Laporta, sin Nico y con una multa de la UEFA
El presidente y todo el Barça se comportaron con una altivez irritante que llevó a Jon Uriarte a exigir que se fiscalizaran las cuentas, que ya no resisten ni el más piadoso de los análisis


Nico Williams miró con buenos ojos su salto al Barça, algo normal, más allá de su predicada amistad con el bro Lamine. Ese camino lo tomaron ya Garay, Zubizarreta y Alexanko. Faltó delicadeza por parte del Barça hacia el Athletic, compañero de aventuras a lo largo ya de 125 años. Laporta y todo el Barça se comportaron con una altivez irritante que llevó al presidente athletico Jon Uriarte, a exigir que se fiscalizaran las cuentas del Barça, que ya no resisten ni el más piadoso de los análisis. Otra cosa es que el gobierno, vía González Uribes, permitiera en enero inscribir a Olmo por encima de toda razón, y otra que el Barça pudiera a estas alturas, afrontar un pago de 62 millones más el de 25 por Joan García, por mucho jugador del que se desprenda y mucha palanca de palcos VIP en el novísimo estadio que quiera esgrimir.
Laporta, acostumbrado a conducir por el arcén, pensaba volver a ponerse el mundo por montera, pero el agente de Nico se avivó y pidió garantías de inscripción o que, en caso contrario, Nico quedara en libertad. Toda la farfolla con que se expresaban Laporta y Deco se derrumbó. De nada sirvió que Olmo dijera “al final todo se arregla”. Él pudo ser inscrito con la temporada en marcha por la lesión de Christensen y se salvó en enero, por la alcaldada de González Uribes, al que ahora la decisión de la UEFA de multar al Barça deja con el culo al aire. Así que Nico y su agente regresaron, como hijos pródigos, la mirada a su casa, donde no está el bro pero sí el hermano, y renovaron por el Athletic con una cláusula de 100 millones, más ajustada a la categoría del jugador, que con 62 era un pastel a la puerta de un colegio.
Es justicia poética que justo el mismo día la UEFA multara al Barça con 60 millones, 15 de pago inmediato y 45 pendientes de que por fin regule sus cuentas, que ya veremos. Tres temporadas atrás Tebas le hizo la vista gorda para que con aquella fantasmal palanca de Barça Studios inscribiera a Koundé, Raphinha y Lewandowski, y con las mismas ganó aquel año LaLiga. El curso pasado se puso serio con lo de Olmo, pero entonces salió González Uribes al rescate, faltaba más. Porque sí, porque lo valen, porque son más que un club. Y otra Liga trucha.
También el Athletic es más que un club, yo diría que en mayor medida, aunque haga menos postureo con ello. También representa los anhelos y la personalidad de un pueblo, con el que tiene tal identificación telúrica que sigue sin aceptar más jugadores que los criados en su tierra. A un club así no le podía burlar el Barça, por más consentido que vaya por la vida.
Laporta lleva cuatro años, desde que está, sin cumplir el fair play. Se ha saltado todos los semáforos y se proponía seguir haciéndolo. Ahora quiere estrenar de mala manera su nuevo campo con el Gamper para colar la palanca de los palcos VIP, pero al tiempo solicita de LaLiga (y se lo han concedido) no jugar en casa hasta la cuarta jornada. Los disparates que hace el Barça en España cuelan, porque lleva decenios victimizándose y porque ante cualquier revés esgrime su condición de causa patria catalana. La UEFA le da ahora un palmetazo que lo es a todo el fútbol español, en cuyo seno se le han consentido esas permanentes irregularidades al presidente que no sólo pagó a Enríquez Negreira durante su mandato anterior, sino que le mejoró el estipendio.
Las normas contables de LaLiga no son un capricho de Tebas. Se crearon para evitar que los manirrotos abusaran de los que hacen bien las cuentas y sacaran ventajas competitivas. Cuando se creó el control económico, el fútbol profesional debía 700 millones a Hacienda, 1.000 a la banca, los clubes se peloteban entre sí 500 y la deuda con los jugadores se estimaba en 60. Ahora todo eso ha desaparecido, pero volverá si al resto se le aplica la doctrina Uribes, gracias a la cual el Barça escapó por la gatera.
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