Falta de ética: lo que une a derecha e izquierda
La inmoralidad y la falta de ética nos despedazan todos los días. Pero siempre desde la otra orilla dirán que ellos son perfectos. Aunque saben que mienten


Cuando aún faltaban tres días para la elección del nuevo magistrado de la Corte Constitucional, le dije en privado a un político de aquellos que veían a la candidata María Patricia Balanta como la encarnación del primer libro del Apocalipsis que, si era tal la certeza que tenían en la oposición de que ella iba a resultar elegida, con inteligencia seguro podrían contrarrestar el efecto padrinazgo del Gobierno de Petro votando masivamente por ella.
“Si el asunto es que ella luego termine favoreciendo a Petro con sus votos como magistrada en agradecimiento por ayudarla a elegir, pues basta con que ya no tenga nada que agradecer a Petro gracias a una elección diversa y multipartidista, así que voten por ella”, le dije al personaje. No solo habrían dado una muestra de amor por la democracia y respeto por la Constitución al demostrar que a la gente se le puede apoyar masivamente como un voto de confianza, sino que habrían terminado por disolver cualquier intención manipuladora desde el Gobierno.
El político de marras respondió que eso era imposible. Que ella al final le quedaría debiendo la elección a Petro y por eso era mejor votar por Carlos Camargo. Ante esa respuesta, preferí callar. ¿Cómo es que Balanta le iba a quedar debiendo al presidente una elección que no había sido definida por él? ¿Por qué Camargo resultaba una apuesta más segura?
Nunca entenderé por qué la oposición, que hoy se cree guardiana de la moral y las buenas maneras democráticas, no fue capaz de elegir a una persona que realmente ha dedicado su vida a estudiar la Constitución, como investigadora universitaria, y a aplicar el derecho, como juez, en lugar de un hombre que más que la Constitución lleva en el corazón ese mal que tanto daño le ha hecho a Colombia: la viveza y la falta de ética.
Si no, de qué otra forma se podría definir a una persona que desde hace un año pavimentó el camino para ser electo magistrado a través de contratos y nombramientos que favorecían a personas cercanas de quienes debían incluirlo en una terna (es decir los magistrados de la Corte Suprema) y lo mismo con familiares o recomendados de los senadores que tendrían que elegirlo de esa terna. ¿Es eso ingenio? ¿Es eso algo que puede calificarse como justo frente a sus contendores?
El caso de Camargo, ahora defensor de la Constitución, es como el caso de Juliana Guerrero, ahora viceministra de la Juventud. Ambos son una muestra de lo que no debe ser en Colombia, pero que termina siendo por capricho de los políticos que parecieran ser felices cada vez que demuestran al país entero que para ellos las reglas no son las mismas que para el resto de los colombianos.
Si no, de que otra forma se podría entender el título exprés en contaduría pública que la nominada viceministra olvidó registrar en su hoja de vida, pero que cuando se hizo requisito para llegar al cargo apareció como por arte de magia. Cómo entender que se graduó y recibió diploma sin haber hecho el examen de estado obligatorio. Cómo han de entender los jóvenes de Colombia, que ella representará, que para llegar a un cargo de ese nivel el camino hay que hacerlo de la mano de las falacias. Ambos Camargo y Guerrero son muestra del mal que nos seguirá destruyendo como país, gobierne la derecha o la izquierda. La inmoralidad y la falta de ética nos despedazan todos los días. Pero siempre desde la otra orilla dirán que ellos son perfectos. Aunque saben que mienten.
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