El “extraño” comportamiento que propagó el incendio de Larouco, el más devastador de la historia de Galicia
La alcaldesa de municipio de Ourense donde se desató, que fue bombera, cuenta que su propagación reventó la “lógica del fuego”. Cuando prendió, las brigadas de la zona estaban en otros focos


El fuego más devastador de la historia de Galicia se encendió en un municipio de Ourense cuya alcaldesa fue brigadista antiincendios. Una semana después, aún con las llamas fuera de control y con 30.000 hectáreas quemadas, Patricia Lamela, 45 años, regidora de Larouco por el PP, sigue dándole vueltas a ese “comportamiento extraño” que mostró el incendio el primer día. Un batallón de unos 60 vecinos y una motobomba se desplegó por el flanco por el que debía producirse el avance atendiendo a la sabiduría popular y profesional, relata la regidora: “La lógica del fuego es que suba y vaya ancheando. Tenía que haber subido hacia el monte, pero se fue hacia abajo”. Fue solo el primer regate de una lengua de fuego de trayectoria impredecible que, tras revivir varias veces, acabó arrasando casas y negocios en la comarca de Valdeorras en Ourense, amenaza la Reserva de la Biosfera de O Courel en Lugo, y ya ha entrado en el Bierzo. Todo ello a través de un territorio despoblado, seco y lleno de maleza y en el que escasean cada vez más barreras naturales como los cultivos.
No se le puede echar la culpa al viento. Tanto ese miércoles 13 a las siete de la tarde, cuando empezó el horror, como los dos días siguientes, en Larouco hizo un calor abrasador, pero no se movía una rama. La alcaldesa de esta localidad de menos de 450 habitantes, estaba en Ourense con gestiones municipales cuando la llamaron alertándola de que acababa de desatarse un foco en la zona de San Martiño. La provincia ya tenía decretada la alerta total. Como el pueblo no cuenta ya con brigada antiincendios porque el escuálido presupuesto municipal no da, esgrime Lamela, allá fueron decenas de vecinos con el camión motobomba del Ayuntamiento. En la Galicia despoblada, los pueblos estaban llenos porque era puente festivo.
“Fue al llegar cuando vi que bajaba hacia Freixido de Abaixo en vez de subir. No lo podía creer”, recuerda la alcaldesa. Los bomberos de la zona de Larouco tampoco estaban disponibles en aquel comienzo. “Estaban en Manzaneda, en Oímbra, en Chandrexa… Dicen que no hay medios, pero lo que pasa es que era un descontrol. Nadie está preparado para esto”, defiende Lamela. Con todo, se logró frenar su avance hacia Freixido de Abaixo, un núcleo del limítrofe municipio de Petín. Al día siguiente, sin embargo, revivió y “se desmadró de manera loca”.
El fuego se dirigió de vuelta a Larouco, hacia Freixido de Arriba. Esa víspera de festivo en la que casi arde, esta aldea tenía preparada una romería con DJ. Después, narra la alcaldesa, las llamas subieron hacia la residencia de ancianos y el núcleo de Larouco se salvó gracias a que fueron frenadas por las viñas que lo rodean: “Iba con una rapidez tremenda e hizo aire, había remolinos… no sé ni cómo explicar lo que vi”. Los medios de extinción se centraron en proteger viviendas y negocios y por eso siguió descontrolándose, aduce. Saltó al vecino municipio de Petín para continuar su periplo destructor por A Rúa, Vilamartín, O Barco, O Bolo, Carballeda, Rubiá, A Veiga y Quiroga. El día 15, regresó a Larouco y quemó tres casas en Seadur. “¡Y se averió la motobomba! ¡Por un manguito de mierda!”, revive Lamela.

El incendio prendió en un punto de Larouco sin cultivos y cogió fuerza por un territorio de vegetación inflamable y orografía inaccesible. “Si esa zona hubiese estado cultivada, no habría saltado o hubiera sido más fácil pararlo”, explica un técnico de la Consellería de Medio Rural que conoce bien el lugar. En esta comarca de Valdeorras abundan las encinas, jaras, el roble mediterráneo y los pinos, especies más secas que arden más fácil. El alcalde socialista de Vilamartín de Valdeorras, Enrique Álvarez, coincide en el “comportamiento raro” del incendio de Larouco, pero lo atribuye a las excepcionales circunstancias climatológicas, con casi 40 grados. “No hay ganado, no hay pastos, no hay cortafuegos naturales. La prueba es que donde había viñas no se metió”, explica sobre un paisaje cada vez menos mixto. “Los pinos a menos de 600-700 metros de una aldea son antorchas”.
La alcaldesa popular defiende que medios de extinción sí hubo, pero que “era imposible” frenar el incendio. Sus vecinos lo dieron todo: “Mis niños, mis veinteañeros, se portaron como unos campeones, esa generación de la que tanto dicen…” Esgrime que las brigadas municipales, de las que Larouco carece, son “un peligro” porque “te dan un curso y te meten en un fuego”. Sobre las causas, sospecha que alguien lo provocó y descarta que lo originara un rayo, porque el radar meteorológico no detectó ninguna descarga. Una semana después, Larouco todavía no respira en calma. Este miércoles los rescoldos volvieron a revivir, asegura Lamela. A ella la pilló “vestida de alcaldesa”, de pantalón blanco y sandalias porque tenía una entrevista. De esta guisa fue hacia las llamas. Ahora ya no se separa de su traje antiincendios.
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