Nico Williams prefiere a Uriarte que a Lamine Yamal
El fallido fichaje demuestra las penurias económicas del Barça y su dificultad para poner las cuentas al día y a salvo de las sospechas de clubes como el Athletic

El sentido de pertenencia al Athletic ha pesado más en la renovación de Nico Williams que el ilusionismo del Barça. La afición barcelonista se ha sorprendido con la decisión del amigo de Lamine mientras la rojiblanca celebra la fidelidad y el acto de afirmación del futbolista, al tiempo que aplaude el envite y la fe de la junta de Uriarte en su marcaje y desafío a la de Laporta.
No era una bravata, sino que la continuidad del delantero se convirtió casi en una cuestión de honor para el presidente del Athletic. La hinchada sabe muy bien que la grandeza de su institución no se mide solo por los títulos, ni siquiera cuando se gana la Copa, como sucedió el año pasado con una actuación soberbia de Nico. La idiosincrasia del Athletic se alimenta también de victorias como la renovación de un jugador pretendido por un club que también es más que un club: el Barça.
El relato urdido desde las oficinas estuvo tan bien programado y publicitado que el fichaje frustrado la pasada temporada se daba ahora por descontado: el protagonista se dejó querer y se supo que su agente fue al encuentro de Deco, después se escuchó decir al director deportivo y al presidente que la operación estaba muy bien orientada por buen precio, más tarde apareció el entrenador para asentir y, finalmente, intervinieron Ferran y Olmo para tranquilizar al navarro sobre cómo se las apañaba Laporta para inscribir a los fichajes con o sin la anuencia de La Liga. Únicamente era cuestión de esperar y Nico sería jugador del FC Barcelona.
El desenlace inesperado obliga a cambiar la crónica y señalar al futbolista y a su agente por haber jugado con el Barça. Incluso habrá quien defienda que Nico se ha asustado y cedido a la presión del Athletic después de forzar hasta romper unas negociaciones en las que se había cerrado hasta el importe de la ficha con el Barça. El entusiasmo inicial se habría convertido en decepción cuando no obtuvo las garantías necesarias para asegurar tanto su contrato como su alta ficha por las dificultades financieras del club por cumplir el fair play y la norma 1:1. Y es muy posible también que se venda que un atacante versátil como Luis Díaz puede ser mejor solución.
Hay, sin embargo, dos hechos que dejan en fuera de juego al Barça. El fallido fichaje demuestra las penurias económicas del club y su dificultad para poner las cuentas al día y a salvo de las sospechas de clubes como el Athletic. Un año después del serial Olmo se presentaba el culebrón Nico. Y, al igual que entonces, el Barça vuelve a ser víctima de su propaganda, de su capacidad para generar expectativas, de disimular con los éxitos del equipo una gobernanza del club discutible y penalizadora a largo plazo si se tiene en cuenta la opinión de los expertos y ejecutivos que han abandonado el Camp Nou por el proceder de Laporta.
El saber futbolístico del presidente es tan solvente como cuestionable resulta su modus operandi con la tesorería del Camp Nou. El sentido del ridículo no se contempla en el manual del laportismo y sus fieles se felicitarán por la marcha atrás del delantero después del mal trago que pasó con el mural de Barakaldo. La realidad es que la causa defendida por Uriarte se impuso a los tejemanejes de Laporta y, a diferencia de Garay, Alexanco o Zubizarreta, Nico plantó al Barça para seguir en el Athletic. No parece de todas maneras que el barcelonismo esté afectado por mal que haya quedado Laporta. La hinchada prefiere que el equipo dependa más de Flick que del gusto de los jugadores y de Lamine.
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