David de Miranda conmociona la Feria de Málaga con una explosión de toreo épico
El torero onubense cortó tres orejas y salió a hombros por la puerta grande tras dos actuaciones impactantes en las que se jugó la vida de verdad


La plaza de toros de Málaga, que había colocado el cartel de ‘no hay billetes’ en las taquillas, vivió ayer una de las experiencias más extraordinarias e intensas de las que puede disfrutar un aficionado: la gesta de un torero que se juega la vida de verdad ante un toro complicado en exceso, el poder absoluto de la inteligencia y el desprecio al riesgo supremo que presagiaba en cada instante la cogida, el drama y quién sabe si la inminente tragedia.
El protagonista fue un torero de Trigueros (Huelva), David de Miranda, 31 años, triunfador de las pasadas ferias de Abril de Sevilla y las Colombinas, que cortó tres orejas, salió a hombros por la puerta grande e hizo añicos la feria de Málaga con dos actuaciones espectaculares, especialmente ante su primer toro, que dejaron con la boca abierta y el corazón encogido a las miles de personas que tuvieron la fortuna de presenciar el festejo.
Estaba acompañado por Roca Rey, grande entre los grandes, y por el siempre comprometido Manuel Escribano, que sustituía a Cayetano. Y ya puso una pica en Flandes con un precioso y preciso quite en el primer toro del diestro peruano por ceñidas saltilleras y gaoneras, con el capote a la espalda, que fueron el preámbulo de lo que, minutos más tarde, sería una actuación verdaderamente histórica.
Tras unas verónicas aseadas y sin continuidad en su primero, brindó a la concurrencia, enterró las zapatillas en la arena y recibió al toro con unos muletazos por alto en un inicio garboso y torero.
David de Miranda se olvidó de su cuerpo, se erigió en torero delante de dos pitones amenazantes y volvió locos a todos con una aplastante cordura
Tomó la muleta con la mano derecha, y al instante se pudo comprobar el mal carácter ofensivo de su oponente, reacio a embestir, con la cara a media altura, la mirada atenta al hombre, sin fijeza, ni calidad ni disposición para el acuerdo entre ambos; pero David de Miranda dio entonces muestras contundentes de que no estaba dispuesto a ceder un milímetro a las exigencias del toro.
Y se olvidó de su cuerpo, se evadió de la plaza, se erigió solo en torero delante de dos pitones amenazantes y volvió locos a todos los presentes con una aplastante cordura.
Invadió los terrenos del toro, notó en sus carnes la respiración excitada del animal, se balanceó entre la vida y la muerte y protagonizó una epopeya de cinco, siete minutos tal vez, que pareció toda una vida.
La gran duda era si David de Miranda era consciente del peligro que corría o lo que estaba sucediendo en el ruedo era una escena de ciencia ficción que en cualquier momento se desvanecería.
Mientras tanto, las pulsaciones corrían a toda velocidad, el público en pie, los corazones a destajo, la piel de gallina, y allí seguía indómito todo un ‘tío’ con un valor estratosférico, los pitones en el pecho, al tiempo que una pasión desconocida se apoderaba de los tendidos.
No hubo tandas de muletazos hilvanados y limpios porque era imposible, no hubo pellizco artístico, pero sí un derroche absoluto de poder, de desprecio al peligro, una explosión de épica que hizo saltar por los aires todos los asentados conceptos de la cómoda tauromaquia actual.
El toro, de mal carácter, sí, pero buena gente, porque pudo voltearlo, destrozarlo, hacerlo polvo, y no lo hizo. Aceptó a regañadientes el reto de un loco envenenado de pasión y se dejó someter por el mando de la entrega, del pundonor y el orgullo.

Con la plaza entera conmovida, impresionada y asustada y el toro sorprendido ante tan fuerte descarga de energía humana, David de Miranda culminó su historia de poder con unas ceñidas manoletinas antes de volcarse como lo que era, un gigante impetuoso, sobre el morrillo del animal y cobrar una estocada algo caída que hizo que el presidente no lo dudara: mostró los dos pañuelos a un tiempo ante unos tendidos teñidos de blanco y sobrecogidos por lo que acababan de presenciar.
Indudablemente, en la plaza de Málaga, de primera categoría, en plena feria, acababa de suceder algo muy importante, histórico, sin duda, protagonizado por un joven reconocido ya como figura indiscutible del toreo.
Volvió David de Miranda en el sexto con las mismas ínfulas. Recibió al toro con un manojo de verónicas a pies juntos, brindó a su compañero Fortes, y, de nuevo, se plantó en el centro del anillo e inició la faena de muleta con unos ajustados estatuarios. Tampoco este toro le permitió confianza, de corto viaje, soso y apocado, pero el torero volvió a revestirse de jabato y afrontó la dificultad con encomiable actitud. Pero este toro no le perdonó tal osadía y lo volteó con mala intención, de modo que el torero se salvó milagrosamente de la cornada, pero salió maltrecho y dolorido del cuerpo a cuerpo.
Otra oreja ganada a fuerza de valor estoico, y una gloriosa salida a hombros por la puerta grande para un héroe, capaz de protagonizar una gesta de las que se ven una vez en la vida, de las que te atrapan el corazón y emocionan el alma. David de Miranda salió sonriente, pero siempre quedará la duda si era consciente entonces de su gesta, o no era más que un extraterrestre, un loco envenenado por su ansia de triunfo que, quizá, nunca podrá comprender cómo puede un hombre jugarse así la vida y ganar la gloria.
Daniel Luque sustituirá hoy al lesionado Morante de la Puebla, que aún no tiene fecha para su reaparición tras su cogida en Pontevedra
La corrida de toros era de Victoriano del Río, correctamente presentada, y solo el primero fue bravo, encastado y noble; los demás, en mayor o menos medida, derrocharon mansedumbre y complicaciones.
Manuel Escribano cortó una oreja en cada toro tras una actuación entregada y vibrante, y Roca Rey pechó con el peor lote y llegó a escuchar dos avisos ante el muy deslucido quinto, un sobrero que sustituyó a un inválido que fue devuelto.
Hoy, miércoles, continúa la feria, pero ya no será la misma. Para empezar, no vuelve Morante de la Puebla, como parecía previsible, y será sustituido por Daniel Luque, que estará acompañado por Talavante y Juan Ortega, con toros de El Puerto de San Lorenzo. Morante prosigue la recuperación de la cogida que sufrió en Pontevedra el pasado 10 de agosto, y aún no tiene fecha para su reaparición en los ruedos.
El jueves está anunciada la última corrida de feria, con un mano a mano entre Emilio de Justo y Fortes, con toros de El Freixo.
Seguro que para entonces la gesta de David de Miranda seguirá tan viva como hoy.
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