Los 10 lugares favoritos de... Blanca Lewin: “Es un baño de realidad observar desde el teleférico cómo está Santiago de segregado”
La actriz, reconocida por sus interpretaciones en las películas ‘En la cama’ y ‘Ángel negro’, habla de su infancia en el barrio Bellavista y de su pasión por Ñuñoa: “Los ñuñoínos somos víctima permanente de ‘bullying’. Pero si existe esa caricatura es porque algo tenemos”


La Blondie. La primera vez en visitarla fue poco tiempo después de ser inaugurada, en 1993. Estaba en la escuela de teatro entonces, y había pocos lugares para carretear [salir de fiesta]. Seguí yendo, sobre todo cuando preparábamos la película Sangre Eterna porque estudiábamos algunas tribus urbanas. Me enseñaron a jugar juegos de roles, algo que nunca había jugado y se me pasaban las horas ahí, donde siempre es de noche. Recuerdo que la primera vez en mi vida que puse música como DJ fue en La Blondie, en 2002. Volví a poner música en 2022 para conmemorar los 20 años de la película. Y nunca he dejado de visitarla. Incluso hace unos días estuve para ver tocar a Pánico. ¿Y sabes por qué? Porque La Blondie es un lugar que nunca muere, donde tocan las canciones que me gusta bailar y cantar. Es un sitio sumamente democrático, transversal, donde se encuentran personas de todas las clases sociales. (Avenida Libertador Bernardo O’Higgins 2879, Santiago).
Parque Juan XXIII de Ñuñoa. Mi papá me llevaba de niña para patinar por sus terrazas. Yo iba rajada [muy rápido], saltando sobre las escaleras, y aunque solo estuvimos viviendo un año en Ñuñoa, tal vez entre 1982 y 1983, yo lo recuerdo como un momento lindo de mi infancia. Tanto lo fue que, de adulta, ya en 1998 y después de vivir en otras comunas, volví a Ñuñoa y nunca me iré de aquí. En la casa que vivo actualmente ya llevo 22 años. Sé que ahora los ñuñoínos somos víctima permanente de bullying. Pero si existe esa caricatura de nosotros es porque algo tenemos de ello. No me da vergüenza vivir en Ñuñoa; al contrario, estoy orgullosa. Tenemos muchas áreas verdes y parques valiosos, como el Juan XXIII, y boliches que resisten contra todo pronóstico. Conservamos ese ambiente de barrio y ese sentido de comunidad para algunas cosas. (Parque Juan XXIII, en Ñuñoa).

Museo del audio de Curacaví. Mi papá tenía una colección de vinilos muy grande. Yo no tengo tantos porque son muy caros. Pero sí me gusta escucharlos por la calidad del sonido y en el museo del audio puedes encontrar una pared llena de discos para escuchar. No solo hay vinilos, sino que también tocadiscos antiguos y algunos muy curiosos, como uno que en vez de tener el típico brazo con la aguja y la cápsula tiene una Combi. Todos los aparatos expuestos funcionan perfecto. Se pueden encontrar cajitas musicales antiguas y equipos de audio modernos. (Los Parronales, parcela 27, Curacaví).
Teleférico de Santiago. Subía cuando estaban los antiguos huevitos [cabinas del teleférico] y podía ver desde el Cerro San Cristóbal una ciudad con dos realidades distintas. Es un baño de realidad observar desde lo alto cómo está segregada Santiago. De un lado están las grandes calles y edificios lujosos, pero del otro solo casas a medio terminar. Es como ver dos países distintos. Incluso, casi todos los miradores están orientados hacia el sur. (Avenida El Cerro 750, Providencia).

Espacio Checoeslovaquia. Es como si el tiempo corriera de otro modo en ese lugar cuando se ensaya ahí. Está hecho con contenedores, adentro de un pasaje. Es un lugar que permite el desarrollo de las artes escénicas, donde se construye escenografía de distintos artistas, que pueden hacer residencia para investigar temas y preparar alguna obra. Yo suelo encontrarme con otros colegas y me entero de lo que están haciendo o qué proyectos están preparando. (Liszt 3319, San Joaquín).
Paseo Bulnes. Tiene una vista espectacular hacia el Palacio de La Moneda, donde se puede ver ondeando una gran bandera de Chile. Es como una postal de la Casa de Gobierno, que al verla no puedo dejar de pensar todo lo que pasó ahí, particularmente cuando se incendió en el golpe de Estado. Entonces, ver el Palacio de La Moneda es un recuerdo sobre la importancia de cuidar la democracia. (Avenida Presidente Bulnes de Santiago).
Baños Colina, en Cajón del Maipo. Me llevó una pareja que tuve hace años, luego me gustó tanto que llevé a unos familiares. El encanto está en que son unas termas dentro de las montañas. Y ahí hay un refugio alemán, donde me gustaba mucho pasar la noche para, aún a oscuras, levantarme, meterme en esas aguas calientes y ver el amanecer. La salida del sol es algo increíble desde ese lugar, donde todo está encajonado entre montañas y se demoran en aparecer los primeros rayos de luz. Pero cuando aparecen pintan las montañas grises hacia abajo, todas se bañan de color.
Teatro UC, sala Dittborn. Ha sido difícil elegir uno, porque me gustan muchos y por distintas razones. En los teatros siempre hay la expectativa de que algo importante sucederá. Son lugares donde puede pasar cualquier cosa. Nunca un teatro será el mismo al día siguiente, aunque tenga la misma función. Pero, en el caso del teatro de la UC, me gusta porque he hecho varias obras ahí, así que siempre es grato estar de vuelta. Recuerdo que una vez interpreté a la hija de Einstein y yo me pasaba un rollo por la cabeza respecto a la relación de ella con su padre. Eso inevitablemente me traía pensamientos: “Espera, ¿qué hizo mi papá en esta circunstancia?“. Y empiezas a vivirlo, te cambia la manera de mirar las cosas. Yo no busco hacer terapia en el escenario, pero inevitablemente es una experiencia que cambia la manera de pensar y de sentir. (Jorge Washington 26, Ñuñoa).

Pasaje Punta Arenas en Bellavista. Este lugar me ha inspirado tanto que este año publicaré un libro de cuentos, y uno de ellos se llama Punta Arenas 151. Ahí viví entre los nueve y 16 años con mi papá, madrastra, hermano y muchas mascotas. La época en que más callejeé fue en mi niñez, con una patota de amigos de todas las edades. Era raro, porque fueron unos años en que pasaban cosas horribles en las esquinas, donde la gente salía y la mataban. Cuando había cacerolazos en contra de la dictadura yo iba al patio de mi casa para tocar los balones de gas, porque sonaban más fuerte que las cacerolas. En la tele transmitían una serie, Lobo del aire, donde salía un helicóptero con luces y coincidió con un momento en que los Carabineros también empezaron a tener esos haces de luz. Yo pensaba que debía esconderme porque estaban buscando gente, sentíamos temor de que nos vieran protestando. También vivía ahí cuando se realizó el plebiscito del 5 de octubre de 1988, cuyos resultados me hicieron festejar encima de una caravana del No. (Punta Arenas 151, Providencia).
Pulpería Santa Elvira. Es un restaurante muy bonito y donde se come rico. Tiene un mural con florecitas, unas tacitas, una repisa. Es muy acogedor. La carta de comida cambia cada tres meses, según la temporada, porque preparan la comida con productos frescos. (Santa Elvira 475, Santiago).
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