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La vida en La Habana de Martiño Ramos, el profesor español condenado por abusar de una alumna

Desde que huyó de la justicia española y hasta su detención, Martiño Ramos Soto se presentaba en Cuba como un hombre de negocios haciendo turismo. Incursionó en los circuitos culturales, donde contactaba con jóvenes a través de la fotografía

Martín Soto en una captura de Instagram.

Martiño Ramos Soto, Martín Soto para los cubanos que lo han conocido en la isla, se ha movido como pez en el agua por La Habana desde que llegó a la capital cubana durante el verano pasado, prófugo de la justicia española, mientras era condenado a 13 años y seis meses de prisión por abusar sexualmente de una alumna de 12 años en Galicia. Allí vivió tranquilamente hasta que se hicieron públicos sus delitos y este lunes se ha comunicado su detención, efectuada por la Policía Nacional Revolucionaria (PNR).

De su situación legal y de sus comportamientos criminales, nada sabían quienes lo trataron en sus meses de “clandestinidad” en la capital del país caribeño, hasta que se destapó la noticia este fin de semana. Para todos era un ciudadano español más haciendo turismo por la ciudad, un hombre de negocios tomándose un break, siempre con su cámara a cuestas, paseándose por exposiciones, conversando con artistas y jóvenes modelos, entre tragos, sonrisas y música.

La comunidad artística cubana está en shock desde que se destapó la noticia. Las fotos de Martiño en eventos públicos y la sorpresa de quienes lo conocieron se suceden por los grupos de WhatsApp. A las pocas semanas de establecerse en una casa de alquiler en el Vedado Habanero, muy cerca de la céntrica avenida 23, el fugitivo comenzó a tejer una red de contactos con gente del arte en La Habana, a través de su presencia en eventos culturales, ya fueran institucionales u organizados de manera independiente en la ciudad. Se abrió un perfil de Instagram donde era Martín Soto, su nombre castellanizado, con su apellido materno. Desde allí, contactaba con jóvenes artistas y modelos, seguía cuentas de proyectos culturales, con los cuales compartía las imágenes que iba tomando con su cámara en dichos eventos. Trataba de hacerse imprescindible.

Así llegó el 31 de octubre al centro cultural Nodo Habana, en la intersección de las calles Malecón y Lealtad, para participar de un evento de poesía que tiene lugar los últimos viernes de cada mes. Es un espacio abierto al público y Martín se hizo notar, cámara en mano, porque aquel día era el único extranjero presente. Desde la institución cuentan que llegó, se ofreció para tomar las fotografías del encuentro poético, que luego enviaría por email y así quedarían como memoria gráfica de lo acontecido. Los que allí estaban recuerdan su trato cordial.

Comportamiento adolescente

Entre los asistentes estaba Iré Lázara Goitizolo Rodríguez, una joven artista plástica y poeta que fue fotografiada por Martiño. Recuerda que le resultó extraño verlo retratar y filmar durante tanto tiempo a las muchachas. Al otro día, en otro evento, volvieron a encontrarse. Él se acercó. Andaba con un par de chicas jóvenes que parecían modelos. “Su comportamiento era adolescente y me extrañó verlo, tan adulto, inmiscuido con tantas jóvenes. Incluso, me preguntó si iría a un listening party en El Vedado, del nuevo disco de Rosalía. Lucía muy preocupado por saber de los eventos que acontecían en La Habana”, relata la joven, quien comparte con EL PAÍS capturas de conversaciones de WhatsApp con Ramos Soto, donde hablaban de temas relacionados con el arte. “Él daba su contacto con tremenda disposición”, asegura.

Sin noticias de Martín Soto desde el viernes

Martín Soto tomaba fotografías y luego entraba en contacto con los retratados, ya fuera personalmente o vía Instagram, y les hacía llegar las imágenes a los jóvenes artistas. Así lo hizo durante sus cuatro meses de clandestinidad, entre eventos del arte contemporáneo cubano, como el evento Post-It, Noviembre Fotográfico, la exposición homenaje a Belkis Ayón, Mi alma y yo te queremos. Los testimonios recabados definen a Martín Soto como una persona muy sociable, que ofrecía pocos datos sobre su vida y se limitaba a contar que era un hombre de negocios, que tenía una consultoría en España, que se había tomado un tiempo para estar de vacaciones, pero no daba más detalles.

Martín Soto tenía varios planes durante esta semana con sus conocidos en La Habana, pero quienes trataban con él dejaron de tener noticias suyas el viernes en la mañana; también fueron hasta la casa donde residía, pero ya nadie respondía a la puerta. También dejó de contestar al teléfono. Una joven modelo que posó para él, se enteró de quién era realmente cuando le empezaron a dejar mensajes en una publicación en Instagram que compartían. Intentó comunicarse con él, pero el viernes ya no recibió respuesta.

Otra joven fotógrafa cubana que no ha querido ser identificada, se relacionó en varias ocasiones con Martín Soto, después de que este la contactara por esa red social. Ahora se siente consternada. “Era un tipo inteligente, con buena conversación y te choca cuando te enteras del monstruo que es. ¿Por qué quiso conocer a tanta gente? ¿Por qué realizó tantas fotos y se expuso tanto aquí?”.

Durante su estancia en Cuba, Martiño Ramos no ha parado de exponerse y de actuar con la más pasmosa impunidad. Una trabajadora de la Fototeca de Cuba, institución cultural oficialista que organiza el ciclo de actividades Noviembre Fotográfico, asegura haberlo visto prácticamente en todas las tertulias de la temporada. Fue gracias a la circulación de imágenes relacionadas con este evento que hubo certeza sobre el paradero del prófugo. “Este señor, debe aclararse, no participó en Noviembre Fotográfico como un artista. Solo se hacía pasar por fotógrafo y acudió como un espectador más. Se coló en nuestra comunidad”, aclara la especialista, quien trató brevemente a Ramos en torno al 6 de noviembre, durante una exposición.

A ella le resulta significativo el hecho de que Martiño desapareciera el viernes en la mañana, dos días antes de que se publicara por primera vez en los medios que estaba en La Habana, lo que le lleva a pensar que fue apercibido antes de que saliera la noticia. Tras horas de incertidumbre, en la tarde del lunes se conoció que Ramos Soto había sido detenido por las autoridades cubanas, aunque hasta la noche del lunes el Gobierno no se había pronunciado oficialmente sobre el caso.

“El estereotipo del extranjero mayor con la joven cubana”

Martiño Ramos caminaba por el malecón de La Habana, un día de septiembre de 2025, cuando se encontró con una joven de 23 años. “Me tomó unas fotos en ese lugar y empezamos a hablar. Me gustaron las fotografías, así que le di mi teléfono para que me las enviara. Parecía una buena persona y no tenía razón para sentir desconfianza en ese momento”, le dice la joven, que pide dar su testimonio anónimo, a EL PAÍS.

Desde de ese día, siguieron en contacto. “Parecía una persona bastante preparada, intelectual, empática, muy feminista, con una voz bastante dulce, aparentando ser inofensivo”, recuerda. Días después, se citaron en La Habana Vieja, para otra sesión fotográfica, y siguieron conversando, incluso salieron solos en otras ocasiones, como amigos. “Pensé que podía ser un buen tipo, porque es raro encontrar un hombre que domine tantos temas y sea empático. Ahora me doy cuenta de que solo utilizaba esa retórica para ligar”. Después de ese día hablaron a diario durante algunas semanas. Un día, Martiño la invitó a ella y a una amiga suya a una fiesta en su casa, donde se citaron varias personas. A la joven le pareció extraño que la mayoría eran mujeres jóvenes, entre 18 y 29 años. “Eso me resultó muy extraño, así que empecé a tomar distancia”.

En otra fiesta, tras el concierto de Silvio Rodríguez en la escalinata de la Universidad de La Habana el pasado 19 de septiembre, estaba un joven, que también habla con EL PAÍS en condición de anonimato. Cuenta que acudió a la tertulia junto a su novia y, durante la velada, Martín Soto, que había llegado acompañado de una de sus jovencísimas amigas, se les acercó para conversar. “De primeras, la pareja nos pareció el estereotipo del extranjero mayor con la muchacha joven cubana y no nos gustaba”. Al otro día, el desagrado se convirtió en extrañeza, relata el joven, al constatar que Martín había empezado a seguir en Instagram la cuenta de su novia, algo que no hizo con las cuentas de otros fotógrafos asistentes a la velada. “Luego coincidimos en otros eventos, pero era una persona en la que no me interesaba ahondar”, concluye y recuerda la proyección de Soto como la de una persona que quería mostrarse como un hombre deconstruido y a favor del movimiento feminista.

Este lunes, Andy Martínez se sorprendió cuando conoció la verdadera identidad de Martiño. Apenas había cruzado palabras con él, pero lo había visto hasta en cuatro ocasiones: la primera, en un concierto en La bombilla verde, un garito bastante concurrido de El Vedado, y la última, en una fiesta íntima en un bar llamado La azotea de la India. “Siempre andaba con la cámara arriba”, acota. Una vez detenido Martiño Ramos Soto, sobrevuela entre quienes lo conocieron en La Habana la sensación de quien ha sido estafado, burlado, agraviado. “Es una mezcla de asco y miedo”, confiesa una de las jóvenes que se relacionó con él. “Siento asco por haber compartido con una persona de esa índole y haberlo estimado, aunque fuera un poco. Y miedo, porque saber que nos engañó te hace sentir vulnerable. Me alegra saber que lo han arrestado”.

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