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Primavera húmeda y junio infernal: los bomberos de Castilla y León se preparan para un verano de fuego

Las tempranas olas de calor sobre la abundante vegetación anticipan meses de incendios como el de Lleida, con dos muertos

Vista de una de las zonas quemadas por el primer gran incendio forestal del año en España, en Lleida.
Juan Navarro

Lo que antes era verde, ahora es amarillo. Donde había charcos, ahora solo quedan grietas y suelos áridos. La primera ola de calor oficial de este verano y las temperaturas tórridas de junio han desecado los efectos de una primavera inusualmente húmeda en España, que supone noticias positivas como embalses llenos y algunas con asterisco: la nutridísima vegetación por esas lluvias pronto se convertirá, si no lo ha hecho ya, en yesca, combustible para los incendios. Este contexto, unido al cambio climático, acarrea incendios de sexta generación, donde el fuego es capaz de alterar la meteorología entre tormentas secas, vientos incontrolables y nada de agua. Así lo han sufrido esta semana en La Segarra (Lleida), con dos muertos y unas 5.000 hectáreas afectadas. Los bomberos de Castilla y León, después de dos veranos tranquilos tras el infierno de 2022, temen un estío duro por el contexto y las escasas mejoras del dispositivo.

El escenario complejo se acusa a pie de campo, donde los dispositivos vaticinan una campaña complicada. Jorge Nieto, secretario provincial de Medio Ambiente de CC OO Ávila, territorio castigado por las llamas en 2021, ve así el escenario: “Que la primavera venga húmeda está bien si se mantiene, cuando las herbáceas tienen humedad corre poco el incendio cuando empieza, pero si están secas corre mucho”. Tantas lluvias propician que exista mucho “combustible fino” como esas herbáceas, pero el intenso estío las ha desecado “y tenemos mucho combustible seco que hace que se propague el incendio más deprisa”.

En Cataluña ha sucedido así, apunta, donde el viento ha colaborado para esa propagación fugaz que inhabilita al contingente humano: “Está peligroso, estamos muy atentos a las olas de calor porque además del fino se desecará el combustible grueso como los matorrales”. Nieto, agente medioambiental, reclama que las Administraciones sean ágiles y movilicen rápidamente los medios para contener las ascuas en sus inicios, antes de que superen la hectárea de afección, momento en que se complica contenerlas.

A ello se une la precariedad del sector: esta misma semana los bomberos de la Comunidad de Madrid han detenido una huelga por sus pésimas condiciones laborales y en territorios como Castilla y León critican un operativo público-privado con pobres sueldos, escasa formación y recursos inadecuados: en sus convenios laborales ni se consideran bomberos forestales sino peones. El sindicalista carga contra este escenario: “La Junta sigue manteniendo un dispositivo similar al de 2022, con tantos fuegos. Se ha mejorado un poco en el personal laboral, pero se ha contratado un servicio privado de autobombas que supone un gasto elevado, es un batiburrillo de contratos laborales”. Nieto detalla que se han ampliado los meses de campaña de tres a cuatro, bien, pero exigiendo más al personal e incrementando las guardias. También destaca que hay un “déficit en la contratación de personal, las bolsas están agotadas y hay que tirar del paro, de personal sin experiencia, hay gente que entra a apagar fuegos sin experiencia”.

Incendio de Torrefeta i Florejacs (Lleida), en la localidad de Cabanabona, el 2 de julio de 2025.

La abundancia hídrica en los primeros meses del año, explica Lourdes Hernández, de la ONG medioambientalista WWF, conforma riesgo: “La estrecha relación entre las condiciones meteorológicas adversas y el riesgo de incendios recuerda que no hay que bajar la guardia: las tempranas olas de calor extremas y persistentes secan la vegetación rápidamente y facilitan la propagación de grandes incendios forestales”. Hernández alude a La Segarra y sus “inauditas velocidades de propagación y formación de pirocúmulos” como “perfecto ejemplo de que a pesar de las lluvias primaverales, el riesgo es extremo”. La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ha confirmado que el elevado calor de junio ha “pulverizado récords” con una media de 23,6 grados, casi uno más que el anterior máximo registro, en 2017. Los datos sobre Zamora ciudad, capital de la provincia, donde en 2022 ardieron 60.000 hectáreas, el 6% de su superficie, con cuatro fallecidos, reflejan este riesgo: el pasado 29 de junio se convirtió en el día de ese mes más cálido de la historia, con 39,9 grados.

Un brigadista de la sierra de la Culebra (Zamora), dañada por el fuego en 2022, recalca que estos días el calor y la humedad ambiental han provocado varios incendios causados por “tormentas con mucha carga eléctrica” pero, por suerte, “aún hay bastante humedad en el combustible y han sido pequeños incendios”, aunque todo dependerá de los termómetros: “Se prevé una campaña dura, hay mucha vegetación y maleza que se está secando... se supone que agosto y septiembre vendrán fastidiados”. Además, lamenta que “hay muchos puestos que falta gente y no se han cubierto y las condiciones de las cuadrillas siguen siendo las mismas”.

El consejero de Medio Ambiente de Castilla y León, Juan Carlos Suárez-Quiñones (PP), ha reivindicado la “rapidez” del dispositivo y la acción de la Junta: “Tenemos el dispositivo del operativo de incendios al máximo de sus capacidades”. Los integrantes matiza: aunque estuviera al “máximo”, faltan manos y compañeros con capacitación y experiencia, pues muchos de los miembros de los contingentes en Castilla y León aprovechan ofertas laborales en otras comunidades o convocatorias de oposiciones para incorporarse a otros retenes con plaza fija y sin la inestabilidad habitual en esta comunidad.

Un bombero de León teme una mala campaña: “Pese a todo lo que ha llovido, muchos incendios están provocados por rayos, que dice mucho de la sequedad del terreno”. En Galicia, añade, tierra también quemada con frecuencia, “tienen mucho temor porque hace mucho calor y no llueve, se está secando todo a una velocidad tremenda”. “Con esta situación va a venir un verano complicado, más allá de las negligencias o del paisano de turno, las tormentas secas van a dar muchos problemas como en 2022, aunque ahora ha estado lloviendo más”, considera el brigadista en alusión al año en que España acumuló buena parte de las hectáreas arrasadas de Europa: un tercio de ellas fueron en los dos incendios de la Culebra, fruto de tormentas secas en junio y julio. El bombero teme un verano complicado de mantenerse estos azotes de calor: “Tendremos ciclos de semanas bastante complicados, pinta mal la cosa. El problema son las temperaturas nocturnas que no bajan y los vientos, llevamos unos años que lo complican todo”.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, buscándose la vida y pisando calle. Grado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS. Autor de 'Los rescoldos de la Culebra'.
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