“Yo sabía a lo que iba”: víctimas de pederastia de la Iglesia en Costa Rica revelan su sufrimiento

EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.

En marzo de 2022, un tribunal de Costa Rica condenó al prominente sacerdote Mauricio Víquez a 20 años de cárcel por haber violado en 2003 a un niño pobre que recogía hojas del jardín parroquial a cambio del dinero para pagar el recibo de luz de su casa o para ir a un parque de diversiones con sus compañeros de escuela.

El niño se llamaba Josué y la semana pasada, a sus 31 años, tuvo fuerzas para sentarse en una sala de un festival de cine a mirar el estreno de El monaguillo, el cura y el jardinero, la película que recoge el relato crudo de cómo el cura abusó de él y otros menores de la comunidad Patarrá, al sur de San José. Un dinero a cambio de masajes en la casa cural, tocamientos, masturbaciones y manipulación. “Yo sabía a lo que iba”, cuenta el hombre en la producción sobre el día que el sacerdote consumó la violación durante 15 minutos en que el niño no paró de ver un reloj.

La película, dirigida por el costarricense Juan Manuel Fernández, se exhibió por primera vez el miércoles pasado en el Festival Internacional de Cine de Costa Rica, que en su decimotercera edición puso la mirada en producciones que intentan provocar cambios sociales. “Como este documental”, explicaba su directora, Patricia Velásquez, al final de la proyección, en medio de decenas de personas que querían ir a felicitar al cineasta y a sus protagonistas.

No es la primera vez que Josué, constructor y padre de dos niños, cuenta la historia. Lo ha hecho en la prensa y las veces necesarias en tribunales hasta lograr la condena de Mauricio Víquez. Fue parte de los hombres que en 2019 decidieron salir a denunciar públicamente al religioso y que en aquella la sala de juicio se abrazaron con él porque sentían que el triunfo era propio, aunque sus casos judiciales personales no avanzaron por prescripción.

Junto a Josué, el otro protagonista de la película es Anthony Venegas, que lideró las denuncias públicas contra el sacerdote, al punto de viajar a Panamá y México en 2019 para sumar apoyos para buscar a Víquez, quien se había escapado de Costa Rica tras conocer la posibilidad de ser procesado judicialmente. En el documental se ve a Anthony el 18 de agosto de ese año llorando por desahogo mientras volaba de una ciudad a otra, tras saber que la policía mexicana había detenido al sacerdote costarricense en la madrugada de ese domingo en Monterrey.

Anthony, que prefiere definirse como “sobreviviente” en lugar de “víctima”, también estuvo en la sala de cine rodeado de toda su familia. Su padre, Gilberth, dice que aún siente culpa por todas las veces que le ordenaba a su hijo acompañar al sacerdote porque creía que era el mejor camino. Anthony dice que perdona a su familia porque en realidad también fue víctima de la manipulación de Víquez desde una posición de poder religioso. Es lo que también dice el director, Juan Manuel, cuando habla del mensaje que intentó lanzar, más allá de que sí es posible a veces hallar espacios de justicia: “En realidad toda la sociedad es víctima cuando ocurren estas cosas en espacios que no brindan protección a los vulnerables”.

Apunta a la responsabilidad de la Iglesia como organización y a la manera como se ha protegido no a las víctimas, sino a los victimarios. Tiempo después de que la Iglesia Católica local emitió un comunicado en que pedía perdón a las víctimas de abusos sexuales y mientras Víquez empezaba a cumplir la condena en una prisión, un tribunal civil condenó al arzobispo de San José, Juan Rafael Quirós, por encubrimiento. Fue sentenciado a pagar unos 100.000 dólares a otra víctima, cuya denuncia penal contra Víquez ya había prescrito. Las autoridades eclesiásticas lograron arreglos con otros supervivientes y Quirós aún sigue en su cargo, pero el destape de los casos de abuso sexual en la Iglesia ya estaba hecho. En abril de 2024, otro sacerdote fue condenado por violar a un monaguillo en una parroquia al norte de San José.

“Pero ahora se ha visibilizado por la valentía de los denunciantes como Josué, Anthony y otros, y por el trabajo de la prensa. Esta película es parte del esfuerzo de visibilización y la idea es lograr acuerdos para una difusión amplia ahora que se ha vuelto a hablar del tema”, dijo Fernández en referencia a recientes declaraciones del nuevo papa León XIV de condena a los abusos sexuales y de agradecimiento a la prensa que los ha denunciado. A él quiere el cineasta costarricense hacerle llegar el documental para mostrarle cómo en Costa Rica se pudo hacer justicia, aunque parcial y tardía.