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El expresidente Bolsonaro, condenado por intento de golpe de Estado contra Lula en Brasil

El Tribunal Supremo alcanza mayoría para castigar por primera vez a unos militares de alto rango por una asonada

El exmandatario brasileño Jair Bolsonaro, este jueves en su residencia de Brasilia. Vídeo: EPV
Naiara Galarraga Gortázar

Brasil da un paso trascendental contra la impunidad. Por primera vez en la historia, un tribunal ha condenado por intento de golpe de Estado a un expresidente y a militares de alta graduación. El ultraderechista Jair Messias Bolsonaro, capitán retirado del Ejército, de 70 años, ha sido condenado en Brasilia por liderar una conspiración golpista para no entregar el poder a su rival, Luiz Inácio Lula da Silva, tras perder las elecciones en 2022. Este jueves la primera sala del Tribunal Supremo ha alcanzado la mayoría necesaria, tres de cinco votos, para declarar culpable a Bolsonaro de cinco delitos, incluidos los de intento de golpe de Estado, intento de abolición democrática del Estado de derecho y pertenencia a organización criminal. Varios generales han sido condenados también por el intento de asonada. Pese a la formidable presión de Donald Trump desde Estados Unidos, el juicio ha seguido su curso. La corte brasileña pretende decidir las penas este viernes.

En el juicio políticamente más relevante de Brasil en los últimos años, Bolsonaro también ha sido condenado por daños a bienes públicos y al patrimonio protegido. Ni él ni los otros siete acusados (tres generales, un almirante, un teniente coronel y dos civiles) han acudido a la sala. El anterior presidente (2019-2022), en prisión domiciliaria, lo ha seguido en familia desde su casa, también en Brasilia.

El voto decisivo ha sido el emitido este jueves por Carmen Lúcia Antunes Rocha, la única mujer de la alta corte. La jueza considera probado que “un grupo compuesto por figuras clave del Gobierno y liderado por Jair Bolsonaro llevó a cabo un plan progresivo de ataque a las instituciones democráticas con objetivo de perjudicar la alternancia de poder y minar a los demás poderes, en especial el poder judicial”. Tras recordar que Brasil recuperó la democracia hace 40 años, la magistrada ha destacado que “los hechos descritos no han sido, en esencia, negados” por los acusados. Tras ella, el juez Cristiano Zanin, que era abogado de Lula, ha comenzado a emitir su voto.

El juez instructor, Alexandre de Moraes, poderoso, controvertido y al que la trama quiso asesinar, votó el martes por condenar a Bolsonaro por todos los delitos porque, dijo, las pruebas muestran que expresidente reclutó, como parte de “un proyecto autoritario de poder”, a hombres de su máxima confianza para orquestar juntos un plan que le permitiera permanecer en el poder pese a la derrota electoral de 2022.

Esas acciones incluyeron descalificar el sistema electoral, amenazas al poder judicial, denunciar un fraude inexistente, planear el asesinato de las principales autoridades del Estado, elaborar un borrador para anular las elecciones e intentar reclutar a la cúpula de las Fuerzas Armadas para que se sumaran al complot. Y este jueves ha enfatizado que el 8 de enero de 2023 “no fue un paseo dominical, un paso por Disneylandia, ni un acto por combustión espontánea. Fue un intento de golpe por parte de una organización criminal”. Y ha emitido un clip del día que Bolsonaro llamó “canalla” al juez y dijo que desobedecería sus órdenes.

El miércoles el juez Luiz Fux emitió un durísimo voto discrepante a favor de absolver a Bolsonaro de todas las acusaciones por falta de pruebas y que además incluyó la petición de anular todo el proceso al considerar que el Supremo no es el tribunal competente.

Los movimientos golpistas culminaron el 8 de enero, una semana después de la toma de posesión de Lula. Una turba de bolsonaristas tomó el corazón del poder en Brasilia, incluido el Supremo, que ahora acoge el juicio a los golpistas, al estilo del asalto al Capitolio, en Washington. Bolsonaro estaba ese día muy lejos de Brasilia, en EEUU, hecho que su defensa esgrime para desvincularlo de la violencia desplegada. Más de 600 personas —la tropa de la asonada— han sido condenadas.

Estar inhabilitado para presentarse a los comicios hasta 2030 no le ha impedido a Bolsonaro ejercer de líder indiscutido de la oposición al Gobierno de Lula. Solo la prisión domiciliaria y la prohibición judicial de usar redes sociales han mermado su protagonismo en el último mes. Tras la condena, su hijo Flávio Bolsonaro, senador, ha tuiteado en X: “Los pilares de la democracia han sido violados para condenar a un inocente que osó no plegarse ante un dictador llamado Alexandre de Moraes”.

Su condena tendrá enormes efectos en la carrera para las presidenciales de 2026. Es muy probable que él decida quién es el candidato de la derecha que se mide con el presidente Lula, que pretende conquistar un cuarto mandato.

El riesgo de fuga y la violación de variadas medidas cautelares llevaron al juez Moraes a confinar a Bolsonaro, decomisarle el pasaporte y colocarle una tobillera electrónica en julio y retirarle su pasaporte en 2024. El brasileño sopesó pedir asilo en Argentina.

Los delitos imputados a Bolsonaro suman hasta 43 años de cárcel. Los jueces debatirán este viernes la pena concreta y cabe a Moraes decidir dónde cumplirá condena, si en su casa, como él quiere dados sus problemas de salud y su edad; si en una comisaría de Brasilia, en una celda especial de una cárcel de alta seguridad o en un cuartel.

El Supremo, invadido por una turba bolsonarista en 2023, ha reforzado la seguridad hasta tal punto que agentes armados han flanqueado al tribunal durante las deliberaciones. La retransmisión en directo lleva la expectación, el suspense, y el espectáculo a altas cotas, como les gusta a los brasileños. Esta es una de las cortes más transparentes del mundo.

Aunque envuelto en los ritos del Supremo -“con la venia, su excelencia”—, el público ha podido presenciar los debates técnicos entre los togados, pero también algunas cargas de profundidad -de Fox a Moraes y de vuelta—, guiños y algunos apuntes irónicos que han desatado risas. También se han emitido clips de los momentos más dramáticos de los actos golpistas.

Para el presidente Trump el proceso contra Bolsonaro no es más que una burda persecución política, una caza de brujas como la que él considera que sufrió en Estados Unidos. Y se ha empleado a fondo para neutralizar el juicio. Castigó a Brasil con aranceles y sancionó a varios jueces. En concreto, congeló los eventuales bienes de Moraes en EE UU y retiró los visados a todos los integrantes del Supremo menos a tres: los dos nombrados por el llamado Trump de los trópicos y el que votó por su absolución.

Es incierto si esta condena supone un punto final, o un punto y seguido, en la carrera política de Bolsonaro, el primer mandatario de extrema derecha que Brasil eligió en las urnas, en 2019. Acabar en la cárcel era una de sus pesadillas. En agosto de 2021, cuando empezó a urdir la trama para contestar las elecciones bajo falsas premisas de fraude para permanecer en el poder ilegalmente, Bolsonaro proclamó desde el palacio presidencial: “Saldré de aquí preso, muerto o con la victoria. Quiero decir a los canallas que nunca seré preso”. Lo cierto es que perdió los comicios —eso sí, por menos de dos puntos— y maniobró a fondo para impedir el traspaso de poder.

En estos tiempos tan aciagos para la democracia global, Brasil lanza un mensaje potente al resto del mundo con el veredicto: la justicia puede castigar a quienes socavan desde dentro el orden constitucional y las instituciones. No obstante, podría ser una victoria temporal.

Bolsonaro y sus fieles han pisado el acelerador para que el Congreso apruebe una amnistía que libre al expresidente y a otros condenados por golpismo y por los llamados actos democráticos del castigo penal. Varios de los aspirantes a heredar su puesto como líder de la derecha y candidato presidencial le han prometido el indulto.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).
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