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El pirocúmulo: la gran nube de 14 kilómetros que arrasó con todo en Lleida en tiempo récord

El fuego modificó las condiciones atmosféricas y en media hora alcanzó velocidades de 28 kilómetros por hora

El incendio ayer iniciado en la comarca de la Segarra (Lleida) que causó dos muertos.Foto: BOMBERS | Vídeo: EPV

El incendio que ha causado la muerte de dos personas el martes en Lleida pertenece a lo que los Bomberos catalogan de sexta generación. “Incendios capaces de generar procesos convectivos que no podemos predecir”, explica Edgar Nebot, ingeniero forestal, técnico agrícola y subinspector de los GRAF (Grupo de Actuaciones Forestales) de los Bomberos de la Generalitat. Y eso se manifiesta en el pirocúmulo, una nube de gases y vapor de agua que generan los incendios, y que alcanzó 14 kilómetros de altura el martes. “Es lo que causa la incerteza en la emergencia que define los incendios de sexta generación”, añade el especialista sobre la capacidad del fuego de cambiar el entorno de la atmosfera y la carencia de herramientas para predecirlo. Entre las 18.10 y las 18.40, en solo media hora, el pirocúmulo generó una carrera de vientos que hizo que el fuego alcanzase puntas de velocidad de 28 kilómetros por hora. “Una de las cifras más altas registradas”, explica el especialista, que lo compara con lo que consideran un fuego rápido, que es el que avanza a una velocidad de siete u ocho kilómetros por hora.

Además del cambio climático, otro de los elementos que explican la formación del martes del pirocúmulo es la cantidad de material combustible que encontró y arrasó el fuego, que afectó principalmente a campos agrícolas de cereales, justo antes de la recogida de la cosecha. “Desde que se forman el grano hasta que se recoge, el paisaje es muy vulnerable, con toneladas de combustible seco y aireado”, añade Nebot, que señala también el terrible impacto socioeconómico para los agricultores de la zona. De ahí sacó el incendio toda su energía para crear el pirocúmulo y correr, hasta quemar 5.500 hectáreas. “El mosaico agrícola es muy resiliente, pero vulnerable en los meses de junio y julio. Cuando se haya retirado todo, y empaquetado la paja, se reducirá el combustible disponible y será más seguro”, añade.

La Fundación Pau Costa es una entidad que nació tras la catástrofe de Horta de Sant Joan en julio de 2009, en la que murieron cinco bomberos en Cataluña (lleva el nombre de uno de ellos) e investiga en la prevención de incendios. El ingeniero de montes Luis Berbiela es su vicepresidente y analiza el cambio de paradigma en la respuesta ante unos fuegos “que se expanden con una rapidez tremenda”. “Ahora lo que estamos viviendo es una nueva situación, por las temperaturas extremas, que producen una disponibilidad de combustible, en este caso agrícola”, abunda. “Lo de ayer [por el incendio en Lleida], es un aviso dramático sobre una nueva normalidad con la que vamos a tener que combatir”, añade Berbiela, que alerta sobre los peligros que suponen estos fuegos de sexta generación, capaces de generar pirocúmulos. El de ayer incluso obligó a que los bomberos se retirasen.

¿Cómo se genera este pirocúmulo? Berbiela explica: “Cuando la vegetación se quema libera grandes cantidades de calor, lo que provoca que el aire se eleve con rapidez, choque con las capas altas de la atmosfera, se condense y la columna de aire se derrumbe hacia la parte donde progresa el incendio provocando que la dirección de los frentes se vuelva caótica”. Berbiela lo ejemplifica como si se lanzara con fuerza una botella de agua abierta sobre el suelo y el líquido sale disparado en todas direcciones. Si a eso se suma que el incendio se produjo en una zona agrícola donde las cosechas no estaban todavía recogidas, la fuerza es mayor. “Así, el fuego crea su propio clima y en vez de estar sometido a vientos locales, de pronto queda sometido a unos vientos generados por la propia convección del aire caliente que genera el incendio”. De este modo, el fenómeno puede generar sus propias tormentas por delante del fuego y provocar aparatos eléctricos gracias a “un género muy potente de liberación de energía”.

Y es esa expansión sin control a una velocidad vertiginosa la que más pone en peligro vidas humanas. “Lo que provoca las medidas de evacuación sean muy difíciles y por eso, la mayor parte de las instrucciones sean las de confinarse ante un fuego que no permite huida”, cuenta. “¿Cuántos pueblos he de confinar dos horas antes ante este tipo de incendios?“, añade el subinspector de los GRAF sobre las dificultades de predicción en ese tipo de contextos. El fuego de Lleida provocó el confinamiento de diversos municipios en Cataluña, con unas 20.000 personas. A las once de la noche del martes, Protección Civil levantó el encierro en las distintas localidades gracias a la mejora de las condiciones.

“El peligro es real, estamos en unos entornos agroforestales que están sufriendo unas condiciones permanentemente extremas”, indica Berbiela sobre el aumento de temperaturas. La realidad es que el incendio mortal de Lleida se inició en la primera ola de calor del año en España, que ha pulverizado récords de temperatura en distintos territorios. Se trata además del primer gran incendio en Cataluña del verano, cuya campaña forestal arrancó a principios de junio con una importante mejora del estado de los bosques gracias a las lluvias primaverales tras tres años de sequía. Desde Bomberos de la Generalitat, sin embargo, se alertaba de que precisamente esa gran cantidad de agua caída en primavera había disparado la vegetación que, tras secarse, se iba a convertir en combustible incendiario.

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