Competencia por la presidencia en Chile. Segunda parte: La candidatura del oficialismo
El hecho de ser la única candidata para el conjunto de la izquierda y la centroizquierda ha dejado a buena parte de los electores de este último sector sin alternativa

Con los resultados de las elecciones primarias del pasado 29 de junio, Jeannette Jara se transformó en la abanderada presidencial del oficialismo. De un oficialismo en el que han coexistido, con dificultades, la izquierda y la centroizquierda. Desde 1993, todas las elecciones sucesivas estuvieron marcadas por la presencia de un oficialismo (de centroizquierda) cuyos candidatos llegaron a la primera vuelta junto a díscolos o descolgados de ese sector, así como con otros postulantes de izquierda. En esta ocasión, por primera vez el oficialismo se presenta cohesionado en torno a la figura de Jeannette Jara y con una sola lista parlamentaria de los partidos que conforman el gobierno, además de la Democracia Cristiana (DC).
A lo anterior se agrega el hecho de que ni la candidatura de Eduardo Artés ni la de Marco Enriquez Ominami (MEO) son en la actualidad competitivas, como para amenazar a la abanderada oficialista mermando su respaldo electoral. La de Artés es una candidatura testimonal, que cuenta con un escueto apoyo de agrupaciones de izquierda que carecen de toda representación parlamentaria, e incluso a nivel comunal. Por su parte, MEO se pretende mostrar en esta ocasión como una figura outsider, por el hecho de no haber estado vinculado al actual gobierno. Pero se trata de una candidatura que, desde 2009, incursiona por quinta vez en la contienda presidencial, mostrando un progresivo deterioro de su apoyo electoral inicial. En efecto, del 20,1% obtenido en 2009, en la que logra el tercer lugar, en la de 2021 recibe tan solo el 7,6%, ubicándose en el quinto.
Pese a contar con las ventajas descritas, la candidatura de Jara ha sacado a relucir varios síntomas de debilidad. Por ende, en la mayoría de las encuestas no se logra distanciar del apoyo que reciben los abanderados de la derecha, en especial José Antonio Kast. Buena parte de los sondeos dan cuenta de una suerte de empate técnico entre las candidaturas de Kast y Jara, con una leve ventaja de esta última en primera vuelta. Los mismos sondeos muestran, además, que Jara sería derrotada en el balotaje, tanto por Kast como por Evelyn Matthei. La ventaja que la abanderada del oficialismo podría llegar a tener en primera vuelta se debe a que la derecha se presenta dividida en tres candidaturas.
Jara carga con el peso de ser la candidata continuista de un gobierno que ha contado con un bajo respaldo ciudadano. En parte, porque el actual gobierno ha tenido serios problemas de gestión, que se han expresado en un mal manejo en los temas de seguridad, reactivación económica y disminución del desempleo. Tampoco ha logrado cumplir con las enormes expectativas que existían en el ámbito de la educación, ni mucho menos en el de la reconstrucción. Asimismo, no han sido pocas las denuncias de falta a la probidad, corrupción e intervencionismo electoral, dadas a conocer desde 2022 a la fecha. Cabe recordar que el actual gobierno asumió en marzo de 2022 con una ambiciosa agenda de reformas estructurales, supeditada al proyecto de nueva Constitución. Rechazado el proyecto de la Convención, el gobierno fue cambiando las prioridades hacia una agenda de reformas específicas. Luego de eso, se conformó con poder terminar su período, asumiendo una gestión claramente continuista, no solo respecto a los anteriores gobiernos de la exConcertación sino también con la segunda administración del expresidente Piñera.
Al igual que la candidatura de Boric, con anterioridad a la primera vuelta de noviembre de 2021, Jara le ha restado importancia a la elaboración y divulgación del programa. De hecho, postergó su entrega en reiteradas ocasiones, junto con desconocer, y luego volver a reafirmar, aquel programa presentado para las elecciones primarias. Por sobre contenidos programáticos, su campaña ha adoptado claros ribetes personalistas, centrada en su supuesta simpatía y emulación de la popularidad de la expresidenta Bachelet. Sus afirmaciones y declaraciones han suscitado toda clase de polémicas con representantes de la centroizquierda, así como con la dirigencia de izquierda --incluyendo al propio PC. Los esfuerzos por distanciarse del gobierno y del PC no han sido suficientes para que varios candidatos al Congreso Nacional eviten aparecer vinculado a su figura, al punto de ser fotografiados sin ella. Para aspirar a la máxima magistratura, escribía Quinto Tulio Cicerón, había que mostrar preocupación y escrúpulo, junto con el apoyo de los amigos y cercanos (Q. T. Cicerón: Commentariolum Petitionis [Manual de campaña electoral, Roma, año 63 A.C.]). De otra forma, era imposible pretender conquistar el apoyo ciudadano.
Por otra parte, al igual que Evelyn Matthei, Jara ha pretendido conquistar el centro político y a los sectores moderados a costa de ambigüedades e indecisiones, sin aludir a propuestas claras. Partir del supuesto que las posiciones moderadas y de centro son ambiguas es, por un lado, subestimar al electorado que se siente identificado y que defiende tales posturas. Por otro, significa también desconocer lo que significan los imaginarios de los electores y las representaciones políticas. Los partidos de centro que hoy acompañan a Jara son débiles y reducidos en apoyo ciudadano.
Por tanto, Jara ha demostrado no ser una buena candidata. Ha puesto en evidencia que carece de las habilidades básicas para poder debatir con sus adversarios. A su vez, ha demostrado no tener manejo sobre temas de enorme relevancia, tanto desde el punto de vista político y, con mayor razón, en aquellos que atañen al ámbito económico. Tampoco muestra mayores habilidades y conocimientos sobre los temas internacionales, junto con ocultar, a través de posturas ambiguas, lo que realmente piensa sobre la realidad de países que, en su momento, influyeron en la política latinoamericana como Cuba y Venezuela.
El hecho de ser la única candidata para el conjunto de la izquierda y la centroizquierda ha dejado a buena parte de los electores de este último sector sin alternativa. Si bien Jara se impuso en una elección primaria, superando con creces las expectativas iniciales, también es cierto que ese evento se llevó a cabo en un contexto de deterioro de la centroizquierda y en el peor momento de valoración hacia los partidos por parte de la ciudadanía. En vez de consensuar candidaturas, o dejar espacio para que los electores pudieran decidir entre diversas opciones convirtiendo la primera vuelta presidencial en una suerte de primaria abierta, como ha ocurrido en otras ocasiones, el oficialismo terminó limitando el margen de maniobra de los votantes de izquierda, centroizquierda y de centro.
Por cierto, son los síntomas de partidos debilitados, en su mayoría, unidos por la intención de mantenerse en el poder, en vez de apostar por llevar adelante un proyecto. De igual modo, son también los síntomas de lo que significa seguir amarrados a una fórmula presidencialista que se presta para personalismos, por sobre la fortaleza de las instituciones, los partidos y la voluntad mayoritaria de la ciudadanía. Finalmente, son también los síntomas de la degradación y la crisis institucional del Chile actual.
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