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Un mal acuerdo comercial para Europa que lanza un mensaje preocupante

Los analistas coinciden en que a Bruselas le faltó firmeza desde el inicio de las negociaciones por temor a desencadenar una guerra comercial

El presidente estadounidense, Donald Trump, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el domingo en una rueda de prensa conjunta en Turnberry, Escocia.Foto: Andrew Harnik

La valoración del acuerdo comercial que alcanzaron la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, este domingo en Escocia cambia mucho según la mayor o menor proximidad con la mesa de negociación. Quienes han discutido con los enviados de Washington sienten alivio y ponen mucho énfasis en que podría haber sido peor: “Parémonos un momento para pensar en la alternativa: una guerra comercial, como algunos parecen pedir, traería serias consecuencias”, ha clamado este lunes el comisario de Comercio, Maros Sefcovic. Los analistas que se dedican a estudiar el resultado y valorarlo tienden a verlo con decepción. Y, entre unos y otros, están quienes tienen que validarlo, los mandatarios que, como ha dejado claro el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, asumen lo negociado sin calidez alguna (“Respaldo este acuerdo comercial, pero lo hago sin ningún entusiasmo”) o con críticas duras como las del primer ministro francés, François Bayrou (“Es un día sombrío cuando una alianza de pueblos libres, reunidos para afirmar sus valores y defender sus intereses, decide someterse”).

Analistas críticos con lo pactado empiezan por no ver clara la estrategia seguida. Olivier Blanchard, antiguo economista jefe del FMI y eterno candidato al Nobel de Economía, lanzó la piedra pocas horas después de que se conociera el pacto. “Cuando la ley de la jungla prevalece, el débil no tiene otra opción que aceptar su destino. Pero Europa podría haber sido fuerte. Podría haber obtenido un acuerdo mejor y enviar un fuerte mensaje al mundo. Una oportunidad perdida”, escribió en X el ahora investigador del Instituto Peterson para Economía Internacional.

“Desde el primer momento se dieron muchas concesiones a EE UU, una técnica de muchas zanahorias y pocos palos”, señala Víctor Burguete, investigador sénior del centro de investigación de política internacional barcelonés CIDOB. Se refiere al hecho de que cuando Washington abrió las hostilidades con aranceles al acero y al aluminio primero, después a los automóviles y sus componentes, y finalmente a los falsamente llamados “aranceles recíprocos”, Bruselas tardó en responder. Y, además, cuando logró articular una primera respuesta para aumentar derechos aduaneros a un listado de importaciones norteamericanas por valor de 21.000 millones de euros, la suspendió inmediatamente para dar una oportunidad a la negociación. En ese tiempo, la Administración de Trump ha mantenido el 25% adicional para el sector automovilístico, el 50% para el acero y el aluminio; y un 14,8% para un amplio listado de productos. “Es un mal acuerdo comercial y manda un mensaje preocupante, que la Unión Europea puede ser extorsionada con éxito”, afirma.

Desde el instituto bruselense Bruegel, el investigador Ignacio García-Bercero señala que “cierto desequilibrio en el resultado era inevitable”. “Por ello hubiera sido deseable que el Consejo de la UE hubiese activado el instrumento anticoerción”, explica en un tono más calmado que el de otros colegas. No en vano, este español de larga trayectoria en organismos internacionales fue el jefe negociador de la Comisión Europea con EE UU durante el primer mandato de Donald Trump.

Preparar futuras respuestas

Para lo que viene a partir de ahora, García-Bercero pide que no se desactiven las posibles respuestas que aprobó el Consejo el pasado viernes para sancionar a las importaciones estadounidenses por valor de 93.000 millones. Se trata de tenerlas suspendidas por si llega el caso de que la Casa Blanca vuelve a disparar. “Es esencial que se prevea una aplicación automática de medidas de retorsión en caso de que EE UU aumente los aranceles por encima del 15%, incluido en el sector farmacéutico”, explica.

En opinión de Alberto Rizzi, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR, por sus siglas en inglés), “el miedo de que no se alcanzara un acuerdo era demasiado grande en algunas capitales europeas por los costes en el corto plazo de iniciar una guerra comercial”. “Es un desastre en lo político, pero en lo económico es probablemente todo lo positivo que podía ser, dado cómo se dieron las negociaciones de los últimos meses”, zanja.

Este especialista en geopolítica considera que han pesado los temores a que si se endurecería la política comercial frente a Washington se contaminasen otras áreas clave de la relación bilateral, como el apoyo militar a Ucrania. “Con Trump nunca se sabe y siempre es una posibilidad que cambie su parecer”, asegura.

Otro factor determinante en la opinión de los especialistas consultados fueron las divisiones internas en la Unión y la urgencia de cerrar un acuerdo entre los Estados miembro que estaban más expuestos en el frente comercial, como Alemania. “Aquellos países que abogaban por una posición más férrea perdieron políticamente porque su línea no fue adoptada por la Comisión”, reseña Rizzi. En su opinión, otro de los grandes perdedores de un acuerdo sesgado a los intereses estadounidenses fue el Gobierno de Giorgia Meloni, que sostenía que su “relación especial” con Trump le permitiría obtener un resultado más favorable, lo que al final no se concretó. “Alemania, en cambio, se considera a sí mismo un ganador parcial porque al menos pudieron reducir los aranceles al sector automotor del 27,5% al 15%”, agrega. Así lo justificó también la democristiana Von der Leyen.

Eric Dor, académico de la Universidad Católica de Lille, afirma que los aranceles pueden resultar en un “desastre” para la Unión Europea, al hacer menos competitivos sus productos y tener consecuencias sumamente negativas en términos de empleo y crecimiento económico. “El golpe es mucho mayor del 15% porque hay que sumar la apreciación del euro frente al dólar, que ha sido de alrededor del 13% en lo que va de año. Por lo tanto, un producto europeo cuesta ahora un 28% más que uno estadounidense”, explica. “Y claro, esto puede ser peor cada mes si el euro sigue ganando terreno frente a la divisa de EE UU porque esa es la política que ha promovido el círculo cercano de Trump”. Esa brecha puede ser aún mayor si se considera que no hay barreras arancelarias para las importaciones estadounidenses en Europa.

A pesar de la reducción de los aranceles para el sector automotor, Dor asegura que permanecerá entre las industrias más afectadas, sobre todo si se considera que los negociadores británicos han conseguido que sus fabricantes queden exentos de los aranceles. El especialista señala que hay nerviosismo también entre las farmacéuticas de países como Alemania, Bélgica e Irlanda, debido a que es posible que las excepciones previstas en el acuerdo no cubran todas sus exportaciones. También sufrirán los fabricantes de maquinaria y los exportadores de bebidas alcohólicas, señala el economista. España, que solo destina alrededor del 6% de sus exportaciones a Estados Unidos, resentirá el golpe en productos como el aceite de oliva. “No es un buen resultado si se comparan los acuerdos de Reino Unido o de Japón, que negoció un 15% recíproco”, agrega Burguete.

Desde el Instituto de Economía Mundial de Kiel alertan de que el apaciguamiento de Trump para evitar una guerra comercial “se está pagando a un precio muy alto” a futuro, al abandonar los principios multilaterales y las reglas fundamentales del comercio internacional. “En vez de aceptar un acuerdo desventajoso, la UE pudo haber formado una coalición con otras economías afectadas, como Canadá, México, Brasil y Corea del Sur para contrarrestar de forma efectiva las amenazas arancelarias de EE UU”, afirman. Los especialistas consultados coinciden en el temor de que los aranceles “hayan llegado para quedarse”, incluso después de la presidencia del republicano, que concluirá en 2029.

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