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Dos estrellas pop juntas en el Museo del Prado: un paseo con Natalia Lafourcade por la exposición de la Virgen de Guadalupe

La artista mexicana, en plena gira con su disco ‘Cancionera’, se confiesa ‘guadalupana’ y repasa su relación con esta figura mariana

La cantante y compositora mexicana Natalia Lafourcade, en la exposición 'Tan lejos, tan cerca. Guadalupe de México en España', en el Museo del Prado, en Madrid.
Ana Marcos

Natalia Lafourcade (Ciudad de México, 41 años) se para frente a un cuadro de la Virgen de Guadalupe hecho con incrustaciones de nácar y con esa voz serena que se impregna en sus movimientos dice: “Qué belleza. No soy católica y quiero mucho a la Guadalupana, es algo que nos pasa a muchas personas. Tenemos nuestra fe, nuestra creencia en lo divino, en lo místico, en tener algo a lo que agarrarnos en el camino de la vida de una manera muy profunda y energética”. La pieza salió hace ya unas semanas del Monasterio de las Madres Capuchinas de Castellón de la Plana y forma parte de la exposición Tan lejos, tan cerca. Guadalupe de México en España del Museo del Prado, que esta mañana del 23 de julio EL PAÍS recorre con la artista, en vísperas de su concierto en Madrid este viernes.

La Virgen de Guadalupe y Lafourcade tienen en común que son dos iconos pop. En palabras de la artista: “Ella tiene su significado, su rol, es un arquetipo, o sea, es una fuerza femenina universal”. Esta aparición mariana reúne cada diciembre a más de 10 millones de fieles que peregrinan hasta las afueras de Ciudad de México, a Tepeyac, para venerarla. Su estampa se reproduce casi de manera mecánica desde el siglo XVII no solo en piezas consideradas estrictamente artísticas —en España, por ejemplo, hay más de un millar—, sino también sobre materiales menos nobles como camisetas, llaveros, cuadernos… La artista acaba de publicar Cancionera, su noveno álbum de estudio, ha realizado documentales, publicado libros (De todas las flores, Aguilar), ostenta el trono de la artista latina con más premios Grammy (22 en total, 18 latinos) y ha sido elegida entre las 50 Mejores Artistas Pop Latinas de Todos los Tiempos por Billboard, entre otros títulos.

Lafourcade observa una pieza hecha con nácar perteneciente al Monasterio de las Madres Capuchinas de Castellón de la Plana.

Las dos comparten casa desde hace unos años. Lafourcade tiene un altar para la Virgen. “Es la que la cuida, hay que ponerle velas, flores, se le habla, se le pide. Tiene mucho de esa idea de la milagrosa, ella es la que nos los cumple”, explica durante el recorrido. La imagen de Guadalupe llegó a su hogar casi a la vez que viró su carrera hacia la cultura de su país después de regresar a México en 2002 desde Canadá, donde en algún momento pensó que iba a quedarse para siempre.

Lafourcade toca solo con su guitarra en su nueva gira 'Cancionera'. En la imagen, durante el concierto inaugural del Festival La Mar de Músicas, en Cartagena.

“Yo era una niña cuando mi mamá se separó de mi padre. Cuando en la iglesia se enteraron, a mi mamá la corrieron. Le dijeron que no podía entrar por pecadora, así que mi mamá nos inclinó en otras formas de fe, de lo divino, de lo espiritual”, recuerda sobre su infancia. Años después, ya asentada de nuevo en México conectó con la Virgen de Guadalupe por muchas razones, pero recalca una: “Hice un viaje de trabajo con el que es ahora mi marido. Él ya regresaba a Venezuela, su país, y yo para ese momento ya estaba enamorada. Como no sabía si él lo estaba, compré dos imágenes de la Virgen en el puerto de Acapulco. De esa manera pensé que íbamos a estar conectados para siempre”. Y se cumplió.

Aquella Virgen que los unió, junto a otra de barro, está todavía en el altar de casa de Lafourcade. Dos versiones populares de esta figura que se le reveló a un campesino indígena, Juan Diego, y que sirven de ejemplo para entender que uno de los éxitos de la expansión y el culto a Guadalupe fue la capacidad para reproducirla. Muchos artistas mexicanos y españoles la copiaron en distintos tamaños y formatos que recoge la exposición del Prado.

En su repertorio hay también una canción ligada, de manera fortuita, o tal vez mística, a la Virgen de Guadalupe. En 2017 incluyó Mexicana hermosa en su trabajo Musas: Un homenaje al Folclore Latinoamericano en Manos de Los Macorinos.

—¿Por qué le dedicó una canción a la Virgen?

—En realidad, no estaba escrita para ella. Yo quería hacer un tributo al folclor latinoamericano e incluir una canción para México. Me reuní con Gustavo Guerrero, uno de los productores del disco, y poco a poco se fue trenzando una letra que debía ser un homenaje a las mujeres, a las indígenas del campo, a las madres que cuidan, trabajan, una devoción por la vida… Y en mitad de la composición nos dijimos: ‘Parece que la Guadalupana se está manifestando de alguna manera’.

Años después, la artista permite que la canción siga resignificándose de manera orgánica o mística, como le pasó durante su composición. Durante su reciente gira estadounidense fue su público, una gran mayoría de mexicanos, quienes terminaron de convertir el tema en un himno. “Solo llegar allí y vivir lo que está sucediendo con los migrantes ya es muy fuerte”, cuenta de su experiencia. “Llegamos a pensar que nadie vendría a los conciertos por el miedo a salir de casa, a que se los lleven. Ni siquiera nosotros [en referencia a ella y su equipo] teníamos garantías de que no nos agarraran y devolvieran”, continúa sobre la cruzada antimigrante de Donald Trump. “Cuando sonaba Mexicana hermosa, los versos No te pongas triste / solo mira el cielo. / Si la noche se cubre de estrellas / Ya nosotros pasamos el duelo. O cuando canté Mexicana hermosa / bandera latina, me di cuenta de que para ellos significaba en ese momento otra cosa, era una mezcla de angustia y valentía. Nunca me lo hubiera imaginado”.

La cantante frente al cuadro 'La Santa Faz', de Francisco de Zurbarán.

La artista está en plena gira por España. Esta noche toca en el Teatro Real de Madrid, con Cancionera, su alter ego de trovadora, con el que ha cumplido su intención de volver a los escenarios a cantar sola con su guitarra. “Mi deseo era compartir la intimidad que vivo con mis canciones en mi cuarto, mi universo personal, incluso mi imaginación, pero ahora ya no estoy sola”, explica señalando su tripa de cinco meses de embarazo. Otra cosa en común, Guadalupe es una de las pocas vírgenes encintas.

Este disco es también una manera de cerrar un círculo vital al cumplir 40 años. “¿Qué pasa en ese momento? Nos hacemos muchas preguntas, quiero tener claro de dónde vengo y qué pasa después. Por eso hay canciones dedicadas a mi madre [Maricarmen Silva, pianista y pedagoga musical, creadora de un método propio con el que la educó] y a mi padre [también músico]. Un homenaje literal hacia mi linaje”, cuenta sobre su trabajo una de las grandes figuras de la canción popular en castellano de este siglo.

Lafourcade, en un paseo por el Museo del Prado.

Al final del recorrido en forma de estrella, simulando la planta de la basílica mexicana que guarda a la Virgen de Guadalupe, Lafourcade explica que, de alguna manera, no siente en estas salas las barreras que, a veces, imponen los grandes museos entre las élites y las clases populares. “Esto es una celebración de la Guadalupana y no hay divisiones. El arte puede trascender a lo popular, a lo social, a lo de todos”, concluye sobre la capacidad de “la patrona de América” de cruzar fronteras.

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Sobre la firma

Ana Marcos
Redactora de Cultura. Forma parte del equipo de investigación de abusos en el cine. Ha sido corresponsal en Colombia y ha seguido los pasos de Unidas Podemos en la sección de Nacional, además de participar en la fundación de Verne. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de periodismo de EL PAÍS.
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