Los escasos abogados migratorios, contra las cuerdas en la era Trump: “La comunidad nos necesita. Si nos vamos, pierden la esperanza”
Ante la explosión de nuevos casos y una Administración mucho más agresiva, los menos de 20.000 letrados especializados están al borde del quiebre, pero siguen trabajando para defender a sus clientes


Wilfredo Allen tenía planeado retirarse inminentemente. Con cuatro décadas de trabajo como abogado migratorio en Miami sobre sus espaldas de 74 años, había llegado el momento. “Pero ahora siento que si me retiro, sería como rendirme. Como huir del campo de batalla. Y eso no va conmigo. Mis padres no me enseñaron a correr, me enseñaron a quedarme y pelear”, dice por teléfono. Explica también que, aunque hay más trabajo en medio de la cruzada del Gobierno de Donald Trump por aumentar a toda costa las deportaciones, eso no es lo más duro: lo peor es la frustración de que, aunque se haga todo bien, las reglas de juego han cambiado.
Los abogados migratorios en Estados Unidos llevan años viendo cómo el agua se les aproxima al cuello. A falta de estadísticas definitivas, en el país entero hay probablemente menos de 20.000 letrados especializados en temas de inmigración: los 16.000 afiliados a la asociación nacional oficial, que son casi todos, más los pocos que no. En un país en el que hay actualmente más de tres millones de casos migratorios abiertos, un número que aumenta día a día, ninguno da abasto. Si en 2019 un 65% de los migrantes tenía representación jurídica, para 2023 era el 30%. Ahora, cuando las detenciones de inmigrantes han llegado a niveles récord, esa cifra es seguramente aún más baja, aunque no hay datos oficiales al respecto.
En las cortes migratorias estadounidenses, a diferencia de las penales, el Gobierno no provee un abogado a quienes no pueden pagarlo, así que si la escasez ya significaba una oferta limitada, la explosión en la demanda está llevando el sistema a un punto de quiebre. Algunos abogados alertan de que pronto va a llegar el momento en que sean completamente sobrepasados y no haya quien defienda en las cortes los derechos de los inmigrantes. Ante este panorama descorazonador y de presión máxima, unos han tirado la toalla, pero la mayoría se mantiene de pie, como Allen, impulsados por la convicción de que para sus clientes son la última esperanza de seguir junto a sus familias, de vivir el sueño americano, de ser considerados sujetos con derechos.

Jonathan Shaw es otro a quien dar la batalla lo motiva. Jefe de un bufete de abogados con 10 letrados y 55 empleados en total, Shaw representa a migrantes en todo el país, aunque está basado en Utah. “Un amigo mío, que lleva una firma de tamaño similar, me llamó esta semana y me preguntó: ‘¿Alguna vez piensas en retirarte? ¿En vender tu firma?’. Y le dije que sí, que a veces se me cruza por la cabeza, pero que no podemos irnos. La comunidad nos necesita. Si nos ven irnos, es como perder la esperanza. Tenemos que estar aquí. Tenemos que estar firmes”.
Entiende que el estrés y la presión termine por vencer a algunos. Y como jefe debe balancear con cuidado la carga de trabajo de sus empleados, pero también lo ve como un filtro que solo pasarán los que están ahí por sus propios principios. “El caos descarta a ciertas personas, los que están aquí solo por el sueldo. Los que quedan son quienes son realmente apasionados”, dice. En estos meses ha visto a colegas y empleados dejar sus trabajos y pasar a ámbitos menos intensos, admite, pero ha visto contento y con esperanza cómo los huecos que dejan se han llenado rápidamente por quienes quieren poner de su parte para ayudar a los inmigrantes.
También ha tenido que empezar a rechazar clientes, aunque le pese en el corazón. “Nos estamos enfocando en los casos más críticos: peticiones de asilo en corte migratoria. Podemos hacer muchos otros casos, pero tenemos que concentrar nuestros recursos en donde más se necesitan”.
A pesar de todo, el mayor reto es adaptarse constantemente a los cambios que impone la Administración casi semana a semana. Un día es el parole humanitario que se acaba, al siguiente es el Estatus de Protección Temporal (TPS), y al siguiente empiezan a arrestar a los inmigrantes en las mismas cortes migratorias, algo que nunca había sucedido. “Tenemos que pivotar, repensar cómo vamos a proteger a nuestros clientes. Ahora hacemos todo lo posible por evitar que tengan que ir a la corte solos”, explica Shaw, que se ha vuelto experto en sortear las trampas que tiende el Gobierno.
Esas trampas también son el mayor motivo de frustración de Allen. “Nunca antes me habían detenido a un cliente en la puerta de inmigración. Jamás. Siempre había tenido buena suerte: incluso en los casos que perdía, entraba con mi cliente, salía con mi cliente, apelábamos, íbamos a corte… pero que me detuvieran a un cliente en la entrada, eso no me había pasado nunca. Y ahora tengo seis clientes detenidos. Dos de ellos están en el famoso centro de detención Alligator Alcatraz. Según el Gobierno, ese centro era para ‘lo peor de lo peor’, pero es mentira”, relata el abogado, y con rabia agrega que percibe la malicia en cada momento, desplegada para intimidar, para desgastar, para que terminen por aceptar irse del país de manera voluntaria.

El augurio de Allen para los próximos seis meses no es bueno. Dice que ve a los fiscales cada vez más intimidados también, sin discreción para decidir sobre los casos. “Es agotador. Uno de los abogados jóvenes del despacho tuvo cinco clientes detenidos en menos de diez días. Me dijo: ‘No puedo más. Esto me tiene deprimido. No puedo ver la cara de las personas cuando las detienen, me duele hablar con sus familias’. No es fácil, pero tengo que motivar al equipo. Esas derrotas, esas lágrimas, esas injusticias, tienen que servirnos para pelear con más fuerza”.
Mientras las derrotas golpean a los abogados, el miedo carcome a los inmigrantes. El teléfono en el despacho de Shaw no deja de sonar. Desde que llegó Trump no ha vuelto a tener que publicitar sus servicios, y aunque técnicamente eso es algo bueno para el negocio, a él le parece triste: son familias que serán separadas. “Nuestro trabajo es ayudar a inmigrantes. Nos adaptamos rápidamente y compartimos todo lo que aprendemos, especialmente en redes sociales, así hasta quienes no son nuestros clientes sabrán como protegerse”.
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