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Pensándolo bien
Columna
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Tomar nota: Trump no tiene límites

Si el presidente de Estados Unidos está dispuesto a lanzarse en contra de California o la Universidad de Harvard, es claro que en caso de necesidad o capricho no habrá límites respecto a México

Donald Trump en la Casa Blanca.
Jorge Zepeda Patterson

Habrá que concederle a Donald Trump la habilidad para encontrar una y otra vez nuevas e inesperadas formas de incordiar al mundo. Cuando la intensidad de los incendios generados por la imposición de tarifas parecía atenuar, se las ingenió para escalar sus pleitos con las universidades de élite, se confrontó con su más fuerte aliado, Elon Musk, e inició una guerra interna en su país desplazando a la Guardia Nacional a Los Ángeles, en contra de la voluntad del gobernador y la alcaldesa. Todo en el lapso de una semana.

Con mucho, lo más grave es el envío de tropas a California para enfrentar las protestas desatadas por las redadas en contra de ilegales. A los contingentes de la Guardia Nacional que ya tuvieron varios choques violentos con los manifestantes, se habrían sumado ahora 700 marines.

Y digo que lo de California es lo más grave, porque la utilización de tropas para imponer una agenda que, en el fondo, es racial, implica jugar con fuego. Por desgracia, un fuego en el que México puede salir afectado.

Las razones de Trump pueden ser varias, porque con esta decisión persigue distintos objetivos. El principal, sin ninguna duda, es el de apuntalar su alicaída popularidad. Deportar ilegales sigue siendo uno de los puntales con los que se ha construido el movimiento MAGA (Make America Great Again), que lo ha encumbrado en Washington. Apostar por el miedo y la indignación a la barbarie que viene del sur y a la necesidad de proteger a la población blanca es la bandera más rápida y eficaz para concitar el apoyo de su base.

Hace tres años publiqué una novela, El Dilema de Penélope (Planeta), que partía justamente de esa premisa: la satanización de la emigración latina en Estados Unidos es un atajo para acceder al poder. Un grupo cercano al candidato de la derecha, Dan Thompson, intenta reinstalarlo en la Casa Blanca (las iniciales del candidato no son casuales) mediante una operación clandestina: provocar atentados atribuibles a las bandas latinas y desatar una cuidadosa campaña mediática para impulsar un sentimiento generalizado en contra de la raza de bronce. El thriller se desarrolla entre la Casa Blanca y Los Ángeles, entre las maquinaciones del cuarto de guerra del expresidente, y el entorno de Penélope, una mujer que por circunstancias singulares tiene en las manos evidencia de que los atentados y las ejecuciones han sido sembrados por exagentes de la CIA.

Más allá de la dramatización por la que transcurre esa trama, llama la atención que los argumentos expuestos por Trump y su equipo y la estrategia de medios que han seguido son muy similares a los empleados por Thompson y lo suyos. Con esto no quiero decir que la novela haya anticipado algo, sino simplemente dar cuenta que parte de la misma realidad: el miedo a la otredad y el prejuicio racial son un recurso político infalible para las nuevas derechas; será explotado de formas cada vez más sofisticadas y tortuosas.

Lo estamos viendo en la supuesta descripción que hace Trump sobre los manifestantes (“son animales”) y el envío de tropas por la necesidad de “salvar de la destrucción” a la ciudad de Los Ángeles. Una visión absurda y catastrofista para justificar cualquier exceso. Se observa también en miembros de su equipo, como la secretaria de Seguridad Interior, que aprovecha la coyuntura para acusar a Claudia Sheinbaum de incitar las protestas. Y, si bien se trata de una acusación infundada, tomada de una declaración de tres semanas antes sobre la necesidad de hacer algo respecto al impuesto a las remesas, no tiene nada de inocente o equívoca: intenta preparar el terreno para justificar el endurecimiento en contra de México.

Y allí es donde tendríamos que tomar nota. Enviar marines para controlar a ciudadanos que se manifiestan en contra de las redadas es de una temeridad extrema, porque el riesgo de que eso desencadene escenarios incontrolables es obvio. Los soldados no están preparados para contener manifestantes, saben disparar, someter o eliminar. Y tampoco en esto Trump es ingenuo, lo cual revela la absoluta irresponsabilidad respecto a la consecuencia de acciones que adopta cuando él cree que le aportan utilidad inmediata.

Y eso espanta. Tendríamos que mover las mojoneras sobre los peores escenarios para México. Si está dispuesto a lanzarse en contra de California, su gobernador y su clase política; o arruinar a la Universidad de Harvard, sacrosanta institución de las élites, está claro que en caso de necesidad o capricho no habrá límites con respecto a nuestro país.

Para prevenirlo no hay una defensa estratégica a la mano. Y no porque las acciones de Trump carezcan de lógica, ganar, sino porque no sigue ninguna regla para conseguirlo. En tales condiciones es muy difícil para el Gobierno de Sheinbaum definir un plan adecuado. Primero, porque muchas variables escapan a su control, como la de evitar que aparezcan banderas mexicanas en las manifestaciones, por ejemplo, lo cual es munición para quienes quieran argumentar que la inestabilidad es provocada por un país extranjero. Segundo, porque tomarán cualquier pretexto, aunque sea inventado, como ya lo hizo Trump con el cuento de los gatos y perros convertidos en comida por los ilegales. Y tercero, porque la línea que sigue el presidente con respecto a México poco tiene que ver con las respuestas de Sheinbaum realmente, y mucho con las necesidades de política interna de la Casa Blanca y los vaivenes de su inquilino.

Frente a esto, solo cabe una actitud cautelosa y responsable que dificulte la justificación de una agresión adicional o que, al menos, eleve el costo político para Trump. Lo que pueda venir requerirá de la unidad interna, de seguir trabajando en todos los niveles de interlocución posibles con Estados Unidos y de asumir que los migrantes, la frontera y la nación mexicana han estado allí y seguirán estando después de Trump. Lo que hoy hemos aprendido es que no podemos ignorar escenarios que hasta hace unos días creíamos impensables, incluso en el caso de Trump.

@jorgezepedap

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Sobre la firma

Jorge Zepeda Patterson
Escritor y analista político. Ha sido director del diario 'Siglo 21' y 'Público' en Guadalajara y de 'El Universal' en México. Fundador del digital Sinembargo.mx. Premio Moors Cabot por la Universidad de Columbia y premio Planeta por su novela. Autor de 14 libros, con traducciones a 20 idiomas
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