Trajano, el emperador romano que combatió a dacios y partos, superpotencias como la Rusia y la China de hoy
El historiador David Soria dedica una monumental biografía, con especial énfasis en lo militar, al primer césar de origen hispano


Amanece entre brumas en el campamento de las legiones. El poderoso ejército romano empieza a bullir, inquieto, “como un volcán a punto de erupción”. Las primeras avanzadillas se despliegan. Miles de soldados se equipan y forman por turnos con rigurosa disciplina. Todo está listo para entrar en combate contra el peligroso enemigo que aguarda al otro lado del frente. Un comandante acompañado por oficiales de alto rango inspecciona la disposición de las tropas. Todos lo saludan a su paso con un respeto rayano en la veneración. El carismático líder no es el general Máximo Décimo Meridio, el protagonista de Gladiator, sino un personaje real, el marcial emperador Marco Ulpio Trajano; y no estamos en los bosques de Germania en el año 178 en campaña contra los marcomanos, sino junto al Danubio en el 101 a punto de comenzar la Primera Guerra Dacia de Trajano, el primero de los dos brutales conflictos que acabarían con la aniquilación del Estado dacio, una amenaza geopolítica para Roma, como se diría hoy. Y la escena no la describe una película de Hollywood sino un libro, una monumental biografía de Trajano (708 páginas) de la que es autor el doctor en Historia Antigua por la Universidad de Murcia David Soria.
No es habitual, desde luego, que una biografía académica, por mucho que quiera ser divulgativa, arranque de la manera que lo hace Trajano, el mejor emperador (Desperta Ferro, 2025, prólogo de lujo de José Soto Chica), con esa obvia influencia de la más impactante escena del ejército romano en acción que nos ha dado el cine. Pero marca desde el principio el propósito de Soria (Murcia, 38 años): arrastrarnos a seguir con él de manera erudita y a la vez apasionada la sensacional peripecia histórica y vital del primer emperador romano de origen hispano (Itálica, junto a la actual Sevilla, 53-Selinunte, 117), el que llevó el imperio a su máxima extensión y al que sus coetáneos bautizaron como Optimus prínceps, el mejor emperador. Con Soria y Trajano —y las legiones— viajamos en una aventura histórica asombrosa de la ensangrentada Sarmizegetusa, la capital dacia, a la saqueada Ctesifonte, la capital parta, los dos centros neurálgicos de dos de las grandes entidades políticas de la época y rivales de Roma, el reino dacio y el imperio parto, y dos ciudades que Trajano conquistó; iremos de los bosques de los Cárpatos, donde aguardan las letales espadas curvas de los dacios, a los desiertos de Arabia y las extensiones polvorientas de Mesopotamia, donde resplandecen los catafractos y resuenan los grandes tambores en camellos de los arsácidas, para arribar finalmente hasta las aguas del Golfo Pérsico (Trajano llegó personalmente más lejos de lo que ningún magistrado o general romano había llegado ni llegaría nunca). La biografía, con una atención especial a lo militar y consideraciones muy sorprendentes sobre el uso de tropas especiales inusuales por parte del ejército romano (Soria identifica guerreros extáticos germánicos, “berserkir y úlfhednar”, codo a codo con la guardia personal de Trajano), ofrece un retrato muy favorable del emperador.
¿Nos caería simpático Trajano de conocerlo? (siempre que no fuéramos dacios ni partos, ni de cualquiera de pueblos contra los que dirigió sus campañas). “Creo que sí, era un hombre, según las fuentes, muy cercano, llano, de trato fácil y nada elitista, muy accesible. Le gustaba considerarse un ciudadano más y evitaba la pompa y ceremonia. Cuando llegó a Roma en el 99, tras proclamársele emperador el año antes, dejó atrás su escolta personal, optó por entrar no en cuadriga ni en silla de manos sino a pie, y no esperó a que salieran los senadores a saludarle sino que fue a buscarlos para dirigirse a ellos de uno a uno sin formalidades. No quería pleitesía. Enérgico pero no severo, en ocasiones era demasiado directo, casi brusco, producto de un exceso de franqueza. Reconocía el talento, se dejaba aconsejar y encajaba las críticas. Nos hubiera caído bien, sí”.
Soria opina que Trajano nos caería mejor que su sucesor Adriano, otro de los considerados “cinco buenos emperadores” junto con Nerva, Antonino Pio y Marco Aurelio, y protagonista de la famosa novela de Marguerite Yourcenar Las memorias de Adriano. “Adriano nos hubiera caído un poco peor. Era más retorcido, tenía más doblez, y la necesidad de destacar en todo, lo que no quita que fuera también un gran político, pero le costaba más empatizar”. Conocemos al gran amor de Adriano, su favorito Antínoo, ¿qué sabemos de la vida privada de Trajano? “Era muy amigo de sus amigos, los protegía. Cuando se acusó a uno de ellos, Lucio Licinio Sura, de Barcino, la actual Barcelona, de conspirar contra él, fue a su casa, dejó la escolta a la puerta, y se puso en manos de su médico y se dejó afeitar por su barbero”. En lo erótico, “era bisexual, con una atracción por los muchachos jóvenes, igual en eso que Adriano”. No tuvo hijos y adoptó a su sucesor, del que era tío segundo.
A la pregunta de por qué su interés por Trajano, Soria responde que le llamó la atención por ser relativamente desconocido para el público en general, pese a Santiago Posteguillo y su trilogía. “Desde luego no es tan conocido como Julio César o Augusto, o Nerón, y de su época la gente sabe menos que de la de las guerras púnicas, por ejemplo. Por otro lado, era hispano, claro, y sus campañas militares son una mina”. El historiador señala también el interés de la transición de la dinastía Flavia (Vespasiano, Tito y Domiciano) a la Ulpio-Elia, o Antonina (98-192, acaba con el asesinato de Cómodo, el hijo de Marco Aurelio). Explica cómo Nerva y Trajano formaban en realidad parte del entorno del último emperador flavio, el denostado Domiciano, condenado a una damnatio memoriae tras su asesinato en una conjura del personal palaciego. Soria considera que Domiciano (que empezó la guerra con los partos que seguiría Trajano) no era para nada un mal emperador y que el cambio a la siguiente dinastía, con Nerva como hombre puente, fue en realidad un continuismo en la política y los nombres. Negativizar a Domiciano fue una forma, dice, de justificar un cambio que en realidad fue una continuación en lo personal (el mismo establishment) e ideológico. De hecho sorprende que Trajano no efectuara ninguna de las purgas que acostumbraban a hacer los nuevos emperadores. “Era parte del régimen de Domiciano y Nerva, son las mismas élites del imperio las que lo colocan en el trono en medio de un consenso pleno, los mismos círculos de poder, no hubo ningún resistencia”.

¿Hasta qué punto fue relevante que Trajano fuera hispano? “Provenía de la Bética, una de las provincias más romanizadas y prósperas del imperio, con unas élites enriquecidas enormemente por el comercio de aceite, garum y también ladrillos. Van entrando en el Senado y juegan muy bien sus cartas. El padre de Trajano asciende mucho con Vespasiano y coloca a la familia en la línea de salida para la gran eclosión hispana. Cuando hay un vacío de poder, las conexiones permiten a Trajano optar al imperio. Me da la sensación de que ser hispano no sorprendía en absoluto en la élite. Se debió ver como una novedad, el primer emperador provincial, pero parece que no le dan mayor importancia. Los hispanos ya eran ubicuos en otros estamentos del imperio, como en los mandos del ejército, y estaban muy bien considerados. Quizá se le notara algo a Trajano en la pronunciación, parece que a Séneca, de Corduba (Córdoba), se le criticaba por el acento. Adriano hablaba también un latín sonoro pero en su caso más por su preferencia habitual por el griego que por ser hispano, también de Itálica como Trajano”.

¿Fue el reinado de Trajano el mejor momento del Imperio romano? “Hasta entonces si, luego hubo otro apogeo, en el siglo IV con Constantino, y, a continuación, la dinastía valentiniana. Pero ciertamente el siglo II es una de las cumbres del Imperio romano. No me gusta elegir y hay otros momentos de esplendor”. Sí, pero titula su libro Trajano, el mejor emperador. “Es como lo llama el Senado, y a la editorial le pareció mejor poner eso que el latinajo Optimus prínceps. En lo sucesivo, además, el Senado pasó a saludar a los nuevos emperadores con la fórmula ‘sis felicitor Augusto, melior Traiano’: qué seas más feliz que Augusto y mejor que Trajano”. Sea como fuera, solo por sus guerras contra los dacios y los partos ya se revela como un emperador formidable. “Me gusta la comparación de que es como si los Estados Unidos combatieran contra Rusia y China. El reino dacio y el imperio parto eran dos superpotencias. Para nada ejércitos tribales. El de los partos era casi un ejército feudal medieval, con un núcleo de tropas profesionales y una elite con gran formación militar, como los caballeros de la Edad Media, además de tropas especializadas. Habían aprendido de las potencias helenísticas. Los sucesores de los partos, los sasánidas, aún mejorarían ese ejército. Los dacios [véase como buen complemento de la biografía de Trajano, Dacia, la conquista romana, de Radu Oltean, Desperta Ferro, 2017] tenían también un núcleo de combatientes profesionales y el suyo era un ejército de soldados ciudadanos, como el espartano o el ateniense. Eran combatientes muy motivados y muy duros, con armas y tácticas no muy distintas de las romanas, no lanzaban cargas desordenadas como los germanos y hasta hacían la testudo, la tortuga. Aunque había una gran diferencia de escala entre el reino dacio y los imperios parto y romano, el dacio era una gran amenaza para Roma, y esta la evaluó muy bien. Ya no se trataba de convertirlo en un reino vasallo sino de destruirlo completamente. Trajano logró en eso un éxito total”.
Los partos eran más difíciles. “Con ellos Trajano tuvo muy complicado cumplir sus objetivos, necesitaba abrir un segundo frente en la retaguardia parta a través de alianzas con el imperio kushán o con China, con la que había contactos. Pero no las consiguió y además hubo de afrontar una guerra judía en su propia retaguardia —atizada por la inteligencia militar parta— que incendió hasta Egipto. Al final hubo de aceptar que no podía vencer de manera definitiva y optó por una paz larga”. Su campaña estuvo a punto de triunfar, hasta conquistó la capital parta, Ctesifonte. Recuerda un poco lo de Napoleón con Moscú. “Sí, tomar la capital del enemigo y sin embargo que este continúe luchando. Pero Trajano no tuvo una retirada desastrosa como Napoleón. Su repliegue fue un éxito táctico”. Trajano se llevó a Roma el trono de oro de los reyes partos y a una hija del monarca, el shahanshah (un título de sonoridad sardaukar), rey de reyes, Cosroes I, ¿da para un Indiana Jones y el trono dorado? “¡Me encantaría!, sería una pasada, estaba entre los spolia optima, los trofeos del Estado, probablemente desapareció con el saqueo de Alarico, si no se había perdido o reaprovechado antes”.

En todo caso, el ejército de Trajano prevaleció en sus enfrentamientos. “Heredó una máquina bélica muy bien engrasada, en un punto de excelencia, sin duda, óptimo para los retos que debía afrontar”. ¿Fue el mejor ejército romano de todos los tiempos? “El mejor para luchar contra esos enemigos; si las legiones de Trajano se hubieran tenido que enfrentar a los godos habrían tenido graves problemas. No hay tal cosa como un culmen del ejército romano, siempre siguió evolucionando, adaptándose a los nuevos enemigos. Probablemente ese era uno de sus secretos, junto a la disciplina, la planificación y la comunicación, la capacidad de adaptarse”. Y la implacabilidad. “En la guerra, Roma era una potencia brutal y aterradora, empleaba el terror como arma de disuasión. Acostumbraba a hacer matanzas profilácticas, exterminando a tribus enteras, como a los brúcteros. La cabeza de Decébalo, el rey dacio (que se suicidó), acabó arrojada por las escaleras Gemonías, el lugar clásico para los enemigos de Roma. El prestigio de Roma va siempre de la mano del terror”.
La representación más conocida del ejército de Trajano es la Columna Trajana en Roma (donde fueron depositadas sus cenizas tras morir en Cilicia al regreso de la campaña parta). “Es un gran canto de propaganda de la campaña contra los dacios, dirigida al público de la capital. La guerra está muy dulcificada si la comparamos con otra representación mucho más cruda, la del Tropaeum Traiani, en Adamclisi, Rumanía. Las tropas han sido reproducidas para que se puedan identificar fácilmente de lejos. Representa el triunfo de Trajano como gran conquistador, y el éxito de su régimen”.
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