El surrealista accidente de Sara Alonso cuando se entrenaba y fue embestida por una vaca: “Pensaba ‘voy a morir aquí”
La mejor corredora española por montaña acaba en el hospital con una costilla rota tras un lance en Pirineos: “Me hice una bola en el suelo y rezaba para que parara”


Sara Alonso, como cualquier corredor de montaña, sabe que la lesión está a la vuelta de la esquina, en cualquier piedra suelta, un riesgo que acompaña cada semana de entrenamiento. Con lo que no contaba es con que iba a fracturarse la sexta costilla sin levantar los pies del suelo, embestida por una vaca durante el medio minuto más agónico de su vida. Lo que vivió este domingo no era ese sufrimiento no exento de placer de un atleta poniendo el pulso por las nubes, sino puro terror. “Nunca he tenido miedo a las vacas, no te hacen nada. En las carreras muchas veces pasamos por donde están. Con un perro, me hubiese acojonado porque me dan miedo, no hubiese pasado. De repente, se volvió loca y fue a por mí”. Entonces, solo pensaba: “¡Voy a morir aquí en mitad del monte y nadie se va a enterar!” La cosa quedó en un susto, pero no fue menor, pues tendrá que parar varias semanas en el mejor momento de su carrera, tras convertirse en mayo en la primera española que ganaba en Zegama desde 2017.
Tras correr 40 kilómetros el día anterior, lo del domingo era para Sara una hora de asueto, solo por soltar piernas. Lo podía haber hecho en cualquier sitio. “En realidad no me aportaba nada, desconectar”. Estaba con el grupo de amigos en Sant Llorenç de Morunys, en los Pirineos ilerdenses, así que el anfitrión le dibujó una ruta y se fue sola. “Apenas ni había empezado a entrenar, llevaba 30 segundos. Había una pista bastante ancha y estaba la vaca ahí con su cría. No era plan de pasar corriendo, fui andando. De repente, se giró, me vino por atrás, me tiró al suelo y yo me hice una bola porque pensaba que me iba a matar. Me quedé ahí rezando para que parara. Y por suerte, paró”. Pese a lo surrealista, toma nota. “No veía la posibilidad de que pasara eso. Culpa mía igual de no haber tenido más miedo”.
Cuando acabó la embestida, se levantó “suave, suave” mientras la vaca seguía custodiando al ternero. “Estuve esos 300 o 400 metros en pánico, mirando que no volviera por atrás corriendo”. De vuelta a casa, avisó a sus amigos. Se quedó en ese estado de shock esperando al grupo, que se la encontró aterrorizada, entre lágrimas y cubierta de barro y sangre. No había grandes dolores –incluso mantenían el plan de hacer kayak por la tarde–, pero en la ducha notó dolor en la costilla y fue al centro de salud de la comarca para “descartar”. Los médicos la derivaron al hospital, donde pasó cinco horas y se encontró otras emergencias que pusieron en contexto la suya: un ictus o un hombre que llegó con un dedo en un vaso.

La cara del radiólogo fue premonitoria. “Sabía que la tenía rota. Estuve una hora y media, hasta que vino el médico, que me subía por las paredes. No voy a correr la OCC. Y suerte si voy al Mundial”. La OCC es la distancia media –55 kilómetros– del fin de semana del Ultra Trail del Mont Blanc, una prueba de prestigio que probó el año pasado sin apenas rodaje y fue cuarta. Por la borda ha caído ya Sierre-Zinal, los 31 kilómetros más glamurosos del trail, en las faldas de cinco cuatromiles de los Alpes, una carrera vetusta –cumple 52 años el 9 de agosto– que le viene al pelo por su mezcla de subidas empinadas y tramos rápidos. Más realista es llegar a finales de septiembre al Mundial de Canfranc y en octubre a la final de las Golden Trail World Series, con plenas aspiraciones de ganar la general.
Aquel médico confirmó el diagnóstico, le dio el alta y a partir de este lunes buscará certeza sobre los tiempos de recuperación. “Un mes o seis semanas no me quita nadie. Pero igual en una semana o diez días puedo empezar a hacer rodillo”. Bici y después elíptica, sus aliados para superar la fractura por estrés en la cadera que la tuvo medio año parada en 2023. O la neumonía que la apartó el año pasado de la salida de Zegama cuando era favorita y le provocó un trastorno de calendario parecido a este. “Puta mala suerte. ¿Qué porcentaje hay de coger una neumonía o de que te pille una vaca? ¿Un 0,5%? En una carrera pasas mil veces por su lado y son ellas las que se asustan”, se lamenta alguien que a sus 25 años lleva con orgullo las heridas de guerra, producto de caídas por llevar el cuerpo al límite. Uno de los más de 1.700 comentarios de apoyo que recibió en su perfil de Instagram fue de otro ganador de Zegama como Manuel Merillas: “Lo que no te mata te hace más fuerte, dentro de poco serás inmortal”.
Los primeros síntomas no son malos. “No me duele mucho. Hay gente a la que le duele al comer, beber o respirar. Lo más incómodo ha sido dormir”. De ahí a la consolidación ósea para correr por montaña hay un mundo. Ya está usando magnetoterapia para ayudar a la rehabilitación, su nuevo trabajo. Precisamente, el año en el que había seleccionado más las carreras, con el sacrificio que supone decir que no. “A mí me gusta competir, tenía unas ganas de dorsal… Me encontraba super bien y llevaba un año muy bueno”. Un mes de barbecho parece anecdótico, pero es la criptonita de un deportista. “Pierdes toda la forma física. Correr es muy esclavo, paras dos semanas y vuelves casi de cero. Yo me dedico a esto, no tengo otras distracciones. ¿Ahora qué? Mi día a día es ver la vida pasar”.
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