La corrupción resucita el lema “PSOE, PP, la misma mierda es”, pero ahora sin 15-M
Podemos y Vox elevan su mensaje contra el “bipartidismo” y otros partidos de izquierda incluso rescatan el lema de las plazas, aunque el momento político y social es incomparable


Dos escenas de la política española en pleno terremoto por las revelaciones de posible corrupción en el PSOE. Ambas, con una idea en común que ya sonó con fuerza hace más de una década.
En la primera, Irene de Miguel, coordinadora extremeña de Podemos, se dirige a la presidenta María Guardiola (PP) en la Asamblea para decirle que ni se le ocurra presumir de que su partido está al margen del tipo de corrupción que, según la Guardia Civil, implica al PSOE a través de Santos Cerdán y José Luis Ábalos. “El problema se llama bipartidismo y todos están pringados”, le suelta. En la segunda, en los pasillos de la Asamblea de Madrid, Isabel Pérez, portavoz de Vox, acusa al PSOE y al PP de compartir un modelo de “alternancia bipartidista corrupta”.
Aunque nunca ha llegado a desaparecer, este discurso, que vivió su apogeo tras la Gran Recesión, perdió presencia en la fase más rígida de la política de bloques, con Vox pactando por sistema con el PP en las comunidades desde 2019 y Podemos gobernando en España junto al PSOE desde 2020. Rotas estas amarras, la crítica al “bipartidismo” —término que se usa peyorativamente para referirse a los dos grandes partidos como haz y envés de un mismo sistema viciado— ha ido ganando peso. Y el caso de posible corrupción en el PSOE ha disparado su protagonismo, hasta el punto de volver a oírse en la política española el famoso lema del 15-M “PSOE, PP, la misma mierda es”.
Sus principales difusores son Podemos y Vox. En el partido morado, no hay ocasión en que sus primeras figuras tomen la palabra sin acudir a este repertorio. Dos ejemplos solo este fin de semana. Ione Belarra, su secretaria general, afirmó ante su dirección que “la corrupción ha sido y es una de las señas de identidad del sistema bipartidista”. En una manifestación por la protección del lobo, Irene Montero, europarlamentaria, pidió acabar con el “poder corrupto del bipartidismo”.
No son declaraciones sueltas. Es el mensaje central de la dirección, el que replican a diario sus cuentas en redes sociales, el que se repite a escala local y autonómica. ¿Mantiene vigencia este discurso tras pasar por el Gobierno junto al PSOE? Plena vigencia, responde un portavoz de Podemos, para quien se ha hecho evidente que “el bipartidismo”, una forma de hacer política que “tiene entre sus elementos centrales la corrupción”, ha “avanzado posiciones” con el Gobierno del PSOE y Sumar. “Nosotros hemos gobernado con ellos, sí, pero nunca nos hemos llevado a engaño. Sabemos cómo es el PSOE, por eso apretábamos”, añade.
Si en Podemos este mensaje ha ido ganado enteros desde su ruptura con Sumar tras las elecciones de 2023, en Vox lo ha hecho a raíz de su salida de los gobiernos autonómicos hace un año. El partido de Santiago Abascal presenta continuamente al PP —“el socialismo azul”— como aliado del PSOE, sobre todo en la Unión Europea. Ahora ha ampliado el radio de esa imputación a la corrupción.

La semana pasada, en la Eurocámara, el jefe de la delegación europea de Vox, Jorge Buxadé, acusó al PP de ocultar en la UE la corrupción del PSOE por compartir ambos partidos un sistema de encubrimiento mutuo. “El tiempo del bipartidismo ha terminado. Ni cloacas ni puños en alto. Solo una España nueva y decente”, proclamó Buxadé, con pedigrí ideológico falangista. Mensajes similares se replican en todos los niveles del partido, aunque Vox sigue junto al PP en decenas de ayuntamientos y hace menos de un mes pactaron los presupuestos en Baleares.
Incluso la vicepresidenta
El discurso no se limita a las filas de Belarra y Abascal. Incluso la vicepresidenta del Gobierno Yolanda Díaz (Sumar) lo ha rescatado tras el informe Cerdán. “El problema se llama bipartidismo”, declaró el sábado en el congreso de CC OO, cuando llamó a acabar con la “forma de gobierno” de la “corrupción”. Antes, en un mensaje difundido por IU, el diputado Toni Valero, su coordinador en Andalucía, había afirmado que “las mierdas del bipartidismo” no debían frenar los “avances sociales” del Gobierno. Mas lejos han llegado los Comuns, cuyo portavoz, Gerardo Pisarello, llegó a especular con salir del Ejecutivo ante un caso de “corrupción estructural” del “viejo bipartidismo”.
Sea de un modo u otro, el concepto suena con frecuencia. A veces, de forma explícita. Dos casos en la izquierda. Ana Pontón, líder del BNG, presumía el sábado de limpieza en contraste con el PSOE y el PP: “No somos como el bipartidismo”. Y Néstor Salvador, secretario de Organización de Adelante Andalucía, el partido de Teresa Rodríguez, incluso recuperó la semana pasada en rueda de prensa un famoso lema del 15-M, “PSOE, PP, la misma mierda es”.

En otras ocasiones, el concepto flota implícitamente, como cuando Gabriel Rufián, portavoz de ERC, le ha pedido al presidente, Pedro Sánchez, que no lo haga elegir entre “corruptos cutres”, los del PSOE, o “corruptos premium", los del PP y Vox. O cuando la portavoz de Junts, Míriam Nogueras, ha rescatado la idea de la “España irreformable” a raíz de las revelaciones sobre desmanes en el PSOE, una fórmula que se emplea para desacreditar el sistema político español en su conjunto, sin distinguir siglas, y que en este caso obvia los casos de corrupción que han afectado a Junts y antes a Convergència. O cuando Arnaldo Otegi, líder de EH Bildu, ha afirmado que “la corrupción es el estado natural del régimen del 78”.
Un espacio por aprovechar
La politóloga Ana Salazar detecta una lógica tras la proliferación de discursos antibipartidistas: “Al partido que desbanca al partido de la corrupción lo pillan por corrupción, y el que quiere arreglarlo es el partido desbancado”. A su juicio, al carecer el PP de “legitimidad” para encabezar la impugnación, “se abre un espacio para otras opciones, que intentan aprovecharlo”. Directora de la consultora Idus3, Salazar cree que tener credibilidad con este discurso es “muy difícil” para los partidos del grupo Sumar, por estar en el Gobierno, pero que “a Podemos sí le puede funcionar, porque llevan un año y medio con un mensaje de ruptura, en particular sobre Israel y el rearme”. “Esto les favorece en su competición con Sumar”, añade.
¿Y Vox? Salazar cree que tiene margen para sacar partido del hartazgo que genera el martilleo con la corrupción, a pesar de que le afectan sus propios casos, como el posible fraude de quien fue su líder andaluz, el juez Francisco Serrano, y sobre todo las irregularidades en su financiación. “La diferencia es que Vox no propone una alternativa democrática, sino un sistema diferente de carácter más autoritario”, afirma con la vista en la involución en Estados Unidos y Hungría.

En un “clima antipolítico” donde cunde el “todos son iguales”, Vox lo tiene más fácil para capitalizar el descontento que Podemos, sostiene Eli Gallardo, autor de El año que votamos peligrosamente (Rapitbook, 2024), una crónica sobre toda una década de cambio político. “Aunque el 15-M reaccionario no prenda en la calle, por más que lo intenten yendo a Ferraz, el momento es propicio para que la rabia salga por la derecha”, afirma.
¿Por qué? “Primero —responde el politólogo—, por una cuestión de tiempo: la izquierda lleva siete años en el poder. Segundo, porque los cuadros que se presentan como rupturistas en la izquierda son viejos conocidos. El plan de Podemos de ser el enfant terrible tiene sus límites. Todo el mundo ha visto que han pasado por el poder y aquí sigue habiendo casas sin gente y gente sin casa“.
Diferencias “radicales” con 2015
El analista político Sergio Pascual, que fue secretario de Organización de Podemos, cree que este escándalo alienta de manera “natural” en la opinión pública una identificación entre el PSOE y el PP. Pero, a su juicio, varios factores hacen que el contexto sea “radicalmente distinto” al que llevó al apogeo de Podemos con su discurso anticasta hace diez años. Uno de ellos es que “no hay una crisis de régimen”, que sí había entonces y provocó la abdicación de Juan Carlos I. Otro es que frente a la salida novedosa que ofrecía Podemos, ahora hay un “atrincheramiento ideológico” a izquierda y derecha, desarrolla Pascual, para quien ese terreno de juego favorece ahora al bloque PP-Vox.
“La sociedad hoy es más cínica. No piensa en una segunda transición. Hay más sálvese quien pueda”, añade el autor de Un cadáver en el Congreso. Del sí se puede al no se quiere (Altamarea, 2022). La traducción electoral más previsible es, según Pascual, miembro del consejo del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag), un trasvase de voto derechista a Vox sin discutir la primacía del PP dentro del bloque y una desmovilización de parte de la izquierda que a su vez provocaría un efecto colateral. ¿Cuál? Si se percibe —analiza— una alta probabilidad de llegada al poder del PP, un sector del electorado socialista podría prestar su apoyo a Alberto Núñez Feijóo para minimizar su dependencia de Abascal, fenómeno del que ya se benefició Juan Manuel Moreno en 2022 en Andalucía.
Coincide grosso modo el profesor de Sociología en la Universidad del País Vasco Imanol Zubero. Aunque tras la Gran Recesión hubo fuerzas progresistas que canalizaron la “rabia”, como Podemos, Movimiento 5 Estrellas en Italia o Syriza en Grecia, ahora ve más posibilidades de que el clima de hartazgo lleve a una “mayor abstención” en la izquierda y a una movilización “antipolítica” de la derecha que engorde las opciones radicales, aunque sin discutir el liderazgo del PP en el campo conservador.
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