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Maye Musk, la madre del hombre más rico del mundo: “No hay nada que un Musk no pueda hacer”

Cuando comenzó a trabajar como modelo, le dijeron que a los 18 años su carrera estaría acabada. Hoy, con 77, sigue vigente y encarna un nuevo canon de belleza maduro y real. También es la madre de Elon Musk, el temido magnate de Silicon Valley. Para ella, es solo su hijo. “Es muy dulce, muy bueno”, asegura

Martín Bianchi

No hay un alma en las calles de Chelsea un domingo de verano. Los vecinos de este barrio neoyorquino, una antigua zona industrial del sur de Manhattan reconvertida en refugio de burgueses bohemios, han abandonado sus lujosos lofts con vistas a la High Line para internarse en sus casas de playa en los Hamptons. Maye Musk (Regina, Canadá, 77 años) podría estar en Cape Cod, Palm Beach o donde quisiera. Pero la madre de Elon Musk, el hombre más rico del mundo, está a punto de entrar en el Edificio Wolf, una vieja imprenta entre la avenida 10 y el río Hudson, para una sesión de fotos con El País Semanal.

Llega 30 minutos antes de lo previsto a bordo de un VTC. La acompaña su representante. “Me gusta llegar pronto a las cosas. Yo lo llamo el factor sorpresa. Para triunfar hay que adelantarse”, dice Musk con un suave acento sudafricano, herencia de haber pasado su infancia y juventud en ese país. Va vestida toda de blanco, con un pantalón, una camisa y una blazer a juego con su melena plateada. Lleva un bolso con una frase bordada: “A woman makes a plan”. Una mujer hace un plan. Es un guiño a un refrán africano: “Un granjero hace un plan”. También es el título de sus memorias, publicadas en 2019. El libro ya ha vendido casi dos millones de copias en más de 100 países y ha sido traducido a 32 idiomas, incluido el español.

“Maye podría ser una de esas señoras que viven en el Upper East Side y no trabajan, pero le encanta su trabajo”, explica el peluquero italiano Gianluca Mandelli, que va a peinarla para la sesión. Mandelli trabaja con famosos de la talla de Lenny Kravitz o la supermodelo Karolina Kurkova y conoce a Musk desde hace seis años. “Es sensacional, ya verás. No es de este planeta”.

Con sus 1,74 metros, su cabello blanco nuclear, su cara angulosa y sus ojos azules, Maye Musk parece una extraterrestre que acaba de descender por error en las calles de Nueva York. Cuando tenía 15 años, una amiga de sus padres se fijó en su belleza gélida y la contrató en su agencia de modelos. “Me dijeron que mi carrera acabaría cuando cumpliera los 18”, recuerda. Erraron en la predicción. Desde entonces, nunca paró. A los 67, desfiló por primera vez en la Semana de la Moda de Nueva York. A los 69, la marca de cosméticos Covergirl la fichó como imagen. A los 74 se convirtió en la modelo de mayor edad en protagonizar el número dedicado a trajes de baño de la revista Sports Illustrated. Hoy, con 77 años, sigue trabajando. Al día siguiente de esta entrevista tiene que madrugar para coger un vuelo a Escocia. Una marca de ropa la ha contratado para una campaña junto a Eliza y Amelia Spencer, las sobrinas de Lady Di.

El secreto de su éxito actual entre las marcas y revistas de moda es su look de abuela sofisticada pero real. Lo descubrió a los 59 años, cuando dejó de hacerse el tinte. Las canas no tardaron en aparecer. Su agencia dejó de llamarla durante seis meses, hasta que una directora artística la vio caminando por la calle con su nuevo estilismo y la contrató para un especial sobre longevidad de la revista Time. Dos años después, en 2011, llegó a la portada de la revista New York, donde posó a lo Demi Moore, desnuda y “embarazada”, para un reportaje sobre el bum de las mujeres mayores que quieren ser madres. No piensa volver a teñirse el pelo. Tampoco tiene planes de pincharse la cara. “Me contratan como modelo porque no me he hecho nada. Nunca me inyecté bótox ni me he hecho una cirugía estética. Tengo miedo a las agujas”, explica.

El periodista estadounidense Walter Isaacson la describe como una mujer intrépida en su biografía de Elon Musk, publicada en 2023. Isaacson afirma que Maye heredó el gusto por el peligro de su padre, Joshua Haldeman, un aventurero médico quiropráctico estadounidense. Los Haldeman emigraron de Canadá a Pretoria, en Sudáfrica, en 1950, en los primeros días del apartheid. Según publicó The Atlantic en 2023, el padre de Maye apoyaba la segregación racial.

La infancia de la modelo fue algo extraña y solitaria. “Éramos una familia bastante aislada. Yo era una nerd de las ciencias. Era muy buena en matemáticas y física. Tenía algunos amigos, pero no muchos. Mientras los otros niños se iban de vacaciones a la playa, nosotros nos íbamos al desierto”, recuerda. Su padre, aficionado a la aviación y las teorías de la conspiración, estaba obsesionado con encontrar la ciudad perdida de Kalahari. Maye y su familia lo acompañaron en ocho viajes a bordo de una vieja avioneta Bellanca sin GPS ni radio. Haldeman falleció en un vuelo, en 1974.

Maye conoció a Errol Musk en el instituto, en Pretoria. Él era un chico popular y mujeriego. “Era bastante malo, así que yo no quería tener una cita con él. Pero cuando eres una nerd no tienes muchas citas. Así que empezamos a salir”. Tras graduarse, se matriculó en Nutrición en la Universidad. El tercer año, un compañero la apuntó a un certamen de belleza. Así consiguió un contrato con una agencia de modelos de Johanesburgo. Llegó a finalista del concurso Miss Sudáfrica en 1969.

Con 20 años, cansada de las infidelidades y los celos de Musk, rompió el noviazgo. Luego se marchó a Ciudad del Cabo para empezar a trabajar como nutricionista. Un día, él se apareció sin avisar con un anillo de compromiso. “Me juró y perjuró que seguía enamorado de mí y que no volvería a engañarme. Yo le dije que no, pero insistió en que me quedara el anillo. ‘Si no lo aceptas, me suicido’, me dijo”. Se quedó la sortija. Musk volvió a Pretoria para hablar con los Haldeman. Les dijo que Maye había aceptado casarse con él. “A mi padre le pareció bien y entre ellos organizaron todo. Yo estaba a miles de kilómetros, sola, en una ciudad nueva. No conocía a nadie, había engordado 30 kilos y estaba en un estado miserable. Así que me dije: ‘Casarme no puede ser peor que todo esto”.

Fue mucho peor. Ya en la luna de miel, Errol Musk empezó a pegarle. “Me quedé de piedra cuando vi que no se arrepentía y que no iba a dejar de golpearme cada vez que le viniera la gana”, narra la modelo en sus memorias. Volvió del viaje embarazada de su primer hijo, Elon. No contó nada a su familia sobre la violencia machista que estaba sufriendo. Le daba vergüenza reconocer que se había equivocado con Errol. “En esa época ser víctima de violencia de género era un tabú. La gente no hablaba de eso”, cuenta.

Llegó tarde al hospital para dar a luz a Elon por culpa de su marido. No pudieron administrarle anestesia epidural y tuvo que tener un parto natural. Fue difícil y doloroso porque el bebé pesaba cuatro kilos y tenía la cabeza grande. En cuanto se convirtió en madre, dejó de trabajar como modelo. “En ese momento no habría podido aceptar ningún trabajo porque tenía moratones en todo el cuerpo”, recuerda. Con 23 años, estaba atrapada en un matrimonio violento. Después de Elon, llegaron Kimbal y Tosca.

Errol Musk tenía poder económico e influencia política y llegó a amenazarla con destrozarle la cara con un cuchillo y con dispararles a los niños en las rodillas si se atrevía a divorciarse. También la golpeaba delante de los niños. En sus memorias, la modelo recuerda cómo Elon, con solo cinco años, le daba puñetazos a su padre en la parte trasera de las rodillas para intentar que parara. “He hablado con los chicos sobre esto. Afortunadamente, no recuerdan nada. Tenían, 2, 3 y 5 años”. Aguantó así casi una década, hasta que un día cogió fuerzas y pidió el divorcio. No reclamó dinero, solo la custodia de sus hijos. El proceso fue largo y terrorífico. Todavía no tenía la resolución del juez en sus manos cuando su marido se presentó sin avisar en su casa y la persiguió por la calle con un cuchillo. Después de eso, pidió una orden de alejamiento.

—¿Por qué no se cambió el apellido tras el divorcio?

—Mis hijos eran Musk. Por eso lo conservé. Y mira, ahora soy famosa por ese apellido.

A los 31 años se mudó a Durban, donde abrió su consulta de nutrición y retomó su carrera de modelo. Vivía con sus hijos en un apartamento diminuto. Eran tan pobres que comían bocadillos y cenaban sopa de alubias todos los días. Su exmarido, en cambio, se había vuelto muy rico. Tenía negocios y una mina de esmeraldas, dos casas, un yate, un avión, cinco coches de lujo. “Pero yo estaba feliz. Cuando me divorcié, me dio igual el dinero porque ya no tenía un esposo gritándome todo el rato. Es mejor pasar penurias económicas que aguantar a un hombre violento”, dice. Nunca más volvió a pensar en el matrimonio: “Casarse es fácil, pero divorciarse es más difícil” [una investigación publicada por The New York Times reveló esta semana que Errol Musk ha sido acusado de abusar sexualmente de cinco de sus hijos e hijastros desde 1993, hechos que él niega].

Según Maye, su hijo Elon siempre fue “insaciable”. A los cinco meses ya comía cereales, fruta triturada y purés de verdura. Con un año comía la misma comida que ella. Elon se volvió un niño inquieto, “con la nariz siempre metida en un libro”. Los memorizaba. En casa lo llamaban “la enciclopedia con patas” o “el genio”, pero en el colegio le hacían bullying. “Dos años después del divorcio quiso irse a vivir con su padre porque tenía un ordenador y muchos libros en su casa. Yo no podía hacer nada porque no tenía dinero para comprarle un ordenador. Así que, con 10 años, se fue a vivir con mi exmarido. Así es Elon…”, explica la modelo.

Con 12, Elon Musk hizo su primer negocio. Creó un programa informático, un juego que se llamaba Blastar, y lo vendió a la revista PC Magazine por unos 500 dólares. Maye se mudó a Johanesburgo para estar cerca de él. Empezó a ganar dinero como nutricionista y dando charlas y conferencias sobre alimentación sana. Elon se empeñó en mudarse a Canadá porque estaba convencido de que Norteamérica era el lugar perfecto para desarrollar su pasión por la informática. Le suplicó de rodillas que se mudaran. La modelo accedió y toda la familia terminó instalándose en Toronto.

En Canadá, su país natal, Maye se volvió una especie de gurú de la nutrición. La nombraron presidenta del colegio de nutricionistas de Ontario y, luego, del colegio de nutricionistas de Canadá. Le dio sus ahorros de 10.000 dólares a Elon y a su hermano Kimbal para sufragar los gastos de su primera empresa de software, Zip2, fundada en 1995. “Yo tenía una tarjeta de crédito canadiense y ellos no. Así que iba a visitarlos cada seis semanas. Les compraba la comida, les pagaba el alquiler y las impresiones… Trabajaban y dormían en el mismo sitio, era asqueroso. Ellos no lo van a reconocer, pero fue duro”, dice.

Zip2 fue la génesis de la fortuna de Elon Musk. En 1999 la vendió a Compaq por 307 millones de dólares. Ese mismo año cofundó el banco en línea X.com, que luego se fusionaría con Confinity y se convertiría en PayPal, empresa que se vendió en 2002 por unos 1.500 millones de euros. Ese año fundó la compañía aeroespacial SpaceX y en 2003 se unió al fabricante de vehículos eléctricos Tesla. Como consejero delegado de Tesla y SpaceX, se ha convertido en el hombre más rico del mundo. Según Forbes, su fortuna asciende a 316.023 millones de euros. Hace unas semanas, Larry Ellison, cofundador de Oracle, lo superó por unas horas, pero al final del día Musk volvió a hacerse con el podio. Toda la vida del magnate está rodeada de misterio, desde su casa prefabricada de dos habitaciones en Boca Chica, Texas, cerca de la base de SpaceX, hasta el número de hijos que tiene —algunos medios afirman que son 14—.

—¿Cómo es Elon en persona?

—Es muy dulce, muy bueno. Le encanta estar con sus hijos. Mis tres hijos son más dulces que yo. Una vez acompañé a Elon a un evento en París. Daba una charla y luego había una cena. No tuvo la posibilidad de comer en toda la noche porque la gente se acercaba y le contaba sus historias. Él las oía pacientemente. Escuchó mínimo a 100 personas. No dice “no“ a nadie. Luego nos fuimos a comer algo porque estábamos muertos de hambre.

—¿Qué se siente al ser conocida como la madre del hombre más rico del mundo?

—Estoy muy orgullosa de él. Pero yo soy la madre de Elon, Kimbal y Tosca. Tengo tres hijos. Lo que está haciendo Elon es de fuera de este planeta. Literalmente no es de este mundo. Mis tres hijos son extraordinarios.

Elon construye coches eléctricos y lanza cohetes. Kimbal estudió Empresariales y tiene una cadena de restaurantes que solo sirve productos ecológicos y de proximidad. Tosca se formó en Cine y dirige su empresa de entretenimiento, produciendo películas basadas en best sellers. En esta familia parece no haber lugar para el fracaso. “Yo creo que sí hay sitio para fracasar. Yo lo hago cada vez que no me dan un trabajo de modelo. Todos tenemos momentos difíciles”, apunta Maye.

Es difícil que una madre hable mal de un hijo. La modelo se sigue refiriendo a su primogénito como “el genio”. “No soy tan inteligente como Elon. Nadie lo es”, dice. Lo ve como un mesías incomprendido: “Siempre que tiene una idea, la gente dice: ‘Qué ridículo’. Cuando creó Zip2, la gente decía: ‘Qué ridículo’. Cuando inventó lo que ahora es PayPal, decían: ‘Qué ridículo’. Cuando dijo que los coches eléctricos iban a ser el futuro, la gente dijo: ‘Qué ridículo’. Ahora que fabrica cohetes y quiere ir al espacio dicen lo mismo”.

Este verano, una encuesta de Gallup identificó a Elon Musk como la figura pública menos popular en América. El 61% de los entrevistados tenía una opinión desfavorable del empresario, mientras que el 33% tenía una opinión favorable. Musk se ha convertido en el paradigma de una nueva tecnocasta de Silicon Valley, una clase de supermillonarios que ha virado a la ultraderecha y que está más obsesionada con la inmortalidad o la conquista de Marte que con ayudar a resolver los problemas cotidianos de la humanidad.

En 2022, el hijo de Maye adquirió la red social Twitter (ahora X) por 44.000 millones de dólares. Una de las primeras medidas que tomó fue eliminar los filtros contra las fake news. Ahora la red es una gran fuente de desinformación. El discurso de odio en la plataforma aumentó un 50% desde que es propiedad del magnate, según un reciente estudio de la Universidad de California. Este verano, una actualización de Grok, el chatbot de X, causó una polémica tras lanzar comentarios antisemitas a preguntas de los usuarios. “Me encanta usar Grok; lo uso a diario. Es muy útil y, sinceramente, muy divertido”, dice la modelo. “En cuanto a las noticias falsas, hoy en día están por todas partes. La gente puede decir lo que quiera e inventar cosas, pero si intentas difundir mentiras en X la gente te lo denunciará y aportará pruebas de diferentes fuentes”, añade.

Apoya a su hijo mayor en todas sus aventuras. En sus entrevistas siempre lo defiende. El año pasado acudió varias veces al plató de la cadena conservadora Fox News para explicar la amistad entre Elon Musk y Donald Trump. Se confesó como una demócrata arrepentida y afirmó que había dejado de ver CNN; halagó a Trump y defendió sus recortes en la Administración pública, y auguró una larga alianza entre su hijo y el presidente de Estados Unidos. Ahora que esa “amistad” se ha roto, prefiere no hacer comentarios políticos. “La política es tan desagradable. No puedes confiar en nadie”, se limita a decir. Su hijo ha anunciado que fundará su propio partido político.

Los Musk están desperdigados por Norteamérica: Maye, que ha vivido en nueve ciudades y en tres continentes diferentes, tiene casa en Nueva York; Kimbal reside en Colorado; Tosca, en Atlanta, y Elon, entre Texas y Silicon Valley. Una vez al año hacen un viaje todos juntos. Un año se reunieron en la Costa Brava. “Estoy disponible para mis hijos cuando me necesitan. Tengo 17 nietos e intento ser útil. Son muchos nietos, pero no todos piden verme”, explica la modelo. De vez en cuando pasa tres o cuatro días con Elon. “Quedamos en sus oficinas y lo acompaño a algunas de sus reuniones. Yo me voy a las once de la noche a mi hotel y él sigue trabajando. Creo que trabaja todos los días hasta las dos de la madrugada”, revela. A sus 77 años, ella también apunta maneras de workaholic. Está escribiendo un nuevo libro, que tiene previsto publicar en 2026, y no tiene planes de retirarse como modelo.

La sesión de fotos termina al atardecer. Maye Musk tiene que marcharse. Coge algo de comida del catering antes de irse. “Para la cena. Como mañana temprano viajo, tengo la nevera vacía”, explica. Su hijo es multimillonario, pero a ella no le molesta tener que madrugar para trabajar con 77 años. “Mi padre siempre nos decía: ‘No hay nada que un Haldeman no pueda hacer’. Siempre lo he creído y se lo he transmitido a mis hijos. Ahora no hay nada que un Musk no pueda hacer”.

Créditos de equipo:

Fotografía: Michael Schwartz 
Estilismo: Yael Quint
Maquillaje: Cass Lee
Peluquería: Gianluca Mandelli (The Wall Group)
Manicura: Mamie Onishi (See Management)
Asistente de fotografía: Pierre Bonnet
Asistente digital: Dallas Raines
Asistentes de estilismo: Lauren Delfino y Hannah Longstreet

Especial Belleza | 'El País Semanal'

Este reportaje forma parte del Especial Belleza de 'El País Semanal' del 28 de septiembre.

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Sobre la firma

Martín Bianchi
Martín Bianchi Tasso es coordinador de Estilo de Vida en El País Semanal y además colabora con la sección de Gente de EL PAÍS. Fue redactor jefe de la revista ¡Hola!, jefe de Sociedad en Vanity Fair y jefe de Gente y Estilo en Abc.
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