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CONCIERTOS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Jennifer Lopez, una diva en la cima del entretenimiento

La polifacética estrella del Bronx expuso un espectáculo dinámico y poco original aunque efectivo

Concierto de Jennifer Lopex en el Palau SantJordi.

Abuelas, madres e hijas. Allí estaban. La tríada soñada por cualquier artista de recorrido que no tire del monocultivo de una generación. Cierto que no llenaron el Sant Jordi en su primera actuación en Barcelona, donde estuvo a comienzos de los 2000 en unos Ondas, pero Jennifer Lopez reunió familias en su concierto, un show que no tiró de originalidad, diseñado para su autoafirmación como mujer romántica, atlética y capaz de cantar, bailar y moverse con soltura sobre tacones de vértigo durante algo más de dos horas. Su impactante figura, resaltada por un vestuario sucinto de los que evitan excesos de equipaje, fue el centro de un montaje en el que primaron las coreografías y los intentos de aproximarse a España mediante un imaginario de postal añeja.

Se trataba de pasarlo bien y para Jennifer lo demás fueron detalles menores, como para Trump el inglés que se habla en Liberia. Como mandan los cánones del Made In USA el montaje, de un sonido ejemplar desde su inicio, se dividió en actos, cinco, que dieron lugar a consecuentes cambios de vestuario, hasta siete, con muchos brillos y flecos menos en el momento cuero.

Como corresponde a una estrella planetaria, hubo guiños a todo tipo de música, y del reggaetón, la gran amenaza latina para las figuras estándar, se tomó un leve perfume en Booty, título por lo demás explícito que le dio ocasión de agitar el…..booty. El segundo acto, el del cuero, fue rockero, pero acabó funky con Get Right. En el tercero medio rapeó en Birthday, pero antes se puso sexy en un medio tiempo rítmico, I’m Into You que fue introducido con exposición de sus inclinaciones en materia de relaciones íntimas, que, aclaremos, van de lo duro a lo lento y suave, pasando por lo romántico y lo travieso, como indicó. Bien está saberlo.

En el cuarto acto apeló a retratar “lo nuestro” mediante dos iconos infalibles: el flamenco, muy a su manera, mediante bailaores con aire de mariachis imaginativos, una versión de Gracias a la Vida de Chavela Vargas, cajón, guitarra acústica y mantón de Manila y toma así como aflamencada de If You Had My Love, uno de sus éxitos. Complementaron la estampa unas vidrieras góticas por eso de que en España, aunque estuviésemos en Cataluña, cosa que ella significó, la iglesia no puede faltar. O igual fue una evocación a las bodas de verdad, cima del amor romántico. Lo cierto es que olvidó al torero. Luego, en el mismo acto, llegó un toque de guitarra pop-rock en Qué hiciste y el homenaje a Selena, la interpretación de la cual la consolidó en Hollywood, mediante Si una vez.

Jennifer Lopez durante el concierto en Barcelona.

A todo esto los vestuarios iban evolucionando hasta alcanzar el cénit con un modelo a base de espejitos y tejido brillante que aún centraba más la mirada en la diva. Habló en castellano, idioma en el que mostraba cierta inseguridad y en inglés, su lengua, y dijo que lo mejor del amor son sus primeros momentos, cuando el amor es la hostia (sic). Sus cuatro matrimonios avalan la teoría. También alentó a la libertad individual para ser lo que uno quiere ser en la vida, como si el ascensor social aún estuviese engrasado, y para ello cantó Free. Con anterioridad el recinto había brincado con Dance Again, había encendido las linternas de los móviles en All I Have, había visto a la incansable Jennifer sobre una escalera —West Side Story en la memoria—, en la que hacía de mascarón de proa en Waiting For Tonight y luego se escuchó una infiltración salsera en Let’s Get Loud.Todo ello bajo el mandato de la música dance con derivaciones de moderno rhythm & blues.Celebrar la vida bailando era la cuestión. Y si de paso te enamorabas en el concierto, miel sobre hojuelas.

En conjunto el show fue dinámico y entretenido, con Jennifer como implacable diva de melena siempre en movimiento gracias a los ventiladores que la agitaban aumentando así su aire leonino. Una mujer determinada, muy en forma —abdominales modelo Armand Duplantis—, con una voz que soporta el baile y una voluntad de entretener que es lo que la ha llevado a la cima, mucho trabajo mediante. De la clase media al estrellato, de una familia migrante a ser una empresaria sagaz, una cantante de éxito, una bailarina aún solvente y una actriz como mínimo popular.

Abuelas, madres e hijas salieron satisfechas. El público disfrutó y el espectáculo no pecó de largo pese a su duración. Unas horas para pensar que el mundo es divertido, que es bonito enamorarse, luego ya se verá, y que si estudias y trabajas podrás ser como ella. Y si te falta dinero ganas una beca. Fácil ¿no?

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