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Bolsonaro, acorralado por la justicia brasileña y atado a Trump

El expresidente de Brasil desoye la orden judicial de no usar redes sociales y termina bajo arresto domiciliario

El expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro, participa en el encuentro anual de motociclistas Capital Moto Week este martes, en Brasilia.Foto: Andre Borges (EFE) | Vídeo: EPV
Federico Rivas Molina

Jair Messias Bolsonaro tiró tanto de la cuerda, que la cortó. El juez Alexandre de Morales, que investiga al expresidente de Brasil como presunto organizador de un fallido golpe de Estado, ordenó este lunes su arresto domiciliario por no hacer caso a las restricciones que le impusiera hace solo dos semanas. Bolsonaro no debía usar redes sociales, pero el domingo habló por videoconferencia a sus seguidores en Río de Janeiro y subió el material a Instagram. “La justicia no permitirá que un acusado la considere tonta, creyendo que permanecerá impune por tener poder político y económico”, dijo en el fallo Moraes, a estas alturas el enemigo número uno de la ultraderecha brasileña.

El encono contra el magistrado, la más cara visible del juicio contra Bolsonaro, alcanza incluso a la Casa Blanca. Donald Trump dijo que los aranceles del 50% que aplicó días atrás a Brasil eran un castigo a la “caza de brujas” que, según su lectura, padece su amigo Bolsonaro.

El domingo, miles de simpatizantes de Bolsonaro salieron a las calles para protestar contra el presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, y el juez Moraes. Ondeaban banderas de Estados Unidos y pancartas con la leyenda SOS Trump. Fue en ese contexto que Bolsonaro envió a la multitud un mensaje que uno de sus hijos, el senador Flávio Bolsonaro, difundió en redes sociales. “Actuando ilegalmente, el acusado Jair Bolsonaro se dirigió a los manifestantes reunidos en Copacabana, Río de Janeiro, produciendo intencional y conscientemente material prefabricado para que sus partidarios siguieran presionando al Tribunal Supremo y obstruyendo la justicia”, dijo Moraes, y ordenó la prisión domiciliaria inmediata.

Bolsonaro llevaba una tobillera electrónica desde el 18 de julio pasado, pero podía circular libremente. Cómo únicas restricciones, debía pasar las noches en su casa, no podía reunirse con diplomáticos extranjeros ni visitar embajadas y, sobre todo, abstenerse de cualquier publicación en redes sociales. Bolsonaro no dejó, sin embargo, de provocar al juez Moraes. Dijo que la tobillera que llevaba era “un símbolo de máxima humillación” hacia “una persona inocente, una cobardía contra un expresidente”. Ahora, no podrá salir a la calle y solo podrán visitarlo sus abogados. Flávio Bolsonaro fue el primero en reaccionar al arresto. La resolución de Moraes, dijo a la filial brasileña de CNN, “no tiene pies ni cabeza” y es “inmoral”.

El militar retirado está acusado de encabezar un intento de golpe de Estado para aferrarse al poder, tras perder las elecciones en 2022, e impedir que Lula gobernase. El plan contemplaba asesinar al ahora presidente, a su vicepresidente, Geraldo Alckmin, y al juez Moraes. La asonada no prosperó, según la acusación, por la negativa de la cúpula de las Fuerzas Armadas a sumarse. El complot golpista culminó, sin embargo, en el asalto a las sedes del poder ejecutivo, el legislativo y el judicial.

Bolsonaro en su domicilio en Brasilia, este lunes.

En marzo pasado, el diputado Eduardo Bolsonaro, otro de los hijos del expresidente, se instaló en Estados Unidos. Desde allí, presionó a la Casa Blanca para que sancione al juez Moraes aplicándole la Ley Magintsky, pensada para castigar a los violadores de derechos humanos. También celebró como un éxito casi personal los aranceles del 50%, los más altos del mundo, que Trump aplicó al Gobierno brasileño como castigo por el juicio contra su padre.

Guerra comercial

Donald Trump nunca ocultó que detrás del tarifazo contra Brasil había más de Bolsonaro que de cuestiones comerciales. A principios del mes pasado, aprovechó el cierre de la cumbre de los BRICS en Río de Janeiro y desde Truth, su red social, se metió sin anestesia en un asunto interno de Brasil. “Vigilaré muy de cerca la CAZA DE BRUJAS contra Bolsonaro, su familia, y sus miles de seguidores”, dijo. A Trump le gusta mirarse en el espejo de Bolsonaro, lamentando que no haya tenido tanta suerte como él en su intento por volver al poder. “Esto es nada más que una persecución de un líder político, algo que yo conozco bien”, dijo entonces.

Con las complicaciones judiciales de Bolsonaro, crecía la presión de Trump bajo la forma de aranceles extraordinarios. El tarifazo se consumó finalmente el 31 de julio, tras largas semanas de intentos fallidos de la diplomacia brasileña por abrir un diálogo con Washington. Lula denunciaba, mientras tanto, el “chantaje” de Estados Unidos contra la mayor economía de América Latina y le recordaba a Trump que en su país había división de poderes.

La guerra comercial le dio grandes réditos políticos a Lula, que ha sabido agitar con éxito el sentimiento nacionalista de los brasileños. El viernes pasado, tras un largo silencio, Trump dijo finalmente que estaba dispuesto a negociar una reducción de aranceles: “Puede llamarme cuando quiera. Vamos a ver qué pasa, yo amo al pueblo de Brasil”. “Siempre hemos estado abiertos al diálogo”, le respondió el brasileño. Esa conversación no se ha producido todavía, pero es de esperar que el arresto de Bolsonaro no será de ayuda.

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Sobre la firma

Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.
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