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Carmiña Villegas: “No quiero parecerme a la urbanidad de Carreño”

La referente digital de la etiqueta publica el libro ‘Qué diría Carmiña’, un manual para los apasionados de la mesa

Luis Carlos Pinzón

Carmiña Villegas señala que la gente se intimida al conocerla. La imagen que algunos tienen de ella ―más cercana a una institutriz que a una influencer del estilo― hace que los nervios invadan con frecuencia a los comensales que se sientan a su mesa. La realidad no puede ser más distinta. En lugar de empezar la conversación con la habitual expresión de su personaje digital, “apasionados de la mesa”, saluda con una sonrisa y ocupa el lugar que se había reservado para charlar con EL PAÍS en su tienda de uno de los barrios más exclusivos del norte de Bogotá. Con amabilidad, se asegura de que se sirva café y, rodeada de la prematura decoración navideña de noviembre, se confiesa con la autenticidad propia de quien ha sido sorprendido por la fama.

Villegas se ha convertido en una referencia indiscutible de la etiqueta en Colombia desde que publicó su primer video en redes sociales, en marzo de 2021. Hoy suma cerca de 650.000 seguidores en Instagram y más de cinco millones de Me gusta en TikTok, cifras que reflejan la influencia digital que ha construido en menos de cinco años. Pero su historia no comienza allí: esta bogotana marcó huella en el mundo empresarial cuando, a principios de los noventa, abrió la primera de las tiendas de artículos del hogar que transformaría en un sólido imperio comercial. A pesar de su apego a la tradición, Villegas se define como una persona en constante reinvención, capaz de adaptarse a cualquier contexto.

“No soy nada pretenciosa, es algo que me enseñaron en mi casa”, recuerda. Su infancia transcurrió en un hogar cálido ―“paisa por punta y punta”― marcado por la presencia de su padre, nacido en Manizales. Los fines de semana él llenaba la casa de música, por lo que Villegas creció rodeada de boleros, tangos y óperas. Además, recuerda, su padre hizo de la mesa un espacio de historias y de chistes, gracias a un gran sentido del humor.

Era tal la importancia de ese lugar en la casa, que su padre se ponía “muy bravo” cuándo no estaban todos, los padres y seis hijos, sentados al tiempo. “Yo siempre llegaba tarde”, admite Villegas entre risas, “porque me encantaba estar donde los vecinos”. Para esquivar el regaño, regresaba con alguna anécdota de la otra casa y su padre, al escucharla, se reía en lugar de regañarla.

Esta es la mesa para Carmiña Villegas: un lugar de los afectos que va más allá del simple proceso de alimentarse, esencial en la vida y en la formación de las personas. Con pesar, lamenta que ya no se utilice la mesa como en la época en la que creció, que ya no sea el escenario para hablar de lo que pasó durante el día, definir los planes con la familia, compartir con los amigos. “No me pregunten por qué, pero la conversación que se genera en torno a la mesa es mágica”, afirma.

—Y el vinito también es un facilitador. No sé si a ustedes les pasa, pero háganlo. Tengan la experiencia de sentar a la gente en una mesa, y compárenlo sentados en una sala. Van a ver la diferencia

Villegas es una apasionada de la mesa en el sentido más literal; la defiende con “alma de torero”, en palabras de su padre. “Vivimos en un mundo de mucha carrera, así que crear espacios para bajar ese nivel de presión es fundamental”, subraya. Aquí aparecen el tardeo ―o las onces― del viernes o del sábado, la costumbre perdida de ir a hacer visita, la invitación a los amigos para compartir unos vinos ―su favorito es el sauvignon blanc― o un buen asado, donde la comida se disfruta con la mano.

—Yo insisto: depende del contexto. Si usted está en un asado, ¿cómo se come la comida? Pues con la mano. ¿O usted va a llegar a un asado con cubiertos?

“No puedes tener comportamientos que no están acordes con la ocasión”, insiste Villegas, en una de las respuestas más frecuentes a los cientos de preguntas que recibe por medio de las redes sociales. Allí, es la autoridad de la etiqueta. No es casualidad que en más de un almuerzo familiar aparezca la frase que le da título a su primer libro: Qué diría Carmiña (Planeta, 183 páginas), publicado el pasado 4 de noviembre.

El libro nació como un manual que recogiera la interacción que ha mantenido con sus seguidores. “Está lleno de consejos y recomendaciones, sacados de mi larga experiencia, para que puedas desenvolverte con soltura, destreza y propiedad en este mundo de la mesa”, promete a sus lectores. En sus páginas abundan los consejos para organizar la mesa en un desayuno, un almuerzo, o brunch, así como los tips para desenvolverse en distintos eventos. Porque enseñar, insiste, es la razón que la motivó a incursionar a las redes sociales y la que, sin esperarlo, la convirtió en la maestra de varias generaciones.

—Hay adolescentes de 14 años que me dicen: “Tenemos una discusión, ¿cómo se debe comer la pizza?”. El conocimiento de la etiqueta ha despertado algo inesperado. Mi teoría es que las buenas costumbres hacen que la gente se sienta segura de sí misma.

La clave de su éxito han sido los videos. En ellos, la chispa de su ascendencia paisa se ha convertido en un atractivo intergeneracional.Yo no quiero parecerme a la urbanidad de Carreño ni mucho menos”, afirma. Villegas se ha hecho famosa con sus publicaciones sobre cómo comerse un tamal “sin que se desparrame toda la hoja” o cómo ingerir un sancocho sin que se “chispee” todo el caldo. “Le doy su estatus a la comida típica”, asegura. En el libro recuerda cómo, bajo la supervisión de su madre, en su casa los sábados siempre se almorzaba fríjoles, y los domingos, ajiaco.

Villegas no se ha quedado ahí. Ha expandido su contenido a otros ámbitos de la etiqueta ―como el comportamiento en el avión o en el transporte público―, para lo cual ha sumado esfuerzos con otros influenciadores. “Me encantan las colaboraciones, el hecho de poder compartir con otros es maravilloso”. Dentro de ellas, recuerda cómo se ha divertido al trabajar con Alejandro Escallón ―un reconocido influencer de alimentos― o su participación en Villa Arruga, un espectáculo teatral en el que resaltaron cómo se ha convertido en un ícono de la comunidad LGTBI+.

—Cuando me invitaron yo no sabía lo que me esperaba. Me divertí montones, así, a sangre fría. Claro que me ayudaron con un poquito de whisky.

“No soy consciente de tanto reconocimiento”, asegura, y se declara agradecida con la vida y con la notoriedad que le ha dejado su trabajo en redes sociales. Ha encontrado seguidores por todo el mundo: la han parado por una foto en el metro de París o el aeropuerto de Nueva York. “Todos esos encuentros me encantan, pero no me siento ni cinco llena de vanidad”.

En definitiva, Villegas no vive pendiente de la fama, sino de la mesa. Al terminar la entrevista, se prepara para recibir en su casa a doce amigas en un almuerzo de cumpleaños ―el número 69― aunque la mesa solo tenga espacio para ocho. “Espicharlas” será, en sus palabras, un gesto que desafía sus propias normas, porque lo esencial no son las reglas, sino la compañía y la confianza. Esa que construye los momentos en los que, dice, “nos damos permiso de no estar pendientes del reloj”.

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Sobre la firma

Luis Carlos Pinzón
Latinoamericano. Colaborador de EL PAÍS en Colombia. Antes estuvo en la sección de Internacional. Es abogado (Universidad del Rosario, Bogotá), máster en Derecho Constitucional (CEPC, Madrid), máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS) y sumiller profesional (Gato Dumas, Bogotá). Trabajó en la Corte Constitucional y el Senado de la República de Colombia.
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