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Ir al bar a escuchar música: la nueva moda de los ‘hi-fi bars’

Un cambio de paradigma en el ocio pone en valor la buena acústica y una afinada selección musical

Bares HI-Fi

Como no le gustaba la banda sonora del que fue su restaurante favorito Kaijitsu (2009-2022, Nueva York), el aclamado compositor japonés Ryuichi Sakamoto se ofreció a crear distintas playlists, ninguna de ellas con su propia música, para mejorar la experiencia de comer allí. Aquella historia se hizo famosa en 2018 gracias a que el periodista Ben Ratliff la contó para The New York Times y el resto del mundo comenzó a pensar: ¿Y si la música fuera más importante de lo que creemos en los bares y restaurantes?

La idea viene de lejos y, de nuevo, de Japón. “Los listening bars originales provienen de los años 60 y 70 en Japón, cuando se popularizaron por todo el país”, explica Roberto Castán, socio de la consultora de bares Amarguería. Pero su comienzo arranca mucho antes: el primer ongaku kissa o café musical data de 1926 y sigue abierto. Se llama Cafe Lion y convive con los bares hi-fi (alta fidelidad) lugares donde se sirve alcohol hasta tarde además de intentar lograr una alta calidad de reproducción de la música lo más fiel posible a la original, apostando por la mejor tecnología y logrando que las condiciones del espacio sean las idóneas.

“Un bar hi-fi es aquel donde el sonido importa tanto como los tragos o la comida. Hay un buen equipo, buena selección musical y un ambiente cuidado”, afirma Ivan Di Giovanni, bartender y propietario del barcelonés Lonely Bar, en el que suenan ritmos variados, desde jazz y acid jazz, disco, funk, soul. “Ya no vale solamente con poner música de fondo a lo loco. La gente quiere sentarse, tomar algo con tranquilidad y alucinar con cómo suena cada canción, como si estuvieran en un concierto íntimo. En España, los clientes valoran cada vez más el buen sonido como parte de una experiencia completa”. Di Giovanni dice que por el impacto de las redes sociales y lo aspiracional, el ambiente cuidado vende más y pasar un rato en un sitio así se convierte en un gran plan. “Además, se está redescubriendo que escuchar bien una canción influye mucho sobre el estado de ánimo, y todo esto tiene algo especial que engancha y hace que vuelvas una y otra vez”, afirma.

Roberto Castán, quien tuvo un pasado en la música en grupos como Galáctica y Trigger, y como DJ en salas y festivales, dice que “un bar es, en su 80%, ambiente, y eso lo genera la luz, el sonido y la selección musical. El resto es la atención al cliente y los tragos”. Así, es comprensible que la tendencia de darle un protagonismo esencial a la banda sonora se haya instaurado plenamente en nuestro país y hoy sean muchos los bares que cuidan con especial detalle la acústica y la selección de temas. Entre este tipo de establecimientos destacan algunos como La Analógica (Madrid), Fluid (Madrid), Lonely (Barcelona), Oblicuo (Barcelona), Curtis Audiophile Bar (Barcelona), Moonlight (Zaragoza), Tempo (Madrid) o Mateo Honten (Madrid). “Un listening bar es claro, sencillo y entendible, y eso ayuda a que las agencias que crean conceptos y los interioristas que los desarrollan hayan apostado mucho por ellos”, dice Castán. “El hecho de que hayan triunfado en otros lugares de Europa, con los ejemplos de Fréquence, en París, y Bird, en Copenhaguen, refuerza el interés por invertir en ellos”, comenta el consultor.

Para Stefano Cimicata, bartender, dj y coleccionista de vinilos, la centralidad que ha adquirido la música en bares y coctelerías también responde a la moda que nos llega de Japón, Estados Unidos e Inglaterra. “A veces puede resultar en un copia y pega de las tendencias, sin ton ni son. Sin embargo, en toda esta ola hay gente verdaderamente interesada en recuperar sonoridades perdidas. Valoro positivamente lo que está ocurriendo, tanto para el mundo de la música como para el mundo del bar”.

Borja Insa y Kase. O en la barra de su coctelería zaragozana Moonlight.

La coctelería Moonlight (Zaragoza) tiene al bartender Borja Insa a los mandos (finalista en la competición World Class 2024) y al rapero y productor Kase. O como socio. “Por toda la trayectoria musical de Javier Ibarra (Kase. O) y por ser un experto en sonido, el bar está diseñado por y para la música: se hizo un estudio acústico del local con un ingeniero, diseñamos los planos adecuados para lograr la mejor sonoridad y Javier hizo una selección excelente, diferente a lo que suena en todos lados”, dice Insa. Para él, esta tendencia responde a un cambio de paradigma del ocio. “El típico bareto que podría asemejarse a un abrevadero, donde la gente iba a beber sin esperar nada más, está desapareciendo. Hoy se buscan bares que estén cuidados tanto en su aspecto, y en su aroma como en su sonido. Por esta razón invertimos tiempo en lo acústico: para nosotros no tendría sentido que salieras de nuestro bar y sintieras paz auditiva porque dentro el sonido era malo o la música estaba demasiado alta. Y tampoco lo queremos para nuestro equipo, porque queremos trabajar con comodidad, que no nos duela la cabeza por el ruido, que se pueda mantener una conversación sin problemas”. Insa relaciona también la capacidad de identificarse uno mismo con la música que escucha y la que suena en los locales donde va, como factor clave del éxito de los hi-fi bars.

Santiago Rigoni, de los locales madrileños Proper Sound y Toma Café, parte de la base que un bar hi-fi “es un deseo inalcanzable” en tanto que, inevitablemente, “es un lugar de diálogo y de voces elevadas y cualquier amante del hi-fi sabe que el silencio es el mejor amigo de la música”. No obstante, define el concepto como “un lugar donde el sonido y la propuesta musical son los protagonistas y hacen de la experiencia sonora algo cálido y memorable”. Para Rigoni, esta moda viene propulsada por el nuevo auge del vinilo. “Aunque las leyes todavía juegan en nuestra contra, ya que consideran que un set de platos de vinilo son para una actuación en vivo y no una cortina musical”, dice el experto, que calcula el coste mínimo para un buen equipo de sonido en los 15 mil euros, y el máximo “en el infinito”.

En Proper Sound, el cuidado del acondicionamiento acústico es clave, algo complicado de conseguir, según dice, en la mayoría de los locales en Madrid por sus cristaleras o sus techos. “Hay fórmulas como cortinas gruesas, paneles absorbentes en paredes y techos para apagar los rebotes y en algunos casos trampas de graves para ciertas esquinas”, comenta Rigoni, que insta a evitar el exceso de graves y los grupos grandes de gente si se quiere dar la mejor experiencia. En este local, que nació “como capricho” en el tostador de café de Toma Café y ya como espacio de escucha en 2020, se inspiraron en el sistema de sonido de Casa Bonay y recomiendan también Watts Cantina, Casa Música y Oblicuo.

Según Insa, todo empieza en la calidad de reproducción de los archivos de música, que tiene que ser muy alta. “Además, creo que tiene que sonar increíble y, a la vez, que se pueda disfrutar de una conversación”. Para él es fundamental que no haya rebote de sonido que haga que las voces de las personas se entremezclen con el sonido de los altavoces. “Hay que intentar que el sonido rebote lo menos posible: para eso, nosotros colocamos un techo acústico, acabado con pintura acústica, tanto en la sala como sobre la barra (también forrada con un material acústico), y usamos la madera para todos los muebles porque absorbe mejor el ruido. También escogimos sillas anchas de madera para que ocupen, más o menos, lo que ocuparía una persona y hagan de elemento acústico bajo la lógica de que la música siempre suena mejor cuando el espacio no está vacío. Así, a pesar de que nos resta aforo, nuestro bar suena igual de bien si hay dos personas que si está lleno”

Insa concluye con una reflexión: “Un bar hi-fi es un local donde hay una hipersensibilidad por sus dueños hacia la parte acústica, la selección musical, un cariño y un mimo en el sonido y en el espacio y en quien lo habita y trabaja en el local”.

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