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El ascenso meteórico del ICE bajo Trump

Como ariete de la cruzada migratoria del republicano, el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas se ha vuelto mundialmente conocido y ha pasado a ser la agencia federal más prominente de Estados Unidos

Agentes de ICE detienen a dos hombres fuera de un Home Depot en Evanston, Illinois, el 17 de diciembre.

Hace un año, relativamente pocos afuera de las comunidades migrantes de Estados Unidos habrían reconocido de primeras las siglas del ICE. Ahora, tras más de 11 meses de una histórica cruzada antimigrante en la segunda presidencia de Donald Trump, el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas estadounidense se ha vuelto mundialmente conocido y ha pasado a ser una de las agencias federales más prominentes del país, con amplios poderes, una nueva y enorme campaña de reclutamiento y un presupuesto aprobado que eclipsa los de agencias históricamente emblemáticas como el FBI o la DEA.

El ICE es dependiente del Departamento de Seguridad Nacional y fue creado tras los ataques terroristas del 11-S de 2001 para llevar a cabo investigaciones criminales que involucran a ciudadanos extranjeros y aplicar las leyes migratorias del país. El personal del ICE no es quien guarda las fronteras o sella pasaportes en los aeropuertos, eso es labor de la Patrulla Fronteriza y Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos. Su trabajo es interno, y hasta hace poco consistía principalmente en investigar a personas sobre las cuales había sospechas de delitos y abogar por su detención o deportación en las cortes migratorias.

Desde que regresó Trump al poder, sin embargo, los agentes del ICE han sido desplegados en las calles para llevar a cabo redadas migratorias y detenciones basadas en perfilamiento racial para alimentar el número de arrestos de inmigrantes y expulsiones, que ahora los tribunales de migración hacen de manera expedita prácticamente siempre, sin necesidad de un juicio y vulnerando sistemáticamente el debido proceso. El DHS asegura que ha deportado a 605.000 personas desde la toma de posesión el 20 de enero, lo cual sería un récord. Esta campaña antimigrante y la intimidante presencia de los oficiales del ICE, muchas veces enmascarados, en las comunidades migrantes, en las cortes migratorias y en los medios de comunicación, han convertido a lo largo de este año a la agencia en parte ominosa del paisaje cotidiano estadounidense.

Una agresiva campaña de reclutamiento —que se ha reportado ha generado más de 150.000 solicitudes nuevas para una agencia que actualmente tiene cerca de 20.000 trabajadores, aunque se han dado pocos detalles más— y una controversial estrategia de comunicación han aumentado este efecto. Con anuncios en televisión, vallas publicitarias y publicaciones en redes sociales enfocadas en viralizarse, la agencia y la Casa Blanca han sido criticadas por su tendencia a burlarse y deshumanizar a los migrantes así como por usar material —música y personajes de la cultura popular— sin permiso de los creadores. Según reportes en medios nacionales, esto se ha hecho deliberadamente, esperando una reacción negativa que de aún más visibilidad a las publicaciones de la agencia.

En el verano, con la aprobación de la megaley fiscal del presidente Trump, conocida popularmente como la “gran y hermosa ley” (Big Beautiful Bill), el ICE recibió el mayor presupuesto para una agencia en la historia de Estados Unidos. Apenas semanas después de que sus redadas en Los Ángeles produjeran enfrentamientos entre manifestantes y la policía y, finalmente, el primer gran despliegue de la Guardia Nacional por parte de Trump a una ciudad gobernada por los demócratas para apagar lo que llamó muy exageradamente una insurrección —las protestas se limitaron a unas cuantas manzanas del centro de la ciudad—, se le dieron más de 100 mil millones de dólares al ICE para expandir sus operaciones.

El presupuesto otorgado corre hasta el 2029 y se divide en diferentes partes como contrataciones, construcción de centros de detención o expulsiones, por lo cual no hay una cifra única y clara, pues depende de qué se incluye en el cálculo. Sin embargo, en el periodo de cuatro años que abarca la legislación presupuestaria, el ICE dispondrá de más dinero que el FBI, la DEA, la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos, la Oficina de Prisiones y el Servicio de Alguaciles juntos. Para dimensionar la cantidad de dinero, el ICE ahora dispone de 45.000 millones de dólares para expandir su sistema de centros de detención hasta 2029; anteriormente su presupuesto anual era de 3.400 millones y la Oficina Federal de Prisiones, que administra todos los penitenciarios federales del país, cuenta con 8.500 millones cada año. El objetivo es que el ICE pueda tener más de 100.000 personas detenidas en un solo momento. La capacidad actual es de entre 60.000 y 70.000, dependiendo de la fuente.

A raíz de la dramática expansión y fortalecimiento de la agencia, la descripción del ICE como una nueva “policía secreta” ha proliferado entre los sectores más críticos de la Administración Trump. Y, aunque esta descripción puede ser aún exagerada, también hay argumentos sólidos para defenderla. Los críticos argumentan que el ICE opera generalmente con falta de transparencia y persigue a personas por motivos políticos. Estas críticas se derivan de prácticas específicas como agentes enmascarados y no identificados que conducen vehículos sin distintivos y se llevan a personas de las calles, en lo que se puede describir como secuestros.

Además, la ampliación de las capacidades de vigilancia del ICE —también incluida en su nuevo presupuesto y puesta en marcha rápidamente en los últimos meses con el uso de sofisticadas tecnologías de vigilancia, como la monitorización de las redes sociales, el rastreo de la ubicación y las herramientas de reconocimiento facial— ha suscitado el temor de que se dirija contra disidentes y manifestantes, como los activistas propalestinos que fueron detenidos en los primeros meses de la Administración Trump.

Además, se ha expresado preocupación por la falta de rendición de cuentas debido al anonimato de los agentes y a la reclasificación del ICE como “agencia de seguridad/sensible”, lo cual dificulta la obtención de información sobre su trabajo a través de solicitudes de registros públicos. Los funcionarios del ICE y el Departamento de Seguridad Nacional defienden estas prácticas, afirmando que las caras tapadas y el anonimato son necesarios para proteger a los agentes y sus familias del doxxing, el acoso y las amenazas de muerte; aunque hay pocas pruebas de que esto esté sucediendo en realidad.

Durante décadas, los agentes de migración estadounidenses, de la agencia que fueran, se conocían popularmente entre las comunidades latinas bajo el nombre nebuloso e inexacto de “la migra”. Ahora, aupado por el presidente y miles de millones de dólares, el ICE ha desbancado a “la migra” en el vocabulario y se ha vuelto tal vez el mayor símbolo del autoritarismo trumpista.

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Sobre la firma

Nicholas Dale Leal
Periodista colombo-británico en EL PAÍS América desde 2022. Máster de periodismo por la Escuela UAM-EL PAÍS, donde cubrió la información de Madrid y Deportes. Tras pasar por la Redacción de Colombia y formar parte del equipo que produce la versión en inglés, es editor y redactor fundador de EL PAÍS US, la edición del diario para Estados Unidos.
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