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ELECCIONES PRIMARIAS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Primarias del oficialismo: ¿El fin de una centroizquierda?

Con la victoria de la candidata comunista, el sitial y la capacidad de influencia del Partido Socialista en el espectro de la izquierda se empieza a reducir a una mínima expresión

Jeannette Jara, tras ganar las primarias presidenciales en Santiago, Chile.

Las recientes elecciones primarias dieron una amplia victoria a la candidata comunista Jeannette Jara, seguida por Carolina Tohá, que representaba al llamado Socialismo Democrático. Muy por debajo quedaron Gonzalo Winter, perteneciente al Frente Amplio (FA), y Jaime Mulet, de la Federación Regionalista Verde Social (FRVS). En términos generales, y considerando la baja participación alcanzada, las primarias evidenciaron un fuerte distanciamiento entre el oficialismo y la ciudadanía. Asimismo, Winter, representante del partido del presidente de la República, recibió un escuálido apoyo ciudadano, al obtener menos del 10% de las preferencias, ubicándose con ello en tercer lugar.

La jornada electoral estuvo marcada por la baja participación, en comparación con todas las que se habían efectuado, en años anteriores, de manera convencional. Más baja todavía si se tiene en cuenta que era la primera que lograba reunir a los partidos pertenecientes a dos bloques políticos, de izquierda y centroizquierda, que integran el actual oficialismo.

Jeannette Jara se impuso con holgura, al lograr el 60% de la votación. Desde hacía varias semanas que Jara venía mostrando una campaña efectista, que junto con realizar una descarnada crítica a Carolina Tohá, por su gestión como ministra, no titubeó en mostrar sus desacuerdos y distanciamientos con la línea oficial del Partido Comunista (PC). Pese a que la votación giró entre adherentes al actual gobierno, la estrategia mencionada permitió a Jara arrebatar parte del electorado del FA.

La campaña de Winter, digna de ser tratada en una sesión psicoanalítica, por su obsesiva fijación en la generación de los llamados 30 años, a ratos parecía reproducir el conflicto entre hijo y padre, manifestado tanto por el candidato como por quienes fueron sus asesores más cercanos. A su vez, la campaña del candidato del FA tuvo siempre una clara intencionalidad, la de dañar solo a una de las otras candidatas, dado que las críticas en su mayoría aludían a quienes acompañaban y respaldaban a la representante del Socialismo Democrático. Aparte de atraer al votante frenteamplista, Jara también lo hizo con una parte del electorado socialista, colectividad que no ha sido capaz de superar sus indefiniciones y conflictos (a esta altura) de tipo existencial. Con la victoria de la candidata comunista, el sitial y la capacidad de influencia del Partido Socialista (PS) en el espectro de la izquierda se empieza a reducir a una mínima expresión.

Con independencia de la cantidad de votantes, se decía que esta elección iba a ser más importante que la presidencial anunciada para el mes de noviembre. Lo ha sido por el hecho de que abre una nueva etapa en la que por primera vez desde el retorno de la democracia la centroizquierda se presenta sin una candidatura propia. Tal como ha venido ocurriendo desde 2021, quienes representaban al centro político se debilitan al grado de desaparecer, o bien poder competir en la primera vuelta de la contienda presidencial. Son las organizaciones de centro y de centroizquierda las que se han visto más afectadas por la fragmentación y crisis que ha afectado a la totalidad del sistema de partidos.

Las raíces de este debilitamiento son profundas. Obedecen, en parte, a la falta de propuesta programática de quienes han pretendido representar al centro y las repercusiones que tuvo la derrota electoral sufrida por la exConcertación en enero de 2010. Los partidos de esa coalición jamás se recuperaron de la derrota, viéndose obligados a depender del carisma -más que de liderazgo- de la expresidenta Bachelet. Fue la propia exmandataria la que hizo de la vista gorda en diferentes momentos, que afectaron a los partidos de la exConcertación, partiendo por la Democracia Cristiana (DC) y siguiendo hasta llegar a la reciente derrota sufrida por el Socialismo Democrático. En efecto, hizo la vista gorda con la irrupción de Marco Enríquez-Ominami (MEO) en 2009, sin apoyar de manera explícita al abanderado del entonces oficialismo; volvió a mirar para el lado en 2014 al admitir a dirigentes de Revolución Democrática (RD), en su segundo Gobierno; luego, en 2017 con la aparición del FA; en 2021 al darle la venia a la incursión de Paula Narváez, que no fue más que una maniobra para que el PS apoyara a Boric en primera vuelta; y, por último, al no manifestar su apoyo a la candidata del Socialismo Democrático, optando por un silencio sepulcral. Desde el Gobierno y desde Naciones Unidas, ¡o donde quiera que haya estado!, al final, las decisiones de Bachelet terminaron afectando a los partidos de la exConcertación.

No ha existido ninguna posibilidad de recuperar el sitial que tuvieron los partidos de centroizquierda, ni mucho menos fortalecer el centro político. Además, existe la creencia errónea de que el centro no requiere de propuestas claras y atractivas para el electorado. Creencia que se alimenta de otro tipo de supuestos, tales como el promover soluciones técnicas, por sobre las políticas, y peor aún recurrir a recursos que al final terminan siendo contraproducentes, como el de la antipolítica y el antipartidismo. De ahí que los resultados de las primarias demuestran que el gran legado de Boric sea en este momento la polarización, por el hecho de inducir al mismo tiempo a un fortalecimiento de las posiciones más extremas en la derecha.

La victoria de Jara abre una gran interrogante: ¿Se podrá imponer frente a las opciones que hoy se ofrecen desde la derecha? Jara fue efectista al punto de herir en el ala la candidatura de Tohá, al enrostrarle el mal manejo en materia de seguridad. No tuvo para ello remordimiento en utilizar uno de recursos más difundidos por la derecha, en su crítica al actual Gobierno. En ello jamás reconoció que su propio partido se opuso a varias iniciativas en temas de seguridad. Pero ese tipo de recursos no sirven al enfrentar a la propia derecha, ni tampoco el hecho de intentar descomunistizar la campaña, como lo hizo antes de la primaria, logrando con eso solo atraer a parte de los adherentes del FA.

Por cierto, lo anterior no significa que Jara no pueda ser una candidata competitiva. El peor error que comete la derecha es subestimarla y pensar que la elección presidencial se pudiera, por defecto, resolver a favor de una de las candidaturas de ese sector. El mero anticomunismo, por más visceral que se despliegue, puede ser un recurso limitado si es que no se acompaña de otro tipo de proposiciones. Jara es carismática, preparada y de origen popular, lo que le permite ir más allá de la propia izquierda. Supo, para las recientes elecciones, hacer efectiva la crítica al elitismo de otros sectores. Mientras el antielitismo de Jara era genuino, aludiendo a su propia biografía, el de Winter aparecía como una mera impostura. Por tanto, de persistir las indefiniciones, divisionismos, falta de coherencia y, especialmente en el caso de la candidatura de Matthei, el desorden total en la campaña, la propia derecha puede verse superada por el avance de la candidata oficialista. Personeros de ese sector como Pablo Zalaquett, ya le abrieron las puertas de su casa, así como representantes del empresariado, entre ellos Juan Sutil, la ungieron y apoyaron al plantear la reforma previsional.

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