Ir al contenido
_
_
_
_

De palmeras, piscinas y millonarios: de dónde viene la imagen del verano perfecto (e inalcanzable)

Las revistas de estilo de vida, la publicidad, grandes pintores y fotógrafos avanzados a su tiempo vieron en el periodo estival un filón para crear imágenes perfectas en las que, de forma un tanto frustrante, nos hemos querido ver reflejados

Verano perfecto
Ianko López

Primer día de las vacaciones. 10 de la mañana en una playa del Mediterráneo. Ya no queda un hueco donde plantar la sombrilla que no me obligue a mantener una distancia inferior a la de mi brazo desplegado con una familia de seis miembros que se comunica a gritos por encima del volumen ya bastante elevado de su radio, que emite un cuidado repertorio de éxitos de reguetón. A pesar de ello, escucho que a lo lejos alguien exclama: “¡Hay una plaga de medusas!”. El termómetro marca ya 31 grados a la sombra, y la humedad no debe de bajar del 70%. En estas condiciones, extender crema solar por mi piel cubierta por una película de sudor sería como tratar de extender mantequilla sobre una tostada que ya lleva confitura. Al intentarlo de todos modos, constato que la operación bikini, a la que me sometí con intermitencias desde el inicio de la primavera, no ha surtido efectos apreciables.

Esto no es lo que me prometió Slim Aarons, mi fotógrafo estival de referencia.

Bañistas en la piscina del hotel Hotel Punta Tragara en Capri, 1974.

Pocas ficciones quedan más lejos de su contraparte real que la del verano. Se despliega por varios medios, de la literatura al cine, pero ha encontrado en la fotografía su versión más idealizada, y la que quizá ha moldeado de manera más eficaz nuestras expectativas. En su muy célebre ensayo Sobre la fotografía, Susan Sontag explicaba, entre otras cosas, que vivimos en una cultura estetizada por la imagen fotográfica, y que nuestra experiencia se compara inevitablemente con el modo en que las cámaras la han codificado, que adquiere rango de norma. También argumentaba que, ya que las imágenes pueden poseerse pero no hay manera de poseer la realidad, generar imágenes y apropiarse de ellas es una forma vicaria de apropiarse de la supuesta realidad que reflejan. Una realidad donde, como sabemos, las medusas, los gritos, la falta de espacio y las condiciones climatológicas poco aptas para la vida humana están descartadas.

Enrique Rey habló en ICON sobre la frustración de sentir que el verano de uno es mucho peor que el de los demás. Esa frustración tiene especial vigencia hoy, con el efecto multiplicador de las redes sociales, pero la diferencia entre la realidad veraniega y su representación fotográfica ha existido desde que las imágenes empezaron a difundirse por medios masivos y una parte sustancial de la humanidad dispuso de los medios suficientes para tomarse unas vacaciones y poner rumbo a algún destino playero cada año. A veces las diferencias entre un plano y otro pueden ser abismales: pensemos en la escena descrita al inicio de este artículo contra la imagen de dos bañistas sentados de espaldas al espectador que, acariciados por una suave brisa marina, miran al horizonte en una escena casi metafísica, tal y como la concibió Horst P. Horst en 1930.

El fotógrafo Horst P. Horst posa junto a una mujer en un trampolín.

O, por esa misma época, en el registro fotográfico de las vacaciones de verano del cuarteto compuesto por Salvador Dalí, Gala Diákonova, Paul Éluard y Maria Benz, Nusch: los cuatro posan frente al mar de Cadaqués, impecablemente vestidos en tonos claros, y en particular el pintor catalán luce un estilo –camisa de lino abierta, amplios pantalones blancos, postura desafiante- que un editorial contemporáneo de moda no descartaría. De hecho, la imagen resulta tan perfecta que más que tomada en la época parece una recreación desde el presente de aquellos gloriosos veranos surrealistas de entreguerras en la Costa Brava.

Hablando de veranos artísticos, la foto que tomó Robert Capa mucho después, en 1948, en la playa de Golfe-Juan (Costa Azul francesa), en la que Picasso sigue con una enorme sombrilla abierta a su pareja, una joven y radiante Françoise Gilot, mientras en segundo plano sonríe Javier Vilató (sobrino del artista), risueño y atlético como una estrella de Hollywood, responde también a esa idea de verano que todo el mundo alberga en su mente pero que rara vez obtiene.

Un hombre observa la fotografía de Robert Capa de Picasso con Francoise Gilot y su sobrino Javier Vilato en 1948.

Esa imagen ideal del verano puede corresponderse con un momento de equilibrio vital como los anteriormente descritos, pero también con la promesa formulada por un cuerpo expuesto en su perfección canónica. En esto fue pionero Herbert List, fotógrafo para cabeceras como Vogue o Life que, influido al principio por la imaginería surrealista, pronto desarrolló un especial interés por mostrar cuerpos masculinos, siempre jóvenes y musculados, solazándose en alguna playa o a la sombra de alguna ruina clásica.

Esta parte del trabajo de List recogía la herencia del homoerotismo de Wilhelm von Gloeden, barón alemán que, a finales del siglo XIX y principios del XX, fotografió, desde la doble coartada artística y mitológica, numerosos jóvenes desnudos en una Arcadia que podría simbolizar ese eterno verano de nuestras vidas en el que quisiéramos habitar.

Dos hombres desnudos sobre una roca, fotografiados alrededor de 1890 por el alemán Wilhelm von Gloeden.

Como él, el norteamericano George Platt Lynes se empleó a fondo en un género del que después tomarían el testigo célebres fotógrafos de moda como Bruce Weber o Mario Testino. En particular, hay que citar las instantáneas tomadas por Testino en las playas de Rio de Janeiro, recogidas en un libro publicado en 2009 por la editorial Taschen, donde el hedonismo encarnado por unos cuerpos jóvenes y sin imperfecciones, por unas sonrisas despreocupadas, nos remiten de nuevo a esa Arcadia que queda fuera del tiempo y de los quehaceres de la vida cotidiana.

Retrato del actor francés Louis Jourdan, fotografiado por George Platt Lynes en 1948 para la revista 'Vogue'.

Pero si hay que hablar del verano y las vacaciones como aspiración global, que abarca tanto una determinada posición socioeconómica como un estado de ánimo optimista, además de un concepto muy estricto de la belleza física, procede sacar a colación a Slim Aarons. El fotógrafo del que resulta imposible hablar sin recurrir a una cita suya, según la cual él solo se dedicó a plasmar “personas atractivas que estuvieran haciendo cosas atractivas en lugares atractivos”: no hay artículo sobre su persona o su obra que no la recoja, y este no pretendía ser una excepción. George Allen Aarons, Slim por su porte espigado, era un hombre de orígenes sociales difusos, sobre los que prefería no hablar demasiado, aunque en realidad provenía de una prole de humildes inmigrantes judíos del este de Europa y fue educado como huérfano por varios familiares en el Lower East Side neoyorquino. Siendo muy joven, inició su carrera profesional como fotógrafo bélico en la Segunda Guerra Mundial, y después se ganó la confianza de las clases altas internacionales, que lo adoptaron en su seno como convidado preferencial. Esto le permitió, durante la segunda mitad del siglo pasado, desplegar en sus fotografías a todo color un universo de lujo y fantasía que sin embargo documentaba el auténtico solaz de unas élites igualmente reales, compuestas en exclusiva por personas blancas, esbeltas y maravillosamente vestidas. De Palm Springs a la Toscana, de la Riviera francesa al Marbella Club, las puestas en escena de Aarons -que no parecen serlo en absoluto-, son universos cerrados en los que ninguna preocupación o conflicto tiene cabida. Por tanto, devolvieron a esas clases privilegiadas un halagador reflejo para consumo tanto propio como de quienes soñaban con esa misma vida de lujo, calma y voluptuosidad que quedaba fuera de su alcance. Por ello se convirtieron en las imágenes aspiracionales del verano por excelencia.

Bañistas en una piscina de Sotogrande, 1975.
Invitados en el Villa Vera Racquet Club, Acapulco, Mexico, 1968.
Laura Hawk, asistente de Slim Aarons, fotografiada en Marbella en 1985.
Veraneantes en una piscina al lado del mar en Mazatlán, México, en 1984.

Como es lógico, desde entonces las revistas de moda y tendencias y la publicidad se han esforzado por revivir el espíritu de Aarons. A partir de los años ochenta, y con particular fuerza en los noventa, la obsesión por el fitness y la primacía de los cuerpos atléticos, así como la irrupción del fenómeno de las supermodelos, dieron lugar a un giro estético que se manifestó en las portadas de las publicaciones de moda, pero también de ocio y deportes, como Sports Illustrated, famosa por sus reportajes con mujeres en traje de baño. Plantar a las modelos luciendo bañadores en entornos paradisiacos al estilo de Jamaica o las Maldivas se convirtió en una costumbre muy extendida de la que participaron grandes fotógrafos como Peter Lindbergh, Gilles Bensimon o Ellen Von Unwerth.

En el ámbito publicitario, últimamente Loewe o Jacquemus han explotado con notable aptitud los principios estéticos de una canícula sublimada. Pero pocas imágenes remiten más al verano ideal que las de las campañas del perfume Light Blue, de Dolce & Gabbana, cuyos hermosos protagonistas se recrean, solos y a plena luz del día, frente a los faraglioni de Capri, un glorioso entorno natural que en los veranos del mundo real está atestado de turistas y barcos de tours organizados.

Mientras, las playas del fotógrafo italiano Massimo Vitali, bañadas en luz blanca, se convierten en espacios abstractos en los que la figura humana, vista desde lejos, crea composiciones similares a los cuadros de Juan Genovés. Roland Barthes acotaba en su libro La cámara lúcida el concepto de punctum, el detalle inesperado y disonante que en una fotografía genera una conexión emocional con el espectador. Esa punzada que a menudo distingue un editorial de moda de una fotografía artística, y que suele por tanto estar ausente en los ejemplos anteriores. Para buscarlo, no hace falta irse a las fotografías irónicas, y a veces despiadadas, de Martin Parr, que concentran toda la fealdad playera que otros fotógrafos nos hurtan. Basta con recurrir al trabajo de la fotógrafa holandesa Rineke Dijkstra en distintas playas del mundo, donde sus jóvenes protagonistas se muestran en poses clásicas pero manifestando su vulnerabilidad, sus zozobras e inseguridades, como si la Venus de Botticelli pudiera estar carcomida por el angst juvenil.

Desde el muy poco perfecto verano en una playa mediterránea cualquiera, las imágenes que propone un editorial de moda de baño en una revista de tendencias puede proporcionarnos cierto alivio estético. Todo es cuestión de enfrentarnos a ellas con un poco de escepticismo, sabiendo que son ficticias, y que rendir culto a un verano ideal que no existe más allá de ellas solo puede llevarnos a la frustración. Como escribió Jean Baudrillard en Cultura y representación, que en 1981 ya trataba sobre la suplantación de la realidad por su representación, es peligroso desenmascarar las imágenes, ya que disimulan el hecho de que no hay nada detrás.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Ianko López
Es gestor, redactor y crítico especializado en cultura y artes visuales, y también ha trabajado en el ámbito de la consultoría. Colabora habitualmente en diversos medios de comunicación escribiendo sobre arte, diseño, arquitectura y cultura.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_