El círculo vicioso que mantiene estancado al fútbol femenino en América Latina
El contraste de una Copa América femenina que ha pasado por debajo del radar con el éxito de la Eurocopa evidencia un crónico irrespeto de los organizadores hacia las futbolistas sudamericanas


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En un verano en el que primero el Mundial de Clubes inaugural y luego la Eurocopa femenina han captado la atención de muchos futboleros a ambos lados del Atlántico y más allá, es perdonable no haberse percatado de que en la capital de Ecuador se está celebrando también la Copa América femenina. El que debería ser el segundo torneo de confederaciones más importante del fútbol femenino ha pasado por debajo del radar por la falta de atención e inversión de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol). Es una situación estructural que perpetúa un círculo vicioso de menor interés, menos gasto, peores condiciones y, por lo tanto, calidad de juego más baja.
El contraste con la Eurocopa femenina difícilmente podría ser más marcado. En Ecuador, todos los partidos se juegan en uno de tres estadios habilitados, todos en Quito. Las entradas apenas salieron a la venta una semana antes del comienzo del torneo y prácticamente no ha habido promoción, por lo que las gradas han permanecido semidesiertas. En Suiza, anfitrión del torneo continental europeo, los ocho estadios sede han estado abarrotados. A falta solamente del partido final ya se había superado con creces el récord anterior de asistencia con 623.000 espectadores, y a las Fan Zones habilitadas habían llegado más de un millón de fanáticos.
El debut de España en la copa fue lo más visto en las televisiones del país y unos dos millones de personas han seguido a las superestrellas españolas como Aitana Bonmatí o Alexia Putellas cada vez que han salido al campo. En Inglaterra, la victoria 6-1 a Gales en la fase de grupos la vieron 4,5 millones de televidentes, más incluso que la final del Mundial de Clubes, que se jugaba ese mismo día y en la que salió victorioso el Chelsea, un club londinense.
La Copa América, en cambio, apenas se está transmitiendo en algunos servicios de pago y seguirla requiere de mucho esfuerzo por parte del interesado. Asumiendo culpas, este diario solo ha publicado un artículo de previa sobre el torneo.
En medio del verano, cuando los aficionados están a la caza de partidos para ver, y desde un punto de vista meramente económico, es lamentable que la Conmebol haya perdido la oportunidad de sumarse a la cresta de la ola del fútbol femenino, como sí ha hecho la UEFA. De acuerdo a un estudio de mediados de junio, el fútbol femenino entrará en el top cinco de deportes globales para 2030, con más de 800 millones de fanáticos. El informe, titulado De infravaloradas a imparables, destaca un aumento significativo del interés, la audiencia y la inversión comercial en el fútbol femenino, lo que sugiere un cambio importante en el panorama deportivo mundial. El potencial para crear ahora un círculo virtuoso de crecimiento está patente, pero en Sudamérica no termina de arrancar.
Entonces, lo más preocupante es por qué, incluso con los lucrativos incentivos que supondría un popular torneo internacional, la confederación de fútbol sudamericana muestra un grosero desdén por el deporte femenino. Tal vez, aventuramos aquí, la razón es un enquistado machismo rampante —que ha salido a relucir en la polémica de los videos del futbolista mexicano Chicharito Hernández— que se siente tan en casa en las canchas y gradas de fútbol del continente y que parece que también tiene un hogar en los despachos más altos del deporte.
Porque los problemas no se limitan a la falta de promoción. Durante el torneo, las quejas de las jugadoras han sido abundantes y son evidencia de un crónico irrespeto que reciben por parte de los organizadores, que también se vio el año pasado en la caótica edición de una Copa Libertadores femenina. Estas últimas semanas en Ecuador, además del uso de estadios de segunda categoría, el VAR no se ha habilitado para la fase de grupos y, tal vez lo más grave, inicialmente las futbolistas no tenían permitido calentar sobre el campo de juego.
El argumento de la Conmebol era que, como se juegan dos partidos diarios sobre la misma cancha, el desgaste del césped durante el calentamiento sería demasiado. Así que, para los primeros partidos, las jugadoras tuvieron que calentar en unos pequeños cuartos adjuntos a los vestuarios donde no cabía la plantilla entera. Las quejas de las jugadoras que se volvieron virales en redes sociales obligaron a los organizadores a recular, y a partir de la mitad del torneo ya pudieron prepararse para los partidos sobre la cancha.
Pero el daño ya está hecho. La Copa América Femenina 2025 ha sido un fracaso a pesar del esfuerzo y la seriedad de los equipos. Y las jugadoras sudamericanas —más allá del puñado más conocido que juega en equipos estadounidenses o europeos como Marta, Linda Caicedo o Mayra Ramírez, que solas son capaces de ilusionar a países enteros— siguen igual de lejos de poder ser profesionales en condiciones dignas y vivir del fútbol en sus propios países.
Si no se invierte, impulsa y toma en serio el fútbol femenino en las esferas más poderosas del deporte en el continente, abajo en las canchas no habrá mejoras tampoco. Las niñas crecerán con la evidencia de que no es posible dedicarse al deporte que aman, el nivel y la competitividad se mantendrán bajos, y el interés del público nunca despegará del todo.
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