¿Precios o Productividad? El absurdo dilema del campesinado colombiano
Colombia posee una de las tres mayores fronteras agrícolas no aprovechadas en el planeta. El país debe enfocarse en asociaciones de campesinos en las regiones y con emprendedores para aprovechar ese potencial

Muchas empresas se encuentran en el dilema de preocuparse por el movimiento de los precios de sus productos, o por el contrario, centrarse en la productividad. En las economías avanzadas, o en períodos de estabilidad como el que siguió a la pandemia, el enfoque está en la productividad. Esta se logra mediante dos caminos: la innovación y la oferta de nuevos productos y servicios, así como la reorganización constante de los factores de producción y la adopción de nuevas tecnologías.
Desde que Colombia entró a la “normalidad” global de tasas bajas de inflación tras la recesión de 1998, hemos tenido, afortunadamente, solo dos sobresaltos inflacionarios significativos: los de 2015-2016 y 2022-2023. Cuando estos picos inflacionarios se presentan, los gerentes y trabajadores independientes deben cambiar su enfoque en la lucha diaria hacia mantener los márgenes de ganancia para sobrevivir. Esto implica que, con menores ingresos reales de los consumidores, deben enfrentar así mismo, caídas en los volúmenes de producción. Esa es la dura y realista coyuntura gerencial hasta que los precios retornen a la normalidad.
Mientras tanto, y esa es la desventura de la inflación, las empresas prácticamente no innovan; más bien, sobreviven. Además, la inflación es una variable exógena, es decir, no la podemos manejar; solo podemos esperar a ver qué sucede con ella.
Regresando a la productividad, que sí es una variable endógena y, por lo tanto, controlable, encontramos la paradoja de sectores que se resisten a comprenderla o a trabajar en ella. Este es un tema curioso, dado lo que ha dicho y demostrado el Nobel de Economía Paul Krugman, así como lo reafirma el gobierno actual: la única fuente real de crecimiento de los ingresos es la productividad.
Insistir en cuestiones inflacionarias es, por ende, regresar a una conversación de los años 70. Es proponer el debate de si el último iPhone es mejor que el teléfono negro de disco que los jóvenes de hoy ni siquiera reconocerían.
En el ámbito agrícola, sabemos que la productividad tiene un enorme futuro en Colombia, que posee una de las tres mayores fronteras agrícolas no aprovechadas en el planeta. El país debe enfocarse en asociaciones de campesinos en las regiones y con emprendedores, para aprovechar ese potencial que siempre hemos sabido que tenemos, gracias a nuestro clima, biodiversidad y capacidad empresarial.
Algunos gremios agrícolas son altamente responsables de insistir en que el debate es sobre precios y no sobre productividad. Este es el momento de determinar si mantienen a sus miembros en la disyuntiva de usar el teléfono negro de disco o pasarse al celular inteligente. Es decir, si continúan el debate en torno a mantener a sus afiliados en la estéril conversación sobre precios o si, por el contrario, los guían inteligentemente hacia la mejora de su calidad de vida, virando gerencial y culturalmente hacia la productividad.
Es especialmente importante señalar que las actuales ministras de Comercio y Agricultura, Diana Marcela Morales y Martha Carvajalino, han creído a miles de campesinos lecheros que han manifestado por escrito su deseo de no ‘seguir usando el teléfono negro’, y que quieren ensayar la productividad como guía para el ingreso neto, sabiendo que este debe crecer para compensar a largo plazo cualquier variación en los precios.
La sabiduría campesina les ha permitido elegir, como buenos agricultores que son, el lado correcto del acertijo: entre dejarse cocinar a fuego lento como la rana con las importaciones de leche en polvo de los TLCs, o aumentar su carga animal y producción por vaca con menores costos, han optado por lo segundo. Prefieren recibir asistencia técnica del gobierno y mejorar sus ingresos netos para poder sustituir las importaciones, en lugar de quedarse mirando cómo les sobra la leche, gracias a un elemento que ha hecho a 600.000 caficultores exitosos durante 100 años: la garantía de compra.
Allá esos gremios, la historia los juzgará…
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