caricatura el discurso de que son diferentes y de que están a favor de que primero los pobres.

Y, no podía ser de otra manera, cada que Gutiérrez o Barreras han tratado de excusar su comportamiento, posesiones o incluso la demanda que interpusieron, solo aportan más elementos para su descrédito: su falta de conciencia es flagrante.

El problema para el obradorismo es que, para usar algo que les gusta gritar en su movimiento, Gutiérrez y Barreras no están solos. Y, si cabe decirlo, ellos son los más folclóricos, mas no los más problemáticos, pues Andy López Beltrán y Gerardo Fernández Noroña les compiten.

Morena no tiene quién ordene su vida interna. Ni un año ha pasado del retiro del líder natural y el obradorismo chapotea en una crisis por el desorden de los ostentosos, la desidia del primer junior de la nación y la no tan soterrada pugna entre algunos de sus conspicuos líderes.

Los llamados a la moderación de Luisa María Alcalde, líder formal del partido, e incluso los de la presidenta de la República han sido desoídos por quienes prefieren irse a comer a Portugal, a una tienta en España o de compras a Japón.

La advertencia de Durazo es desatendida por el propio senador Fernández Noroña, que por un lado acusa golpeteo interno, y por el otro desafía abiertamente a Alcalde sobre lo que debe o no debe, puede o no puede hacer, un obradorista.

¿Quién iba a decir que una vez retirado y en silencio su fundador, la discusión más visible del movimiento que se llena la boca hablando de una transformación histórica es sobre cómo gastan “su dinero”? Sí, sobre dinero, para sus gustos; eso es lo que los desvela hoy.

Hasta periodistas benévolos con el régimen no ocultan su desencanto, y en público desfallecen al advertir que Morena hoy baila al son que le pone la oposición. La verdad no es así: la realidad es que el obradorismo se extravía solito, sin necesidad de guion opositor.

Porque lo que ocurre se llama vacío de poder, con la pugna interna que naturalmente se desprende de una situación así. El obsceno cambio en la manera de vida de algunas y algunos en el obradorismo no es nuevo, pero al saber que no hay líder estalla la desinhibición.

El apetito de poder apenas muestra sus colmillos. Primero se fueron contra ciudadanos y periodistas, a quienes pretenden atemorizar e incluso silenciar; ahora, irremediablemente, se van los unos contra los otros, con la esperanza de, al final de cuentas, pactar impunidad.

Una explicación de ese proceder, de la falta de autocontención, es que en un tiempo récord se han sentido invencibles; estiman que la oposición no podrá disputarles las urnas y por ende advierten muy remota la posibilidad que alguien de otro color les haga rendir cuentas.

Si el movimiento de la “presidenta con a” protegió en la tribuna al impresentable exgobernador de Morelos Cuauhtémoc Blanco de acusaciones de violencia sexual, por qué no habrían de ser cobijados lo mismo el senador Adán Augusto López que la pareja Barreras-Gtz.

Si el secretario de organización se ausenta del Consejo presidido por Durazo, si la presidenta Alcalde balbucea sobre esa ausencia, si luego Andy es descubierto en Japón y pillado fuera de base alega un desternillante compló, por qué Rubén Rocha ha de sentirse en riesgo.

Plumas abiertamente a favor del movimiento se atreven (atrevimiento porque pagan costos por su intento de congruencia) a hacer llamados a la cordura y a un retorno a los principios, por expulsar a los más malolientes, por cuidar el, dicen, legado de AMLO.

Son voces que no comparten la vocación de ponerse una venda en los ojos frente a los desfiguros. Gente a la que también ofende el proceder de los Gutiérrez-Barreras, entre otros. Mentes que creen, si no en Durazo, sí en lo que dijo: que la más dañada será la presidenta.

Un problema añadido es que Sheinbaum (¿aún?) no se asume la líder principal y última del movimiento. Nadie sabe quién manda. Quién atina a predecir si ganará la facción que prefiere diputados de Chanel y senadores bajo sospecha antes que aceptar que Morena se pudre.

Quién va a ser la/el que, con capacidad de poder dentro del movimiento, diga lo obvio, que todos esos lujos no pueden ocurrir sin corrupción, es decir, sin burlarse del no robar, no mentir y no traicionar al pueblo. O lo dice Palacio, o lo dice Palenque. No hay más.

Todo lo anterior (y más) ocurre en un momento crítico para el gobierno de Claudia Sheinbaum y para México.

La presidenta bracea todos los días en contra del apetito intervencionista de Donald Trump. Es un esfuerzo que combina diplomacia declarativa con real politik, una estrategia que hasta el momento da aceptables resultados para el país.

Ella y su equipo construyen un muro tecnocrático, que incluye un plan de rescate a Pemex que ha sido saludado con mayor entusiasmo que escepticismo, una inflación a la baja, una economía resiliente a pesar de todo, y un intento por salvar el T-MEC. Por lo logrado hasta hoy, ella puede, en el plano gubernamental, ver al país de frente.

Su partido, su movimiento, el obradorismo, en cambio, patea cada cual por su lado; lo mismo con inconsciente ostentación que con una autosuficiencia al asumir que el respaldo del pueblo es a prueba de sus ofensivos lujos. Así de grande les queda México.

El principal riesgo del obradorismo y de la presidenta es hoy ese Morena.

Cualquiera hubiera pensado que de los pronósticos que había al iniciar un nuevo sexenio, que con grandes números coronó la sucesión en la sobria persona de Claudia Sheinbaum, el escenario de frívolos escándalos y peleas internas por cómo gastan “su dinero” o protegen a acusados de nombrar criminales simple y sencillamente no podía ser. Pero es.

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Sobre la firma

Salvador Camarena
Periodista y analista político. Ha sido editor, corresponsal y director de periodistas de investigación. Conduce programas de radio y es guionista de podcasts. Columnista hace más de quince años en EL PAÍS y en medios mexicanos.
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