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En colaboración conCAF

Venezuela y Haití, los países más vulnerables ante el cambio climático y con menos recursos para responder

Ocho países de América Latina y el Caribe están en la “zona roja”, según un índice creado por Columbia y la Fundación Rockefeller

Port-au-Prince, Haiti
María Mónica Monsalve S.

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América Latina y el Caribe es la segunda región más vulnerable al cambio climático después de África. Esto, si no solo se tienen en cuenta aspectos como su ubicación geográfica y orografía, sino si también se le suman otros factores punzantes y determinantes, como su capacidad financiera y la destreza de sus Gobiernos. “Muchos de los países más amenazados por el cambio climático también están muy endeudados”, escribe en un blog Amy Campbell, estudiante del Centro Nacional de Preparación ante las Catástrofes de la Universidad de Columbia, una de las organizaciones que, junto al Centro de Política Energética Mundial de la misma institución y apoyados por la Fundación Rockefeller, crearon por primera vez un índice de 188 países en el mundo que une las tres variables. Al estar en deuda, continúa Campbell, “las agencias de calificación crediticia les rebajan repetidamente la calificación, lo que aumenta su coste de capital y pone la adaptación fuera de su alcance”.

En el caso de los países de la región, son ocho los que han entrado en lo que los expertos llaman la “zona de alto riesgo”, por estar entre el 30% más vulnerable. Los lideran negativamente Venezuela y Haití, seguidos por Belice, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras y Bolivia. En total, representan una población combinada de aproximadamente 105 millones de personas.

Para armar el índice, el equipo tuvo en cuenta insumos climáticos del Centro de Conocimiento sobre la Gestión del Riesgo de Desastres (DRMKC), variables de la inseguridad financiera del Banco Mundial, e indicadores de gobernanza de la misma entidad, así como del Fund for Peace. Los agregaron en una serie de capas y así generaron cuatro “subíndices”: uno pesimista —lo que pasará si no se toman acciones drásticas e inmediatas— y otro optimista. Cada uno de estos, además, se proyectó a un escenario en 2050 y 2080. La meta que se pusieron los países a través del Acuerdo de París es evitar que el aumento de la temperatura suba más de 2 °C en 2100 comparado con los niveles preindustriales, y hacer todos los esfuerzos posibles para que no supere los 1,5 °C.

“El objetivo de este índice”, recuerda Lyana Latorre, vicepresidenta de la Oficina Regional para América Latina y el Caribe de la Fundación Rockefeller, “es hacer un mejor diagnóstico para saber en dónde financiar las soluciones a la crisis climática de forma más eficiente, no solo desde un mejor retorno, sino con mayor impacto”.

El informe realizado por Columbia destaca que Guatemala, El Salvador y Honduras figuran reiterativamente como países vulnerables en los cuatro escenarios, y que solo 13 a lo largo de América Latina y el Caribe tienen un riesgo entre bajo y medio en el escenario optimista de 2050: Guyana, siendo el país número 22 con mejor puntaje, por encima de Chile (51), México (60) y Panamá (64). Otros países de Sudamérica, como Brasil (88), Colombia (100) y Argentina (117), están más cerca de la zona de riesgo medio en el ranking global bajo ese escenario entusiasta a mediano plazo.

Si se hace un zoom en los datos detrás de países como Venezuela y Haití, versus los de Chile —un país mejor ubicado en el índice— es más claro por qué los dos primeros tienen una vulnerabilidad tan alta. No es solo que tengan costas expuestas a la erosión costera y al aumento del nivel del mar, sino que son países saturados en deudas o sin acceso al mercado financiero. Mientras que el puntaje total que se les da a Venezuela y a Haití en vulnerabilidad financiera es de 100 y 78, respectivamente, el de Chile es de apenas 41 puntos. Si, en cambio, se pone la lupa únicamente sobre la evaluación de riesgos climáticos, a Venezuela se le da un puntaje de 67, a Haití de 70 y a Chile de 36.

Como escribe Campbell, el acceso a los recursos es crítico. “Puede que los países no sean los más pobres en términos de PIB, pero si no pueden acceder al capital necesario para la adaptación, permanecen atrapados en ciclos de catástrofe y recuperación”. Y es que, en palabras de Latorre, el índice, que han presentado durante la Conferencia de las Naciones Unidas para la Financiación al Desarrollo que se está celebrando en Sevilla, es también un cuestionamiento a cómo funciona el sistema financiero actual, quedándose corto para los desafíos de una crisis ambiental. “Hay un mercado saturado con el mecanismo de créditos que está llevando a los países al límite”, agrega, acercándose a una propuesta que deja firme Campbell: “La financiación [climática] debe basarse principalmente en subvenciones”.

Más que una idea, es un movimiento que viene haciendo eco en los países con ingresos bajos o medios, sobre todo en las pequeñas islas y los estados insulares. A pesar de no haber emitido ni un 1% de los gases de efecto invernadero que causan el cambio climático, sí reciben sus peores impactos: huracanes más intensos, aumento del nivel del mar y sequías extremas. Recuperarse ante esto no es fácil cuando sus países están endeudados. Y si no hay plata para ponerse en pie, mucho menos podrán tenerla para adaptarse a lo que viene.

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Sobre la firma

María Mónica Monsalve S.
Periodista de América Futura en Bogotá, Colombia. Antes trabajó en El Espectador. En 2020 fue ganadora del Premio Simón Bolívar por mejor reportaje. Máster en Cambio Climático, Desarrollo Sostenible y Políticas de la Universidad de Sussex (Reino Unido).
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