El cazador de fuegos Nacho Martín, de ayudar en Perú o Bolivia a proteger su pueblo: “Castilla y León se parece demasiado a países tercermundistas”
Un bombero que viaja por Sudamérica para apagar incendios ve muchas similitudes entre esos operativos y los de España


La voz grave, tranquila, experimentada, resuena entre el azote del viento, las rachas de humo y las sirenas de los helicópteros que actúan sobre un incendio cercano. El hombre es alto, fibroso, lleva el pelo negro largo recogido, luce barba, tiene ojos oscuros, decora su rostro con varios piercings, varios aros cuelgan de sus orejas y la tinta cubre su piel con motivos de incendios o bosques: “Este soy yo, el caos y el orden”. Nacho Martín, de 42 años, es bombero forestal y busca poner orden donde reina el caos, especialmente entre fuegos incontrolables que acaba domesticando. Suma 22 años en el gremio e incontables viajes a Sudamérica con su ONG SOS Wildfire, donde intenta actuar y formar para contener fuegos desoladores. Ahora trabaja en León, tierra devastada por las llamas, en un “descontrol” impropio de Europa: “Castilla y León se parece demasiado a países tercermundistas”.
El compromiso de Martín con los más desfavorecidos hizo que abandonara un puesto estable como bombero en las brigadas del Ministerio de Transición Ecológica para abrazar la precariedad de la Junta de Castilla y León, cuyo operativo mayoritariamente temporal conlleva que muchos brigadistas deban buscarse la vida varios meses… o colaborar en otros países. “Era casi una necesidad personal de poder hacer algo con las tragedias medioambientales que pasan año tras año en todas partes del mundo”, argumenta el salmantino de cuna y ahora afincado en Filiel (León), pues trabaja en una base cercana. Esos focos que perseguía por medio mundo esta vez han irrumpido en sus dominios, donde ahora reclaman manos preferiblemente expertas, pues la escasez de medios autonómicos baja el listón de exigencia.
Él ha pasado por Costa Rica, Ecuador, Perú, Bolivia y Argentina, y cree que históricamente España ha destacado sobre esas naciones “porque aquí tenemos muchos medios, muchos recursos, la gente es muy profesional y se podían hacer con los incendios dentro de la gravedad de los mismos. Alguno se podía descontrolar, pero lo teníamos bastante bien dimensionado”. Ahora todo ha cambiado por un “cúmulo de circunstancias” que ha traído una “simultaneidad de incendios” que ha desnudado las capacidades de prevención y contención de las administraciones territoriales. “Me recuerda mucho al año pasado en Bolivia, se arrasó un cuarto del país, y el desbordamiento y humo por todos lados me ha recordado muchísimo este descontrol que está habiendo”, destaca el bombero mientras se dirige a colaborar como voluntario, en su tiempo de asueto, en los alrededores de su morada.

El experto cree que España ha vivido con cierta suficiencia sin considerar su posición de riesgo ante años como este, con duras olas de calor vomitadas por el cambio climático sobre espacios poco adaptados al desafío. “Por desgracia, en Castilla y León nos parecemos demasiado a países tercermundistas, no hay condiciones dignas que permitan que la gente pueda ser profesional. Además, la gente no tiene continuidad. No me refiero a que no haya trabajo todo el año, sino que las condiciones son tan malas que la mayoría, en cuanto tiene algo mejor, se larga del dispositivo”, resume Martín, con compañeros talentosos o veteranos hartos de sus condiciones. Este fenómeno, muy común en la depauperada Castilla y León, hace que “personal que debería tener amplia experiencia y formación, como pueden ser los gestores de la propia emergencia, no tengan experiencia ni formación, y está habiendo un caos”. Esta tesis encaja con muchas protestas de los bomberos estos días de fuego en la comunidad, pues alegan que muchos técnicos o responsables de decisiones clave fracasan para decidir cómo operar en momentos críticos y que marcan que un frente se ataje o se enloquezca.
El bombero se carcajea cuando se pregunta por qué él no se larga como esos colegas: “Porque estamos trastornados y lo que nos gusta es esto, entonces lo hacemos hasta de gratis”. A veces, admite, el cariño social habitual se torna rabia porque los habitantes se sienten abandonados, frustrados con las administraciones: “Cuando ven que vienes a colaborar, a trabajar, se vuelcan contigo, pero también hay una frustración lógica por la sensación de abandono y por la situación tan grave que se les viene encima”. Martín coincide en cómo la muerte rural y la caída del sector primario propician estas catástrofes porque “el monte vuelve a su curso natural” tras librarse del yugo humano. El bombero lamenta tanto lo demográfico como lo administrativo: “No hay una política forestal y ambiental que fomente, ayude y facilite el tratamiento. No te digo en todos los terrenos privados, sino en zonas estratégicas que sirvan de contención para los pueblos y de protección”.
La conversación transcurre mientras, sudando, recorre el monte rumbo a una lengua de fuego que contener con otros colegas voluntarios, que le responden “¡Oído cocina!”, cuando les sugiere cómo proceder o le dan su parecer cuando les pregunta cómo creen ellos que deben intervenir. El líder de SOS Wildfire se acuesta estos días destrozado, pero no siempre concilia el sueño, tanto por la excitación como por la reflexión. Son noches de “impotencia terrible”, de “querer hacer todo” y que, muchas veces, por las condiciones del fuego resulte imposible. “Nada nos duele más a quienes trabajamos en incendios que estar parados porque no te permite trabajar por seguridad. Nos mata por dentro”, sintetiza Martín, cansado de fajarse entre llamas y que en los despachos “se tiren mierda unos a otros en vez de buscar soluciones”. Él advierte de que tras este mamporro hay que analizar cómo mejorar e invertir más en formación y rendimiento. La alternativa, bajar peldaños: “Nos empezamos a parecer a países pobres con un dispositivo mucho peor, como Bolivia o Perú. Hagamos las cosas bien, seamos profesionales, formémonos como tal, metámonos en ese papel y hagamos el trabajo con todo lo que tenemos y con todo lo que podemos”.
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