Adriana Nanclares, la portera por sorpresa de España en la Euro: “Con 13 o 14 años hacía cosas muy bestias”
La cancerbera del Athletic debutó ante Portugal en sustitución de Cata Coll, que sufre una amigdalitis vírica


¿Quién es Adriana Nanclares? Probablemente, la pregunta rondaría las cabezas de la mayoría de los aficionados que se congregaron frente al televisor para ver la goleada de España ante Portugal en su debut en la Eurocopa. Los que llevan tiempo siguiendo las competiciones femeninas de fútbol la conocen de sobra. “Con 13 o 14 añitos, ya hacía cosas muy bestias”, confiesa a EL PAÍS uno de sus descubridores.
Adriana Nanclares es la portera del Athletic Club, una de las más en forma de Europa, tiene 23 años y fue titular con España en su primer partido en Suiza. Nació en Miranda de Ebro y es una forofa del Mirandés y de su tierra. Se enganchó al equipo por Pablo Infante y la alcaldesa de su ciudad, Aitana Hernando, anda loca con ella y presume de portera cada vez que puede. Montse Tomé decidió alinearla en lugar de Cata Coll, que sufre una amigdalitis vírica. Jugó, también, por delante de Esther Sullastres, la otra portera del combinado nacional.
El de Portugal fue el primer partido de Nanclares con la selección española femenina de fútbol absoluta en un gran torneo. Porque ya fue campeona del mundo sub-20, en 2022. Contra la selección lusa no tuvo que intervenir demasiado, pero dejó su carta de presentación con dos buenas paradas y un gran juego de pies. Tocó su primer balón al borde de la media hora de partido. Una pelota a la espalda de su defensa que despejó en largo. En la segunda parte, otro despeje —esta vez, por alto— valiente y con los puños, y una intervención de las difíciles. Desbarató un disparo raso de Portugal desde dentro del área sacando el pie, como una portera de balonmano y sin apenas visibilidad.
Unos días antes del torneo, la mirandesa no quería ni oír hablar de la Eurocopa porque, a pesar de que no es demasiado supersticiosa, no quería ser gafe. Sí que es cabezona, como ella misma confiesa en petit comité. Viene de una familia humilde y “muy currante”, cuentan los que mejor la conocen. Cuando era pequeña, antes de aparecer en la órbita de la Real Sociedad, su padre, Carlos, la llevaba a sesiones de tecnificación —para mejorar las habilidades técnicas individuales a través de entrenamiento especializado— a Valladolid desde Miranda de Ebro un día a la semana. La recogía en el colegio, con el bocadillo en la mano, y se metían más de 400 kilómetros entre pecho y espalda.
Con 12 años, se convirtió en portera porque antes jugaba de lateral o extremo izquierdo. Pero se juntaron varios factores; que se cansó de correr y que la portera de su equipo se lesionó y se puso ella bajo palos. Además, durante unos años, compaginó el fútbol con el atletismo, que practicaba con su hermana. Se decantó por la pelota por el sentimiento de pertenecer a un equipo.
Sus padres y su hermana viajarán al partido contra Italia y tienen previsto hacerlo para las semifinales y la final del torneo. Uno de los primeros mensajes que Adriana —Adri, como se la conoce en el equipo nacional— leyó tras su debut con España fue el de su padre, que le confesó haber visto el partido de los nervios.
Ahora, brilla en el Athletic Club, pero fue la Real sociedad quien la vio primero. Es más, fue la primera jugadora que el club realista se trajo a su residencia. La primera vez que la Real Sociedad invirtió en una jugadora de fuera. Tenía 14 años. La conocían porque competía en el Casco Viejo, un equipo de Miranda de Ebro. Jugaba con chicos y era un club convenido con la Real sociedad.
“Recuerdo que nos traen cuatro o cinco chicas para verlas, para tecnificar. El primer día que la veo, a los cinco minutos, ya me acuerdo de decirle a Garbiñe: ‘No, no. Esta, esta es la que vale”, recuerda un exmiembro del cuerpo técnico de la Real Sociedad. Su fichaje por el club donostiarra se aceleró después de un partido de entrenamiento contra una academia de Japón. “La pusimos a jugar y dio un espectáculo alucinante”, desvelan los que estuvieron allí.
Caprichos del destino, su primera convocatoria con la selección llegó en abril de 2024 porque Cata Coll se había lesionado. Adriana, que inicialmente aparecía en la convocatoria de la sub-23, pegaba el salto de su vida. Se convirtió en una fija en los planes de Montse Tomé a pesar de que solo jugaría dos amistosos más: contra Corea del Sur (el 29 de noviembre de 2024) y frente a Francia (el 3 de diciembre de 2024).
Del mismo modo su debut en un gran torneo, también, vino motivado por la lesión de la portera del Barcelona, que contrajo una amigdalitis vírica días atrás, antes del debut de España en Suiza.
Además, según pudo saber EL PAÍS, la amigdalitis se agravó. Tras el partido contra Portugal, Cata se empezó a encontrar mucho peor y tuvo que pasar por el hospital. Los médicos pillaron a tiempo las complicaciones y el virus está controlado. Poco a poco, va recuperándose. Aunque parece difícil que pueda estar de vuelta en la portería de España ya este lunes, cuando la Selección se mide a Bélgica, lo que dejaría la titularidad de nuevo en manos de Nanclares, que, tras su buen hacer el día de su debut, tiene todas las papeletas para volver a ocupar la portería de La Roja.
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