Ir al contenido
_
_
_
_

Así envejece una ciudad: colegios de los sesenta en el sur de Madrid reconvertidos en centros de mayores

Fuenlabrada, Getafe, San Sebastián de los Reyes o Colmenar Viejo pierden alumnos cada año por la falta de niños y los colegios que han ido cerrando se reutilizan ahora para dar servicio a los jubilados

Colegio Ferrer i Guardia de Fuenlabrada en Madrid

No hace falta llevar las cuentas del tiempo para saber que un día esto fue distinto. Es tan sencillo como observar —y después escuchar— lo que hace Ana Mari López: tumbarse en el suelo, cerrar los ojos, aspirar hondo y ser obediente a las instrucciones de su profesora, Paloma Trejo. “Dejemos pasar los pensamientos, que circulen, como los coches en una carretera”, indica la docente. “Pensemos en nuestro aroma preferido. Un aroma como esas cosas del pasado que habíamos olvidado”, añade.

Ana Mari López es, de los 24 alumnos de la clase, la más aplicada. Colocada en primera fila, llega un momento en el que parece entrar en trance. Apenas se mueve por fuera. “Por dentro, sin embargo, es otra historia”, dirá al final de la sesión. Ana Mari no es una niña. Tiene 77 años. Sus pensamientos, en cambio, sí son bastante infantiles. Está como viajando en el tiempo, quizá hasta el corretear ligero y vibrante de su hija cuando esta tenía ocho años, la edad a la que Ana Mari la escolarizó en el colegio Ferrer i Guardia de Fuenlabrada, el mismo lugar que ella utiliza hoy como centro de mayores, más de 30 años después.


Imágenes de archivo del No-Do en el colegio Ferrer i Guardia de Fuenlabrada, ahora convertido en centro de mayores.

La hija de Ana Mari falleció en un accidente en el que también pudo perder a su otro hijo. El suceso fue un antes y un después en su vida y la de su marido, que también murió hace dos años. Cuando Ana Mari despierta al finalizar la clase de relajación de la profesora Paloma, la mujer justifica sus ojos vidriosos con el grosor del cristal de sus gafas de ver. Varias compañeras, en cambio, se acercan a ella sin decir nada.

Todas saben lo que hay y sobran las palabras. Juntas se marchan a la carrera por los mismos pasillos por los que veían hacer la fila a “sus pequeños” mientras parecen recordarlos. “Cuando te relajas se desatan los sentimientos”, afirma la profesora Paloma al quedarse sola. “Hay días en los que se me pone a llorar media clase y me siento fatal. Tienen muchas emociones acumuladas”.

Fuenlabrada fue en los años noventa la ciudad más fértil de Madrid y la séptima de España. Aquí nacían 13 niños por cada 1.000 habitantes. El Ayuntamiento defiende la afirmación que circula entre sus vecinos, esa que dice que esta fue la ciudad más joven de Europa durante mucho tiempo en el final del siglo XX.

 
Ana Mari, durante la clase de relajación en el centro de mayores Ferrer i Guardia de Fuenlabrada.

En 2025, los colegios del casco antiguo de Fuenlabrada —al igual que le sucede a otros municipios como Getafe, Leganés, Alcorcón, Móstoles, San Sebastián de los Reyes o Colmenar Viejo— se están desangrando de alumnos. Es una tendencia que viene de lejos, al menos desde que la natalidad empezó a caer en picado con la crisis económica de 2008.

Ahora mismo, en estas urbes del extrarradio de Madrid los mayores de 75 años superan en número a los niños de entre 0 y 9 años. Fuenlabrada es, a día de hoy, la única excepción, algo que parece pasajero porque las personas de más de 75 se han triplicado en los últimos 15 años, mientras que los niños han pasado del 12% al 8%. Y es solo el principio.

Los vecinos de entre 60 y 75 años han pasado del 5% al 20%, cuatro veces más. Como consecuencia, muchos colegios han perdido sus alumnos y han cerrado sus puertas. El centro ha quedado envejecido y las nuevas familias se asientan en los barrios de las afueras, donde se sitúa la obra nueva, mientras que el centro ha quedado para los abuelos y la población inmigrante, que aporta buena parte de los niños que nacen actualmente.

El colegio Ferrer i Guardia se inauguró en 1972. Por aquel entonces fue bautizado como Grupo Escolar General Varela. Los padres se manifestaron fervientemente para que se sustituyera aquel nombre en honor del ministro franquista José Enrique Varela. De aquellos años donde el Ferrer i Guardia era cada mañana un griterío de niños no hay casi documentos gráficos. Solo algunas imágenes del No-Do conservadas en el archivo de RTVE en un documental que hacía propaganda del deporte en los pueblos de Madrid que Franco visualizó como las futuras ciudades dormitorio. Las profesoras dirigen a sus alumnos, uniformados para la ocasión y segregados por sexos, en el patio de recreo donde juegan al corro de la patata.

El Ferrer i Guardia fue la primera gran escuela de un municipio que estaba a las puertas de vivir su boom de natalidad definitivo. “La presión poblacional en la ciudad durante los años ochenta fue de tal calibre que se construían cuatro o cinco colegios por curso”, cuenta un portavoz municipal del Ayuntamiento de Fuenlabrada.

En esa década, se levantaron más de 30 centros públicos. Las nuevas familias llegaban desde zonas rurales de Castilla-La Mancha, Andalucía y Extremadura. Compraban viviendas estándar de 60 metros cuadrados y dos habitaciones en bloques que, a los ojos de los habitantes primigenios de las casas bajas, parecían rascacielos. Desde sus ventanas solo se veía un largo horizonte de descampados: un mundo todavía por construir.

“El caso es que los colegios no daban abasto. No podían atender toda la demanda. La población se multiplicaba cada año”, manifiesta el mismo portavoz. Los niños parecían apilarse unos encima de otros en las aulas, que estaban abarrotadas. El colegio San Esteban, por ejemplo, segundo centro educativo en abrir en Fuenlabrada en el año 1978, llegó a tener 1.400 alumnos.

Ahora apenas llega a los 170 y también será reconvertido. “Es una dinámica que se repite sistemáticamente en el centro de la ciudad. Los más afortunados han pasado de ser de línea tres a línea uno, pero hay muchos que han cerrado. En las afueras, sin embargo, nos demandan colegios. El barrio de Vivero, Hospital de Fuenlabrada o Loranca son las zonas fértiles, aunque la dinámica general es a la baja”, añade.

En el consistorio parecen estar obsesionados con su pirámide de población. “Las decisiones y los recursos tienen que pensarse en función de la gente que tienes”, afirman. Por eso idearon el plan de reutilizar el Ferrer i Guardia como centro de mayores, que es uno de los servicios prioritarios en este momento. Lleva funcionando desde hace siete años y se llenó desde el primer curso. Buena parte de estos abuelos son los padres que llegaron a Fuenlabrada desde los pueblos y formaron aquí sus familias.

A principios de año, se anunció un nuevo proyecto para mayores, esta vez en las instalaciones del colegio San Esteban. Está financiado por la Unión Europea después de ganar un concurso de innovación urbana. La idea es reconstruir el interior del edificio para habilitar 20 viviendas donde residirán los mayores. A cambio, el Ayuntamiento se hará cargo de las casas de estas personas y las realquilará a jóvenes a un precio un 30 o 40% del precio de mercado.

Por su parte, Getafe también está en proceso de rehabilitar el antiguo colegio La Magdalena, que durante años ha sido la sede del Obispado de Madrid. En Colmenar Viejo se ha demolido el Isabel la Católica y, en San Sebastián de los Reyes, hicieron lo propio con una escuela infantil en la calle Hermenegildo. Todos ellos serán reutilizados por mayores. Un portavoz del Ayuntamiento de Getafe apunta que tienen al menos seis colegios más que quedaron vacíos y ahora se utilizan para la Policía Local, la Uned, la Escuela de Música, la Escuela de Idiomas o locales para Asociaciones de Discapacidad y Educación.

Ana Mari sale del Ferrer i Guardia del mismo modo que le enseñó a su hija. “Hasta mañana, Paloma. Mañana nos vemos en la piscina”, se despide de la profesora. Dice Paloma, de 48 años, que su vocación en un principio eran los niños.

“En realidad hay muchas similitudes con los mayores. La psicología de unos y otros es parecida. Estos también son niños en cierta forma. Son disfrutones y han perdido el filtro. Igual que los pequeños, quieren que les prestes atención. Basta con hacer que se sientan útiles”, cuenta la docente que, al cerrar la puerta, reconoce que la gran mayoría viene porque han perdido su razón de ser.

 
Un bastón en la cafetería del centro de mayores Ferrer i Guardia de Fuenlabrada.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_