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La fiscal general de Trump visita Alcatraz en mitad del escándalo Epstein: “Es fantástica: valdría para encarcelar ilegales”

Pam Bondi viaja a la atracción turística que el Gobierno de Estados Unidos quiere reabrir como penitenciaría, mientras arrecian las críticas del movimiento MAGA por el caso del millonario pederasta

Pam Bondi, el secretario de Interior, Doug Burgum, y un periodista de Fox News en la prisión de Alcatraz este jueves.
Iker Seisdedos

Fue difícil no interpretarlo como una maniobra de distracción. La fiscal general de Estados Unidos, Pam Bondi, viajó este jueves a San Francisco para visitar la cárcel de Alcatraz, de infausto recuerdo, en mitad del fenomenal escándalo por su gestión del caso Epstein, al que ha decidido dar carpetazo después de alimentar las teorías de la conspiración en torno a la supuesta lista de clientes del millonario pederasta, muerto en 2019 mientras esperaba su juicio por tráfico sexual de menores. En el último giro del libreto de su gran teatro político, el Gobierno estadounidense quiere reabrir la prisión, que fue hogar de famosos reos, como Al Capone o Machine Gun Kelly, y dejó de funcionar en los sesenta como tal por su elevado coste. Desde entonces sirve exclusivamente como popular atracción turística.

Bondi solo dejó pasar a las cámaras cómplices de Fox News, así que no hubo preguntas sobre Epstein, pero sí la siguiente declaración: “[Alcatraz] podría servir para encerrar a lo peor de lo peor. Presos violentos, delincuentes de medio pelo... Nos valdría para poner entre rejas a los inmigrantes ilegales [sic]. Podría alojar a cualquiera. Son unas instalaciones fantásticas. Requieren de mucho trabajo [para su rehabilitación], pero no se sabe de nadie que haya escapado de aquí con vida”, declaró la fiscal general republicana.

Como Trump, Bondi no ha estudiado con atención la historia de la prisión. Lo cierto es que en los 29 años en los que estuvo en funcionamiento hasta su cierre en 1963, hubo 11 intentos de fuga, y al menos en cinco de ellos fueron exitosos. El presidente de Estados Unidos también incurre en ese error cuando habla de los planes de resucitar la cárcel, que ya avanzó en mayo, cuando ordenó el reacondicionamiento de la Roca, como se conoce popularmente la penitenciaría por motivos geográficos: como saben los 1,6 millones de turistas que la vistan cada año, está situada en un islote frente a San Francisco.

Los expertos consideran que reasignar su uso como prisión costaría una fortuna, porque, como ha descubierto este jueves Bondi, ni siquiera llega el suministro de agua. Por no hablar de lo que perdería el Servicio de Parques Nacionales, que es la agencia que la gestiona. Según sus propios cálculos, Alcatraz genera alrededor de 60 millones de dólares anuales. Lo que pretendían Bondi y el secretario de Interior, Doug Burgum, que acompañó a la fiscal general, era estudiar el modo de empezar a cumplir con las órdenes de Trump.

La expresidenta de la Cámara de Representantes Nacy Pelosi, congresista por San Francisco, definió este jueves en la CNN la idea de reabrir la prisión como “la más estúpida de las ideas de la actual Administración; y eso que la competición es dura”. El gobernador de California, Gavin Newsom, también demócrata, no desaprovechó la oportunidad de enlazar la visita de Bondi y Burgum con el tema del que ella trataba de escapar con su excursión a la Costa Oeste. “Trump abrirá Alcatraz el mismo día en que publique la lista Epstein. O sea, nunca”, dijo Newsom en un comunicado.

Sus palabras subrayaron una tozuda (y novedosa) realidad para el presidente estadounidense: por más que lo ha intentado por todos los medios no logra sepultar un escándalo que estalló la semana pasada, y que ha prendido especialmente entre los suyos. Fue entonces cuando se filtró un documento con los sellos del Departamento de Justicia y del FBI y dos conclusiones. La primera: no existe la lista de Epstein −con, según dicen las teorías de la conspiración desde hace años, nombres de ricos y poderosos que participaron en su red de tráfico de menores. La segunda: el tipo se suicidó. Es decir, pese a lo que defienden esos mismos militantes de la escuela de la sospecha, nadie lo mató mientras estaba bajo custodia de las autoridades en una celda de Manhattan, a la espera de juicio.

La portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, atiende a los medios este jueves.

No ha habido manera de que la opinión pública estadounidense, presa por lo general de un severo déficit de atención, pase página. Trump no lo ha logrado: ni pidiendo por las buenas a sus seguidores −a sus “chicos y chicas” MAGA (siglas de Make America Great Again), como los definió en un post en su red social− que lo dejen estar. Tampoco, cuando ha pasado al ataque, como hizo el miércoles al acusarlos de de “cobardes” por comprar la “gilipollez” del “bulo Epstein”. Su examigo Elon Musk publicó este jueves un irónico post en su red social en X que decía: “No me puedo creer que Epstein se suicidara antes de darse cuenta de que todo era un bulo”.

La culpa, de los demócratas

Tampoco parece estar funcionándole la estrategia de culpar a los demócratas por, según dijo este jueves Karoline Leavitt, portavoz de la Casa Blanca, no haber hecho nada mientras Joe Biden estuvo en el poder. Por no divulgar, en definitiva, el contenido que ahora Bondi ha decidido no compartir con la opinión pública, después de meses de prometer que lo haría y después de que Trump hiciera campaña diciendo que arrojaría luz sobre el asunto en cuanto llegara al Despacho Oval.

Al presidente le unió una estrecha relación de amistad con Epstein (The Wall Street Journal publicó este jueves una carta en la que Trump, que dice que es falsa, lo felicitaba por su 50 cumpleaños, y le decía que ambos tenían “mucho en común”). Ahora, el republicano considera que se trata de un escándalo “aburrido”, como dijo el miércoles, cuando dio instrucciones a la fiscal general, a la que ha confirmado su confianza, de publicar “todo lo que sea relevante” en un caso que se remonta casi 20 años, cuando Epstein fue detenido en Palm Beach (Florida), acusado de pagar a una niña de 14 años por mantener relaciones sexuales.

Donald Trump con el financista Jeffrey Epstein en Palm Beach, Florida, en 1997.

Decenas de otras menores describieron abusos sexuales similares. La Fiscalía aceptó que el empresario se declarara culpable en 2008 por un cargo relacionado solo con una de las víctimas. Cumplió 13 meses en un programa de excarcelación con trabajo. Una década después, una investigación del Miami Herald resucitó el caso y Epstein fue encausado. Un mes antes de su juicio, murió en su celda.

Bondi no ha cambiado de momento de idea, ni ha encontrado aparentemente partes “relevantes” que publicar del dosier que tiene en su mesa desde hace meses y que insiste en que solo consiste en centenares de horas de videos de encuentros sexuales con menores. Obviamente, la protección de las víctimas es fundamental a la hora de decidir si divulgar la información sobre el caso, pero el tacto con ellas no fue en los seis años que hace desde que dura el escándalo una prioridad para Trump y los conspiranoicos MAGA que ahora piden explicaciones sobre el cambio de idea de su Administración. También quieren saber qué pasó con los tres minutos que, según desveló la revista especializada en Silicon Valley Wired, faltan en el video de 11 horas con un plano fijo de la puerta de la celda de Epstein divulgado por el Departamento de Justicia para demostrar que ahí no entró nadie, y que por tanto el reo se suicidó.

Lo que sí ha hecho Bondi en las últimas horas, es, además de darse una vuelta por Alcatraz, despedir a Maurene Comey, una de las fiscales que procesaron a Epstein. Es también la hija de uno de los mayores enemigos de Trump, James Comey, que fue el director del FBI que decidió publicar los correos electrónicos privados de Hillary Clinton poco antes de las elecciones de 2016, pese al riesgo que tenía la operación de influir, como influyó, en la urnas. Luego se negó a plegarse al magnate cuando ya era el nuevo inquilino de la Casa Blanca y este lo echó.

No consta el motivo del despido de Comey hija. Sí, que mandó un documento a sus compañeros del Departamento de Justicia en el que les advierte: “Si un fiscal puede ser despedido sin justificación, existe el riesgo de que el miedo se apodere de quienes permanecen. No dejéis que eso suceda. El miedo es la herramienta de los tiranos, y la usan para reprimir el pensamiento independiente. En lugar de miedo, [espero] que este momento avive el fuego que ya arde en el corazón de este lugar. Un fuego de justa indignación ante los abusos de poder”.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal jefe de EL PAÍS en EE UU. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.
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