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“Hay viñedos completamente arrasados”: Voces del vino y la gastronomía frente al fuego

En el sur de Galicia destacan los daños en las dos variedades principales de uva: godello y mencía

Vista del incendio forestal de Oímbra (Ourense) el martes por la noche.
Abraham Rivera

“He visto viñedos completamente arrasados. No es que arda en sí la cepa, pero el calor lo devora todo: quema las hojas, la vegetación, y la uva se muere”. Quien habla es Ernesto Rodríguez, viticultor y bodeguero en la Denominación de Origen Monterrei, en el sur de la provincia de Ourense. Propietario de las marcas Father 1943 y Crego e Monaguillo, Rodríguez compra uva a 130 pequeños productores de los alrededores, y conoce bien el esfuerzo que hay detrás de cada parcela. “Lo que más me duele son mis viticultores, ver a gente que apuesta por el rural, con todas las dificultades que eso implica, y verla llorar como niños, es duro de verdad”.

El fuego, que ha afectado a municipios como Oímbra, Laza o Verín, ha dejado daños en las dos variedades principales de la comarca: godello y mencía. Según explica, las altas temperaturas, sumadas a la proximidad de masas forestales, son letales: “Cuando el calor se acerca a cincuenta metros, la uva se cuece, como si la pusieras al fuego. Y si son viñas jóvenes, el daño es incalculable, porque hay que arrancar y volver a plantar”. En aldeas como As Chás y O Rosal, en Oímbra, además de viñedos, han ardido castaños, robles, olivos, almendros y pastos recién cosechados para el ganado.

Trabajos de extinción en la serra de san Mamede (Ourense) el 10 de agosto de 2025,

Monterrei vive una situación que su presidente, Manuel Vázquez, califica de “muy fuerte, nunca vista antes”. El incendio, originado en Oímbra, ha calcinado casi toda la masa forestal del municipio. “Es imposible atajarlo con estas condiciones”, reconoce Vázquez. Las estimaciones hablan de 25.000 hectáreas quemadas, aunque todavía es pronto para concretar cuántas corresponden a viñedo. Mientras tanto, viticultores y bodegueros intentan salvar lo que pueden, pendientes de que las llamas no crucen las últimas líneas de defensa. La vendimia se iba a producir en menos de quince días, por lo que el desastre puede ser mayúsculo.

Una de las plantaciones de lúpulo afectadas de Carucedo. Imagen proporcionada por la empresa de Cerveza e Hidromiel Castreña.

Unos kilómetros más al norte, en la comarca de Valdeorras, un portavoz del Consejo Regulador relata cómo las llamas llegaron por la noche del jueves desde las comarcas vecinas. “Estábamos rodeados por incendios en el Bierzo, Trives y Viana, pero Valdeorras se estaba librando… hasta que un foco cruzó la montaña y entró en Larouco”. El avance afectó a parroquias con mucha cepa plantada y enlaza con lo que ha sucedido en Monterrei: “Nosotros lo llamamos abazar, es un exceso de calor que interrumpe el flujo de savia y seca la uva antes de que alcance su maduración”, apuntan las mismas fuentes desde O Bolo, donde la comunicación en estos momentos se hace muy difícil.

Desde Valdeorras se recuerda que el viñedo, en determinadas condiciones, puede actuar como cortafuegos: “Si hubiera más viña plantada, habría menos fuegos. Una viña arada es una barrera eficaz, pero ahora, a las puertas de la vendimia, la vegetación está alta y seca. No frena igual que en invierno”. A esto se suma que, tras una primera noche de cubos y mangueras, nuevos focos se reavivaron al mediodía, obligando incluso a evacuar el núcleo de Petín. La situación sigue pendiente de cómo evolucione el viento y de la capacidad de los medios para llegar a zonas de difícil acceso.

Jiménez de Jamuz: salvar a los bueyes de El Capricho

En la provincia de León, el chef y ganadero José Gordón, propietario de El Capricho, vive el incendio desde una doble vertiente: la de la hostelería y la de la ganadería. Su restaurante, considerado una referencia internacional en la carne de buey, tuvo que cerrar temporalmente por la cercanía de las llamas. “Es una sensación de impotencia… ver avanzar el fuego y no poder frenarlo te deja abatido”, reconoce.

La finca principal, junto al restaurante, se salvó gracias a un pantano que actuó como barrera natural. No corrió la misma suerte otra propiedad en Quintanilla de Flores, donde cría parte de sus animales. “Ese día, un trabajador y yo nos jugamos la vida. Entre llamas, llegamos para abrir las puertas y que los 60 bueyes pudieran huir y refugiarse. Había ya coches de la UME diciéndonos que no volviéramos por el mismo camino”.

Gordón destaca el trabajo de vecinos y agricultores locales: “Fuimos prácticamente los que protegimos el perímetro del pueblo con tractores, haciendo cortafuegos. A veces falta alguien que coordine a todos estos voluntarios; con organización y antelación, los daños podrían ser menores”. Finalmente, el fuego no alcanzó Jiménez de Jamuz, y el restaurante pudo reabrir el jueves, aunque con cancelaciones de reservas por el temor de los clientes.

A los pies de las médulas se asienta Carucedo, en el interior del Bierzo. Con unos 200 habitantes, es un pueblo grande para la zona, acostumbrado a recibir visitantes todo el año. Allí, el empresario Carlos Fernández, fundador de la cerveza artesana La Castreña y de la miel 28 Lunas, vio cómo el fuego arrasó las 75 colmenas que tenía distribuidas cerca del pueblo. Las llamas también alcanzaron una planta de lúpulo para hacer cervezas experimentales y la nave donde estaba su fábrica y su negocio, que recientemente había sido premiado como Mejor Tap Room de España, por la Factoría de Cerveza. “Lo apagamos entre un camarero y yo, a patadas y con mangueras. Nadie nos avisó, pero no íbamos a irnos”, explica de una situación que le tuvo durante todo un día drenando agua de varios pozos subterráneos que tenían. Además, durante tres días, él y un grupo de vecinos sofocaron reproducciones en los alrededores del pueblo. “Perder la nave habría sido perder años de trabajo”.

Más al norte, en Castroverde de Campos (Zamora), el cocinero Luis Lera, reconocido por su defensa de la caza y la cocina de territorio, observa con preocupación cómo el fuego se repite año tras año. “Aquí no llegó, nos queda a 50 kilómetros, pero nuestra provincia se quema cada poco. Y siempre me pregunto: ¿por qué siempre esta provincia? Siempre nos toca a la España vaciada”.

Lera lamenta la ausencia de medios permanentes y la burocracia que dificulta el cuidado del monte: “No entiendo cómo no hay brigadas activas todo el año. Cada vez hay más trabas para podar o cortar, y encima hay poca gente… y a esa poca no la dejas trabajar”. Recuerda los incendios de 2022, que arrasaron zonas productoras de queso en Tábara, y advierte del impacto en otros recursos como la micología o la castaña: “Somos una de las primeras provincias micológicas de España, lo que se ha quemado va mucho más allá de lo material”.

El chef insiste en que la solución pasa por recuperar el manejo del territorio: “Habrá que dejar que la ganadería extensiva campe a sus anchas o mandar gente a limpiar el monte… Nuestra comunidad no está preparada. Hace dos años se quemó media provincia y ahora otra media”. Y, mientras las llamas se apagan, queda por responder la pregunta que sobrevuela todas las entrevistas: ¿Quién cuidará de este campo si quienes lo habitan sienten que no hay quien los proteja?

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Sobre la firma

Abraham Rivera
Escribe desde 2015 para EL PAÍS sobre gastronomía, buen beber, música y cultura. Antes ha sido comisario de diversos festivales, entre ellos Electrónica en Abril para La Casa Encendida, y ha colaborado con Museo Reina Sofía, CA2M y Matadero. También ha presentado el programa Retromanía, en Radio 3, durante una década.
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