El compañero Noroña, su futuro y el de Morena
El senador encarna una forma muy particular de la izquierda. En sus tres décadas de activismo ha estado, lo mismo del lado de López Obrador, que distante del tabasqueño


El 8 de mayo en la costa nayarita Gerardo Fernández Noroña convivió con la plana mayor de los banqueros de México. El senador estuvo en el presídium de la reunión nacional bancaria y departió amablemente con quienes había enfrentado por décadas.
“Qué vueltas de la vida”, dijo al respecto de su participación en la plenaria de los bancos mexicanos el propio Noroña en una transmisión de Youtube, en la que él mismo se muestra sorprendido de que hace 29 años se tuviera que colar a un cónclave de esos para protestar ante el presidente Zedillo, y ahora fuera parte de los invitados especiales.
De ese día nayarita a hoy, Noroña ha estado sumido en nuevas y ruidosas polémicas. Por sus críticas a la administración Trump fue conminado a serenarse por la presidenta Sheinbaum, y hay quien cree que su paso por la presidencia del Senado le sepultará. No es así.
Noroña encarna una forma muy particular de la izquierda. A lo largo de sus tres décadas de activismo ha estado, lo mismo del lado de López Obrador que distante del tabasqueño. Es anticalderonista, pero no necesariamente obradorista, o no como Sheinbaum y otros.
Primer presidente del Senado en el segundo sexenio de Morena, Noroña desespera a muchos. Su manera de conducir la Cámara Alta osciló entre magros intentos de institucionalidad con arranques autoritarios. Es ave de tempestades, pero cerrará este ciclo al alza.
El balance de la actuación de Noroña tiene que hacerse atendiendo lo que puede ocurrir en el futuro cercano para un movimiento que si bien hoy tiene un líder claro, así sea silente, más pronto que tarde comenzará a vivir una pugna por el poder.
Quien solo desde el círculo rojo evalúe la actuación de este legislador pasará por alto que Noroña sabe que mientras más parezca que le detestan en ese ámbito, que incluye a la llamada comentocracia, más le aplaudirá parte de la base morenista.
Un balance que solo observe que Noroña se desgastó en choques con el presidente del PRI Alejandro Alito Moreno o con la senadora del PAN Lilly Téllez, no ve que estos son instrumentales para que el primero siga mostrándose como el gran azote del PRIAN.
Presidir el Senado proyectó aún más a quien ganara esa posición por su buen desempeño en la interna morenista, en la que empató en tercer lugar con Adán Augusto López, quien a pesar del despilfarro de recursos fue humillado por la campaña orgánica de Noroña.
Las cámaras de eco de la prensa capitalina no captan las simpatías que el senador provoca en la nación que sigue apoyando a Morena desde el radicalismo y/o, dicho sin prejuicios, desde el resentimiento. Los de esa veta, él lo sabe, exigen que luzca indómito.
En todo caso, el problema es para la presidenta Claudia Sheinbaum. Suya es la responsabilidad de la moderación de todo el aparato gubernamental para que no se le compliquen más las negociaciones con el Gobierno de Donald Trump.
Si la mandataria hubiera tenido una estrategia para separar decididamente a su gobierno de las expresiones de morenistas, quizá tendría hoy capacidad de desvincularse de actuaciones de sus compañeros de movimiento. No lo hizo y no se sabe si lo hará.
Y tan no tuvo una definición de hoja de ruta, que en varias ocasiones ella misma se equivocó al poner el tono de respuestas a medidas de Washington cuando dijo que habría de convocar a movilizarse. En ese sentido, Noroña es más consistente que Sheinbaum.
En todo caso, Palacio Nacional tendrá que dedicarse a administrar la tensión con Trump mientras que, al final de su periodo como presidente del Senado, Noroña podrá intensificar, ya sin la carga de la mesa directiva de la Cámara Alta, su proselitismo nacional.
La voz de Noroña parece destinada a ocupar más espacios por la falta de contundencia de los liderazgos formales de Morena —el zigzagueo de Luisa María Alcalde y la salida en falso de “No me llamen Andy”—, y por la ausencia del “presidente emérito”, como llaman a Andrés Manuel López Obrador.
Noroña, junto con Adán Augusto y quién puede descartar a Ricardo Monreal, retomarán lo empezado en 2023 cuando buscaron una candidatura que siempre estuvo destinada a Claudia. Marcelo Ebrard corre por cuerda aparte: él sí tiene cargo y encargo gubernamental.
Un empoderamiento de Noroña no será sin riesgos para la acción de la prensa o, por sus antecedentes, sin que incurra en excesos que incluyen la misoginia y la irresponsabilidad de una figura pública que, por ejemplo, desalentó el uso de cubrebocas en la pandemia.
El perfil rijoso y pendenciero de Noroña le ha dado réditos desde que a mediados de los años noventa, cuando en plena escalada de los perniciosos efectos del “error de diciembre” zedillista, enarbolara la causa de los deudores pobres.
Noroña logró entonces visibilidad recurriendo al estruendo, irrumpiendo en eventos presidenciales, confrontando policías y al Estado Mayor Presidencial y, desde luego, arrojándose al paso de los poderosos, cosa que ganó para su persona primeras planas.
En el lado luminoso podría decirse que el cardenal del boato que fue Norberto Rivera, uno de sus adversarios de aquellos años de la protesta contra la usura de los bancos en plena crisis, será peor tratado por la posteridad que el Noroña de los noventa.
Ese mismo político es capaz, en contraste, de difamaciones misóginas en contra de, por dar un caso, su entonces correligionaria Ruth Zavaleta, quien como diputada tuvo un gesto de institucionalidad en medio de la crisis por la toma de protesta de Felipe Calderón en 2006.
La plana mayor perredista se puso del lado de la legisladora guerrerense, e incluso Andrés Manuel le provocó ronchas a Noroña por declarar que perdonaba a Calderón. El hoy senador combatiría todo el sexenio al michoacano.
En esa ruta de radicalismo, Noroña llega a extremos como cuando pretendió matizar la gravedad de los hechos del Rancho Izaguirre, en Jalisco, donde se entrenaba y mataba a jóvenes. No duda, pues, en ponerse del lado del movimiento antes que de las víctimas.
Noroña cobrará a la “compañera presidenta” Sheinbaum esos servicios. Por cierto, más que por modismo de izquierda, llamar así a Claudia no puede ser, sino una manera de recordar a todos, a ella, la primera, que su cargo es “primo entre pares”.
En el Senado Noroña fue Noroña, y eso le premiará la base: su acoso a la prensa, su falta de institucionalidad con la oposición, su desprecio a jueces y magistrados en lo de las bolitas de la tómbola, e incluso su lenguaje altanero.
La presencia de Noroña en el presidium de la convención bancaria de hace un mes evidencia, finalmente, el pragmatismo de un senador consecuente con su ambición política pero irreductible en sus esquemas.
Departió en esa ocasión con banqueros, pero que nadie se equivoque: en los años en que Morena ejerce el Gobierno, Noroña (y se puede decir lo mismo de Sheinbaum) no han buscado generar un nuevo modelo de gobernanza con respecto a la banca y sus excesos.
Para Noroña es más redituable seguir explotando la retórica del Fobaproa de los noventa, que asumirse con la responsabilidad, desde un Senado mayoritario y un gobierno sin contrapesos, de sujetar a la banca para que sea un mecanismo del desarrollo, lo que implicaría reconocer su importancia y negociar desde la horizontalidad.
Por eso estaba de buenas Noroña en el Youtube desde Nayarit la noche del 8 de mayo. Se salió con la suya. Hoy preside el Senado, hoy tiene interlocución con los banqueros que antes le mandaban a la policía, y hoy vislumbra una carrera con pocos competidores delante… por ello, no se va a pelear con quienes próximamente lo pueden seguir invitando a departir, magnates que saben que más allá de sus formas, que llegan a ser soeces, representa a una parte del alma de Morena.
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