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universos paralelos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

A dos horas de Londres

Birmingham, la conocida como la “segunda ciudad” de Inglaterra, tiene una rica historia musical, más allá de Black Sabbath

The MOVE en 1969. Desde la izquierda: Roy Wood, Carl Wayne, Bev Bevan y Rick Price.
Diego A. Manrique

Reconozco una gran curiosidad por Birmingham. La ciudad se puso de moda por la serie Peaky Blinders, aunque uno prefiere las más realistas ficciones policiacas de novelistas locales como Maureen Carter, Rachel McLean o Lucie Whitehouse (por mencionar solo a algunas autoras). Pero resulta instructivo aplicar el microscopio a su cantera musical, históricamente opacada por las más celebradas escenas de Manchester, Liverpool o incluso Leeds.

La discográfica británica Cherry Red Records relanza estos días la recopilación Once Upon A Time In The Midlands: The Bostin’ Sounds Of Brumrock 1966-1974. El Brumrock, “rock de Birmingham”, sufrió por la atracción centrípeta de Londres, que inevitablemente tiende a difuminar identidades provinciales. Eso ocurrió con The Move, poderosa banda afectada por las chocarreras jugadas de su mánager, Tony Secunda, responsable de ocurrencias como difundir un dibujo de Harold Wilson en la cama con su secretaria (el Primer Ministro se querelló, el juez compartió su indignación y el grupo perdió todos los derechos de la canción así promocionada, Flowers In The Rain).

Ya saben que The Move consiguió grandes éxitos, al igual que sus satélites: Roy Wood con Wizzard y en solitario, Jeff Lynne con la Electric Light Orchestra. Aunque el esnobismo de los colegas británicos hacía que bajara la cotización de los habituales del programa televisivo Top of the Pops (no así en Estados Unidos, donde la crítica más anglófila decidió acertadamente que aquello era canela fina). Otro grupo central del Birmingham sesentero fue el potente Spencer Davis Group, aquí escasamente representado por un tema tardío y una pieza de Traffic, el siguiente proyecto del precoz Steve Winwood. Tampoco se da mucha cancha a los Moody Blues y a Denny Laine, su miembro más inquieto.

En realidad, y esto es lo habitual con las antologías de Cherry Red, se asume que el oyente tiene conocimientos previos: tienden a seleccionar temas obscuros. La avalancha de bandas y solistas desconocidos despliega así un panorama fascinante donde encuentras verdaderas joyas, mucho quiero-y-no-puedo o afanosas versiones de temas del momento. Abundan las revelaciones sobre futuros integrantes de Fleetwood Mac, Mott the Hoople o Magnum. El tipo de trivialidades que nos encanta a los musiqueros pero que, sospecho, no conmoverán al resto de los mortales.

El triple CD de Cherry Red también ilumina la rama más proletaria del Brumrock, que arrollaría en los setenta con Slade, banda menos unidimensional de lo que sugieren los hits. Y su importancia en la génesis del heavy metal, tendencia tal vez natural para la que en el siglo XIX fuera la ciudad fabril del Imperio Británico y que mantuvo gran actividad industrial hasta su liquidación por Margaret Thatcher.

Se notan ausencias, desde lo anecdótico —los inicios discográficos de Robert Plant— a la atípica aparición de outsiders como Nick Drake. Más llamativo es el caso de algo tan sísmico como Black Sabbath, banda que espesó el blues (sin dejar de facturar cuidadas baladas). Ozzy Osbourne y compañía no están presentes aquí, cabe imaginar que por subirse a la parra a la hora de valorar sus derechos, pero sí sus coetáneos de Judas Priest. Nombre extraído de una parábola de Bob Dylan, criatura venida de otra región minera, esta en la frontera de Estados Unidos con Canadá. Inesperados paralelismos, conexiones insólitas.

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Sobre la firma

Diego A. Manrique
Periodista musical en radio, televisión y prensa escrita, ocupaciones evocadas en el libro 'El mejor oficio del mundo'. Lo que no impide su dedicación ocasional a la novela negra, el cine, los comics, las series o la Historia. 
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