Fauja Singh, el primer maratoniano centenario de la historia, muere con 114 años
La carrera fue su salvación después de perder a su mujer y a su hijo. Arrancó con 89 años y llegó a terminar nueve maratones. Al final de su vida le valía con caminar


A pesar de tener 114 años, Fauja Singh salía todos los días a caminar. Era la forma, junto a su dieta, de mantenerse en forma física y mentalmente. Este hombre con nacionalidad india y británica alcanzó la fama mundial después de convertirse en el primer maratoniano con más de 100 años. Aquella proeza se produjo en Toronto, el 16 de octubre de 2011, en una carrera de 42,195 kilómetros que le tomó más de ocho horas. En todos esos años superó dos guerras mundiales, la Partición de la India, enfermedades y hasta la muerte de su mujer y su hijo pequeño, dos golpes que lo tumbaron en la lona y de los que se repuso empezando a correr a los 89 años. Después de toda una vida llena de vicisitudes, Fauja murió este lunes después de ser atropellado por un automóvil cuando cruzaba una calle en Beas, su pueblo en la India, donde el primer ministro, Narendra Modi, se refirió al difunto como un atleta “excepcional con una determinación increíble”.
Su vida empezó y acabó con una paradoja. Porque este longevo corredor nació con una debilidad en las piernas que le impidió andar con normalidad hasta que cumplió los cinco años. La última, que su cuerpo resistiera todas las enfermedades durante 114 años y pereciera por un error ajeno. Su edad fue una cuestión de fe. Nunca pudo demostrar que nació el 1 de abril de 1911. No disponía de la partida de nacimiento y por eso ninguna de sus proezas entró en el Libro Guinness de los récords.
Fauja Singh no pisó la escuela ni practicó deporte de joven. Su vida transcurrió en el campo, donde trabajó de agricultor desde que era un niño. Cuando murió su mujer, se mudó a Londres para vivir junto a su hijo mayor, Sukhjinder. En un viaje a la India presenció el fallecimiento de su hijo menor, Kuldeep, una fatalidad que fue devastadora para el padre. Fauja se pasaba los días junto al lugar donde fue incinerado y la familia entendió que la única forma de reponerse era mandarlo de vuelta a Londres, a Ilford, el suburbio donde vivía al este de la ciudad.

Allí le gustaba visitar la gurdwara, el lugar de culto para los seguidores del sijismo, donde siempre hay una copia del libro Adi Granth (con 6.000 himnos de los gurús sij). En aquel lugar sagrado conoció a un grupo de hombres que salían a correr cada día. Entre estos corredores estaba Harmander Singh, que se convertiría en su entrenador, el experto que le preparó para correr nueve maratones entre 2000 y 2013.
Su debut se produjo en Londres, en 2000, poco antes de cumplir 89 años. Este es un maratón donde mucha gente aprovecha y corre por una causa solidaria. Fauja eligió Bliss, una organización que apoya a las familias con bebés prematuros. “Los mayores corremos por los más jóvenes”, proclamó entonces. A pesar de que la organización le puso algún problema, se negó a correr sin turbante. Singh cruzó la meta en algo menos de siete horas. Aunque él no recordaba sus marcas, eso era cosa de su entrenador. Solo eran una motivación puntual. La misma que le empujó a correr en varias distancias el 13 de octubre de 2011 con la intención de establecer ocho inspiradores récords del mundo de mayores de cien años.
Su presencia en diferentes carreras —corrió seis veces el maratón de Londres— le acarreó una gran popularidad. La gente empezó a conocerle también por su sobrenombre: el Tornado del Turbante. Su fama le permitió también firmar un contrato por Adidas cuando la marca alemana difundió una de sus campañas más potentes bajo el lema Impossible is nothing. Todo el mundo le preguntaba por el secreto de su longevidad y él siempre respondía lo mismo: “Comer menos, correr más y ser feliz”. Cuidaba mucho lo que comía: unas semillas de lino y una taza de té al despertar, yogur natural y dos vasos de agua antes de salir de casa, chapatti con lentejas en el almuerzo, o curry de jengibre, y un vaso de leche tibia antes de irse a la cama.
Su motivación cuando se colocaba el dorsal siempre era inspirar a los más jóvenes. “Creo sinceramente que si podemos enseñar a nuestros niños a ver la humanidad en aquellos que parecen más diferentes a ellos, entonces podrán aprender a ver la humanidad en cada persona que conocen”, explicó en una entrevista con Runner’s World.
Su última carrera fue en 2013, en Hong Kong. Ese día se cayó, se levantó y acaba cruzando la meta. El deporte fue su salvación, la cuerda a la que se agarró en el momento más bajo de su vida.
“Correr fue la forma que Dios me dio para distraer el sufrimiento personal por la pérdida de mi esposa y mi hijo. Para mantenerme vivo y ser lo que soy”. No hubo más carreras, pero nunca se detuvo y cada día salía de casa y caminaba varias horas. Hasta que un accidente acabó con su vida abruptamente.
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