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En colaboración conOEI
Relaciones bilaterales
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El Babel norteamericano

El Gobierno mexicano debe conciliar la animadversión unánime que inspira Trump en todos los estratos de México, con una política destinada a apaciguarlo y a ignorar sus insultos, sin que eso merme el sentido de soberanía

Migrantes en la frontera peatonal de Tijuana (México) y San Diego (California), en 2023.
Jorge Zepeda Patterson

La vecindad de México con Estados Unidos ha sido fuente de las mejores oportunidades y, a la vez, origen de humillaciones e infortunios. Avatares de una cercanía con el sueño americano o con el mayor mercado de consumo del mundo que bien podría constituir motivo de envidia para muchos otros países. Con el arribo de Donald Trump, sin embargo, se ha convertido potencialmente en una maldición. Es cierto que todas las naciones tienen motivos de preocupación por los embates del atrabancado republicano. Pero la vulnerabilidad de México es distinta: la visión política de la derecha estadounidense hace de nuestro país un asunto de seguridad nacional doméstica, con todos los riesgos que ello supone.

El enorme privilegio que supuso el Tratado de Libre Comercio que integró a Canadá, Estados Unidos y México en una misma región en los años ochenta, hoy puede ser una tragedia. La economía mexicana se convirtió en gran medida en un eslabón de la poderosa cadena norteamericana. Eso derivó en una dependencia, disfrazada de integración, que deja al país atado de pies y manos frente a las extorsiones de Trump. La electricidad depende del gas de Texas, los depósitos de gasolina alcanzan para una semana de consumo, sin el maíz del medio oeste se desploma la dieta del mexicano. Por no hablar del turismo, las remesas que alivian la miseria de los más necesitados, los millones de empleos que dependen de la maquila y del nearshoring, o la amenaza de las agencias de seguridad de intervenir militarmente en contra de los cárteles de la droga. Infinitas formas que hoy tiene Trump para incordiar a México. La acusación de voceros de su gobierno de que la presidenta Claudia Sheinbaum podría haber instigado las protestas violentas, que obligaron a enviar marines y Guardia Nacional a Los Ángeles, una acusación a todas luces falsa, revela los límites a los que puede llegar una amenaza de Washington.

El Gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum ha respondido al reto con llamados reiterados a mantener la cabeza fría. Una frase que resume la trayectoria de una científica con militancia progresista, reconvertida en una formidable CEO de la administración pública, un gobierno de izquierda con Excel. Sheinbaum entiende que frente a la tormenta de Trump no hay puertos de abrigo alternativos y que la única estrategia consiste en paliar una a una cada amenaza, evitar flancos vulnerables, no dar pretexto al buleador y ganar tiempo. La economía mexicana no puede desengancharse de la estadounidense a corto o mediano plazo, ni diversificar de la noche a la mañana el destino de sus exportaciones, 83% de las cuales cruzan la frontera norte. Y la recesión a la que el país parece encaminarse no lo hace más fácil. A diferencia de Europa, Brasil o Argentina, que pueden jugar con la alternativa de abrirse a China o a India, al menos como estrategia de negociación, México entiende que Estados Unidos lo percibiría como una agresión a su espacio vital por la vía trasera. En el pasado nuestro gobierno coqueteaba con el tercermundismo y la solidaridad con Cuba como una forma de negociar con Washington o, por lo menos, sacar pecho frente a la opinión pública. Los halcones de la Casa Blanca y la extrema dependencia de hoy no están para esos juegos.

El Gobierno ha lanzado el Plan México, que fincaría las bases para una paulatina disminución de la dependencia energética y alimenticia, pero eso tomará años antes de ofrecer resultados palpables. La mejor apuesta de Sheinbaum es resistir los tres años y medio que le restan a Trump, patear el bote hacia adelante con el mínimo de rasguños posibles. Una estrategia que en gran medida consiste en presentarse como el adulto en la mesa sin que el adolescente emocional poderoso y engreído lo advierta. Una postura de equilibrios o el difícil arte de mostrar dignidad sin indignarse. Sheinbaum ha desplegado una batería de acciones destinadas a apaciguar la belicosidad de Trump, sin que el proceso lastime el sensible orgullo de los mexicanos.

“Méndigos gringos, cuando nos quitaron la mitad del territorio se quedaron con la parte pavimentada, la que tiene parques, fábricas y autopistas” se dice que decía un paisano en su primera visita a California. Un chiste ingenuo que se contaba en la escuela y resume el contradictorio sentimiento de fascinación y rechazo que supone vivir en el llamado patio trasero del vecino más rico del planeta.

No es la única contradicción que produce nuestra geografía. Tratándose del mayor país hispanohablante, México constituye una de las cabezas, sino es que la principal, de Latinoamérica. Su población equivale a la suma de Colombia, Argentina y Perú, los tres que le siguen; y casi triplica la población de España. No solo forma parte de la comunidad latina; es en buena medida un referente cultural constitutivo de esa latinidad. Y, sin embargo, en buena medida el país vive de espaldas al mundo que se extiende detrás de su frontera sur. Un fiel reflejo del cono que dibuja México en el mapa: se abre en abanico hacia el norte, pero se estrecha en un embudo hacia abajo.

Así que los sentimientos bolivarianos o el sentido de pertenencia latinoamericana corren por vías anímicas que nunca aterrizan en la realidad. Las clases altas vacacionan en Estados Unidos y sus hijos estudian en sus universidades; las clases medias hacen lo imposible por imitar el american way of life; y los sectores humildes se someten al sufrido vía crucis de la emigración ilegal para construirse un futuro.

No es fácil conducir una política “Yanquis don´t go home” en un país que históricamente ha padecido la prepotencia del poderoso y, a la vez, experimentado la humillación de saber que lo necesita. El Gobierno mexicano debe conciliar la animadversión unánime que inspira Trump en todos los estratos de México, con una política destinada a apaciguarlo y a ignorar sus insultos y provocaciones, sin que eso merme el sentido de independencia, orgullo y soberanía.

Hasta ahora lo ha conseguido. Claudia Sheinbaum mantiene niveles de popularidad de 80%, Trump la ha elogiado en reiteradas ocasiones, lo cual no es poca cosa considerando el desparpajo con el que juzga a sus colegas y, lo más importante ha podido librar sin abolladuras lamentables los primeros seis meses del embate, pese a las muchas amenazas. Imposible saber cuánto tiempo más librará México un primer golpe decisivo a su economía o a su soberanía. Cada mes librado es un mes ganado. En algún momento pasará la tormenta, pero habrá dejado sobre la mesa la necesidad de revisar a fondo que país deseamos y podemos ser. Sujetos como estamos a las determinaciones geográficas de la enorme babelia norteamericana de la que formamos parte, a los rechazos pendulares por parte de sus élites a los que nos enfrentamos y a la necesidad de afirmarnos en nuestra propia singularidad.

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Sobre la firma

Jorge Zepeda Patterson
Escritor y analista político. Ha sido director del diario 'Siglo 21' y 'Público' en Guadalajara y de 'El Universal' en México. Fundador del digital Sinembargo.mx. Premio Moors Cabot por la Universidad de Columbia y premio Planeta por su novela. Autor de 14 libros, con traducciones a 20 idiomas
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