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“A mi taller vienen economistas y abogados buscando dar un cambio a su vida”: Mike Hausmann, el ebanista que se negó a vivir pegado al ordenador

Ingeniero industrial de formación, se hizo ebanista al ver que si seguía por esa senda todo su trabajo sería en un escritorio. Con sus piezas busca evadir la urgencia que impregna la vida y el consumo de hoy en día

Mike Hausmann (Barcelona, 32 años) reconoce que su vocación de ebanista no le viene de familia, sino que nace de una necesidad: saber hacer. Sus seis años de formación como ingeniero industrial le enfrentaron con la que, por entonces, se atisbaba como su realidad profesional: “Hoy en día es todo informática. Antiguamente, los ingenieros y los arquitectos eran quienes construían los puentes y las casas, no solo quienes las diseñaban. Me faltaba esa parte de tocar y la necesidad de sentirme útil”, comenta en la entrada de su taller en el barrio de Gràcia en Barcelona. Este espacio de trabajo que él ahora ocupa —junto a otros dos jóvenes ebanistas— fue, en tiempos, la Carpintería Isidoro. En el local está la imponente presencia de la maquinaria industrial; hay piezas acabadas, otras a medio hacer y bastante materia prima recién llegada del aserradero. “No te puedes imaginar la gente que viene al taller buscando una oportunidad. Te hablo de economistas o abogados que quieren dar un cambio a su vida”, cuenta al respecto de cómo su espacio de trabajo es visto, por algunos, como una válvula de escape que podría reconfigurar la realidad laboral.

Hausmann se fue introduciendo en el mundo de la madera al terminar la universidad, poco a poco y mediante la realización de cursos a la par que compaginaba su trabajo en una empresa de automoción en Martorell.

Hace cinco años se decidió a montar su propio espacio también en la capital catalana. Hace tres comenzó una nueva etapa en esta nueva ubicación, desde la que produce alrededor de 100 productos al año entre encargos de alta artesanía con madera maciza y otros más económicos fabricados con conglomerado. Tiene clientes particulares en Madrid, Ibiza, Holanda, Suiza, México, Francia, Bélgica, Italia, Nueva York o Arabia Saudí. Y trabaja, entre otros, con interioristas como Lázaro Rosa-Violán, Sandra Tarruella y Torndelacreu.

Entre las creaciones estrella de este joven ebanista —aficionado al skate y que pasó en Tarragona la mayor parte de su vida— está una silla llamada Fina. Es un modelo de asiento ligero y robusto con varias versiones. A veces, solo madera; otras, madera con asiento de cuerda de papel japonesa. En ella combina la precisión de la ingeniería con el mimo de la artesanía y su predilección por el diseño japonés y escandinavo. “Lo difícil es hacer algo con pocas uniones, muy bien hechas, que dure y que tenga seis o siete técnicas diferentes de trabajar el material”, apunta.

En estos tiempos de compras online y de rapidísimos tiempos de entrega, ¿qué debe de esperar un cliente al adquirir una pieza artesanal que ha de ser generada ex profeso? “Creo que entre interioristas, arquitectos, diseñadores y artesanos podemos explicar que para tener un producto hecho a mano hay que esperar porque la madera baja del aserradero, hay que descargarla en el taller, pulirla y dejar que respire. A veces también hay que reforzarla, barnizarla y aceitarla”, explica. Y remata: “Al entrar aquí no detengo el tiempo, pero lo ajusto a la velocidad que quiero porque hay piezas que no se pueden hacer rápidas, ya que salen peor y hay que repetirlas”, sentencia. Una razón más para defender que cuando se desea alcanzar el grado de excelencia, no hay lugar para que la velocidad desvíe el rumbo hacia el objetivo.

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