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Un secreto a voces para los amantes de los cócteles en Barcelona

Un club solo para miembros y con vocación de museo. Así es Stravinsky’s Parfumerie, la nueva coctelería de moda en el Born que une historia, mixología y creatividad

Después de éxitos como Paradiso o Bar Muy Buenas, la unión de fuerzas entre Enric Rebordosa y Lito Valdovinos (Grupo Confitería) junto al diseñador Iban Calzada y su estudio Ideas y Buenas Noticias vuelve con Stravinsky’s Parfumerie. Es un homenaje a la imaginación (del arte) y a la razón (de las líneas puras del art déco), además de una clase magistral de alquimia, coctelería y perfumería que pone de manifiesto la permanente vinculación entre el olfato y el sabor. Porque, como decía Nabokov, nada evoca tan completamente el pasado como un olor.

Stravinsky’s Parfumerie es un nuevo speakeasy a la sombra de Dr. Stravinsky en la lista The World’s 50 Best Bars por su valiente apuesta por aunar la artesanía y la aventura. La propuesta se divide en tres espacios: museo/tienda (se venden libros, perfumes…), coctelería y laboratorio. Lleva el nombre de Grigori Stravinsky, un hombre ficticio cuya vida, claro está, es de novela. Por eso, antes de adentrarnos en el templo coctelero, la zona de la entrada invita a recorrer el museo, que explica su azaroso devenir a través de fotografías y objetos de época y de un árbol genealógico con todas sus amistades.

Para empezar, Grigori fue un niño adoptado por los padres de Igor Stravinsky, el genial compositor. Pasó su infancia y adolescencia entre Lutsk, Lemberg y San Petersburgo, su madurez en París y sus últimos años en Barcelona. De carácter sensible y curioso, aunque también frío y analítico, dedicó su vida al arte y a la ciencia. Estudiar química despertó en él una segunda pasión: la perfumería. Abrió dos tiendas en París, llamadas Spleen Parfums, un guiño a Baudelaire, que advertía que le beau est toujours bizarre (lo bello es siempre extraño). El imaginario personaje conoció a Misia Sert, a Coco Chanel… Como también fue ayudante de vestuario y escenografía de Léon Bakst y Serguéi Diáguilev, en una de las giras del año 1929 en las que acompañaba a los ballets rusos, Grigori recayó en Barcelona, donde trabó amistad con la gran mujer de la noche La Bella Dorita (la Mae West de Barcelona) y con Frederic Verdaguer, quien le ayudaría a montar su última perfumería en la calle de Mirallers, 5 (donde hoy está Dr. Stravinsky).

“Al descubrir ese local en 2017 nos encontramos los restos de una perfumería y nos sirvió de inspiración para desarrollar nuevos conceptos de la coctelería”, fabula maliciosamente Enric Rebordosa, encantado de dar rienda suelta a sus ganas de jugar con el poder insinuante de la literatura y la historia. Rebordosa es editor (propietario de la editorial Flâneur) y experto (junto a Lito) en poner en marcha proyectos de hostelería exitosos. Su filosofía es clara como la lista de la compra: “Nuestra vocación es conservar el patrimonio de la ciudad, por eso apostamos por recuperar locales con un toque cultural. Después de Paradiso, con Dr. Stravinsky quisimos dar relevancia a las técnicas de coctelería, aplicando también a ellas el mundo de los fermentados cuando nadie hablaba de ello. Fíjate que nos llamaban los kombucheros. La idea es aplicar técnicas de la alta gastronomía a la coctelería. Todo artesano”.

Su pasión literaria le ha convertido en gran connaisseur de la historia y esta, ya se sabe, se puede rastrear en los nombres y en los aromas de sus perfumes. “Quería explicar la caída del antiguo mundo zarista y cómo el exilio ruso influyó en el París de la belle époque. En 1900, gran parte del mundo cultural estaba en San Petersburgo. El nombre viene porque en El maestro y Margarita, de Bulgákov, hay un Dr. Stravinsky. El nuestro vive el paso de los años diez a los veinte, se relaciona con Proust, André Gide, además de Coco Chanel, que introduce la química en la perfumería a través de los aldehídos”. Si Kazimir Malévich diseñó el frasco del perfume Moscú Rojo creado por Auguste Michel, Jean Helleu se encargó de este Nº 5, de una depuración admirable.

En los suelos recuperados de Stravinsky’s Parfumerie reluce una impecable baldosa hidráulica. La decoración evoca el encanto de las antiguas perfumerías europeas y los laboratorios de época. No caben más de 50 personas en sala porque la intención es tener un trato personalizado. Para acceder se requiere ser socio, un trámite gratuito y que se resuelve en dos minutos, y esperar a tener mesa.

El tercer espacio de Stravinsky’s Parfumerie es el laboratorio de los cócteles, donde se llevan a cabo las preparaciones previas (mezclas, por ejemplo, de tequila con queso chédar o vinagre con ruibarbo) y al que se puede acceder si se solicita explicación. César Montilla, bar manager, explica aquí que todas las bebidas son de producción propia. En esta open kitchen no hay coca-cola ni tónica ni cerveza, hay una cámara de fermentación en la que reposan kombuchas e hidromieles. La carta contiene 16 referencias basadas en las figuras emblemáticas que acompañaron a Grigori Stravinsky en su periplo vital y cada cóctel puede aromatizarse con un perfume sugerido: Femme du Monde es, por ejemplo, un whisky sour inspirado en Misia Sert, El Duque es el Negroni que homenajea a Dimitri Romanov y In Search of Lost Time es el Old Fashioned que recuerda a Proust.

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Sobre la firma

Use Lahoz
Es autor de las novelas 'Los Baldrich', 'La estación perdida', 'Los buenos amigos' o 'Jauja' y del libro de viajes 'París'. Su obra narrativa ha obtenido varios premios. Es profesor en la Universidad Sciences Po de París. Como periodista fue Premio Pica d´Estat 2011. Colabora en El Ojo Crítico de RNE y en EL PAÍS. 'Verso suelto' es su última novela
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