La playa, un refugio para las noches tórridas
Si con las temperaturas actuales ya aumenta la mortalidad en las olas de calor, ¿qué puede suceder con un pico de 50 grados?


Barcelona despidió el mes de junio con récord de calor. El Observatorio Fabra registró el lunes 30 una máxima de 37,6 grados, el valor más alto nunca registrado en un mes de junio en los 112 años de historia de esta estación. Desde principios de junio hemos encadenado el mayor número de noches tórridas, que son aquellas en las que se superan los 25 grados, pero esa nomenclatura ya se nos queda corta, porque también las ha habido de más de 30 grados, las llamadas nits roents. Entre 2007 y 2015 apenas se registraba una media de cinco noches tórridas al año.
Cuando el Ayuntamiento de Barcelona anuncio hace unas semanas que en 2026 realizará un simulacro de emergencia para un pico de temperatura de 50 grados, mucha gente se sorprendió. Hace apenas dos décadas, ese escenario, era ciencia ficción. Si con las temperaturas actuales ya aumenta la mortalidad en las olas de calor, ¿qué puede suceder con un pico de 50 grados? Si llegamos a ese extremo significará que la temperatura media ha subido hasta niveles peligrosos y eso es precisamente lo que pronostica un estudio del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambiental de la Universidad de Barcelona.
Con simulaciones de alta resolución a partir de la evolución de los últimos años y de las proyecciones globales, el estudio prevé un aumento de temperaturas en las olas de calor de hasta seis grados de aquí a final de siglo, con una reducción de la humedad y una intensificación del efecto isla de calor en las ciudades. A medio plazo prevé un aumento de las temperaturas máximas medias de 4 grados, y de las mínimas medias de 3,5. En concreto, las temperaturas pueden llegar a 45 grados en las zonas urbanas del interior del Área Metropolitana, y a 42 en el interior de la ciudad de Barcelona.
Si eso ocurre, la primera cuestión es: ¿está preparada la ciudad? Porque en un pico de 50 grados, muchos dispositivos dejan de funcionar. Empezando por los sistemas de aire acondicionado, que no están pensados para sobrecargas tan extremas. Tampoco los materiales, desde las vías férreas al asfalto. Hay que tener en cuenta además que la mayor parte de los edificios de viviendas de los barrios de renta baja del área metropolitana se levantaron en los años sesenta, con unos materiales y unas técnicas constructivas de ínfima calidad. Y que alrededor del 70% de los edificios de Cataluña se construyeron antes de que entrara en vigor la primera normativa de aislamiento término y eficiencia energética.
Así que el cambio climático nos va a afectar a todos, pero no todos estamos en las mismas condiciones de afrontarlo. El reto va a ser hacer frente a la nueva situación atendiendo al mismo tiempo la diferente vulnerabilidad. La población más desprotegida es también la más vulnerable en términos de salud: quienes ya se encuentran en situación de pobreza energética difícilmente tendrán recursos para protegerse de las olas de calor y sus casas están en peores condiciones.
El Pla Clima del Ayuntamiento de Barcelona contempla estos escenarios y trata de anticiparse. El problema es que el cambio climático va más rápido que nuestra capacidad de reacción y ya no es difícil de imaginar que el principal uso de las playas (si es que quedan) pase a ser la de refugio climático en las noches de calor extremo.
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