Pánico en Monterrei, el triángulo del fuego en España: “Vamos a morir todos abrasados”
Los vecinos de A Caridade se vieron atrapados por las llamas sin que nadie los asistiese. Los equipos de extinción están desbordados y agotados


Fueron solo 15 minutos. En ese tiempo pasaron de divisar las llamas en la distancia a pensar que morían todos. Los vecinos de A Caridade, una aldea del municipio de Monterrei (Ourense) habitada por una treintena de personas, llevaban un día viendo arder el monte. Sobre las tres de la tarde de este miércoles, cambió el viento y en apenas un cuarto de hora “lo teníamos dentro del pueblo”, explica Begoña aún horrorizada. Salieron corriendo de sus casas, pero fue imposible huir del pueblo porque dos frentes de fuego los cercaban. Pilar, de 77 años, telefoneó a su hermana que vive en Pontevedra: “Reza por mí porque vamos a morir todos abrasados”.
Desesperados, llamaron repetidamente al 112 pidiendo medios aéreos, pero nadie los asistió. Begoña arrastró pueblo arriba a sus padres, de 78 y 67 años y delicados de salud. Él se resistía a abandonar la vivienda, quería coger una manguera para defenderla. “Fue angustioso. En ese momento no pensaba en nuestras casas, pensaba en nuestras vidas”, dice su hija. “Entiendo que hay muchos incendios y están desbordados, pero estaban en riesgo nuestras vidas. Tenía que haber venido alguien”. Las primeras casas que ardieron en A Caridade pararon ese primer gran susto.

Luego, al caer la noche, vinieron bomberos y se fueron; llegó una motobomba que se marchó a por agua y no volvió. Al amanecer se habían quemado 20 casas (dos habitadas), dos coches y varios tractores. Los cadáveres de cerdos y ovejas aún yacen sobre el suelo negro y humeante, el mismo que rodea esta aldea allá donde alcanza la vista. Samuel lo ha perdido todo. Ese hombre “alegre” según sus vecinos vaga este mañana por el pueblo “completamente en shock”. Las ovejas de Manolo llevan dos días sin beber y ha ido al Ayuntamiento a exigir una solución: “Es inhumano”.
El valle de Monterrei alberga varias de las parroquias que encabezan año tras año el ranking de alta actividad incendiaria en Galicia, una comunidad que a su vez concentra la mayor parte de los fuegos en España. Es un triángulo rojo que incluye los municipios de Monterrei, Cualedro, Oímbra, Vilardevós y A Mezquita. Este verano ha entrado en colapso. Nunca había sufrido “una salvajada así”, con tanto incendio al mismo tiempo. Pero es que lo único que ha cambiado en este valle durante todas las décadas en que ha liderado las estadísticas es el clima, apunta Francisco Bailón.
Bailón, de 33 años, vive en San Millao (Cualedro), una de esas parroquias de alta actividad incendiaria. Ve cómo se repiten año tras año las mismas especulaciones sobre los oscuros intereses que mueven a los delincuentes que provocan fuegos, mientras la Xunta, la Diputación y el Ayuntamiento se cruzan de brazos sin tomar medidas de calado en estas zonas de alto riesgo: “Con que solo pusieran una boca de incendios en cada pueblito para llenar los camiones de agua ya sería mucho”. Controlando la zona hay una única agente ambiental, la que estuvo este miércoles en A Caridade, se queja este vecino. Hay bomberos de fuera que han llegado de apoyo y andan desorientados sin GPS porque no hay cobertura, añade.
Los equipos de extinción están agotados y desbordados. En los partes meteorológicos no se vislumbra el final de esta situación crítica que llevan combatiendo desde hace días. Vecinos y voluntarios van de aldea en aldea para echar una mano repeliendo las llamas, que siguen avanzando sin control.

De los seis fuegos activos en Ourense, tres son en el valle de Monterrei: en Oímbra han ardido 5.000 hectáreas; en A Mezquita, 5.500; y en Vilardevós, 200. En el Macizo Central, los dos fuegos de Chandrexa se han juntado este jueves en uno que ya suma 10.500 hectáreas. Se convierte así en uno de los mayores de la historia de Galicia junto al de Valdeorras y el Folgoso do Courel de 2022. En total, van 23.000 hectáreas en toda la comunidad en los últimos días.
“Llevamos medio siglo haciendo lo mismo”, lamenta el agente forestal Xosé Santos, representante de los grupos ambientalistas en el Consello Forestal de Galicia. “Somos el territorio de Europa que más gasta en extinción, todo pivota en la extinción, pero la mejor política antiincendios es evitar que el fuego se produzca, sobre todo con el cambio climático. Pero resulta que no se hace ningún trabajo de prevención”.
Santos detecta carencias en las investigaciones para atrapar a los incendiarios y también en la limpieza de líneas eléctricas y autovías. Los equipos de extinción son “buenos”, afirma, pero no se cubren vacantes, les falta material y las brigadas municipales están integradas por efectivos que “no tienen formación”. También fallan, a su juicio, las labores de vigilancia, pese a que “un tiempo corto de reacción es vital para que no se convierta en un gran incendio”: “Hay casetas de vigilancia que están vacías y aun así aparecen en el Pladiga [Plan de Prevención y Defensa contra los Incendios en Galicia]” de la Xunta.
Fernando Pérez Feijóo, de 81 años, pasea con su bastón por la aldea de Flariz, en Monterrei: “Como este año nunca vi tanto incendio. Pero, claro, es que no llueve como antes”. Una pista de lo que se le venía encima a Ourense se la dieron a Fernando sus patatas. No las pudo plantar hasta junio porque antes “llovió, llovió y llovió”. Desde entonces, han pasado dos meses y medio sin caer una gota, una desproporción inusual, incide. El valle se ha llenado así de mucha maleza y muy seca, combustible letal para el triángulo rojo.
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