Ir al contenido
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La infinita crueldad del nuevo entretenimiento

Cuando empezaron a sospechar, Pormanove llevaba muerto 50 minutos, a tan solo hora y media de completar el reto de las 300 horas de directo sin pausa. La gente reía en el chat

Jean Pormanove influencer Raphael Graven
Jimina Sabadú

Cuando empezaron a sospechar, Pormanove llevaba muerto 50 minutos, a tan solo hora y media de completar el reto de las 300 horas de directo sin pausa. La gente reía en el chat. La primera comprobación de sus torturadores fue arrojarle una botella a la cabeza. No se movió. Una patada, unas bofetadas. Nada. Owen apagó el directo. Ahí fue cuando Francia entera descubrió los horrores de los que participaban medio millón de personas, la mayoría por debajo de la veintena. Una media de 30.000 espectadores en los directos, y ninguno llamó a la policía.

Trescientas horas de privación de sueño con cabezadas siempre interrumpidas de forma violenta. Trescientas horas de humillantes ocurrencias del tipo que ganaba 2.000 euros la hora (donaciones aparte), de los que entregaba a Pormanove 6.000 euros al mes. Raphael Graven, más conocido como Jean Pormanove, (discapacitado, desdentado, exalcohólico, dependiente de una paga estatal) anhelaba tener amigos, novia e hijos. El piso donde sucedía tenía el logo de la plataforma Kick. Este logo estaba asimismo en las camisetas de los streamers que acudían a torturar al difunto Pormanove, quien en una ocasión pasó cien horas encadenado a esa habitación.

¿Tenía Pormanove la posibilidad de marcharse? Sí y no. La perversa relación que establecieron sus carceleros no lo permitía tras seis años de “amistad”. Pocos días antes de morir, Pormanove escribió un mensaje a su madre. Ellos lo leyeron en el directo, se burlaron, y llamaron a la desesperada progenitora. Pormanove lloraba en directo, y eso incrementaba las vejaciones y la intensidad de los puñetazos, empujones, collejas, patadas.

Los vídeos (disponibles aún en TikTok, YouTube, y Kick) no eran diferentes de aquellas imágenes de Abu Ghraib que nos conmocionaron hace 20 años. No andan lejos del caso de Sylvia Likens. La diferencia es que en Abu Ghraib había una guerra, y en la casa de Likens no había cámaras. La sociedad occidental y del primer mundo permite cosas como esta. Sus miembros más jóvenes lo aplauden, lo premian.

No me andaré con rodeos: Kick es una plataforma perversa que alimenta estos abusos (de hecho, Pormanove era objeto de memes desde las propias redes de Kick). Si sus hijos tienen Kick, sospeche. Como mínimo, están empujándoles a la ludopatía. Nunca estos personajes (Owen, Safine o nuestros Zona Gemelos) harán el reto de limpiar el monte o reconstruir negocios afectados por los incendios. De estas nuevas formas de entretenimiento solo salen ignorancia e infinita crueldad.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jimina Sabadú
Columnista en la sección de Televisión. Ha colaborado en 'El Mundo', 'Letras Libres', 'El Confidencial', en programas radiofónicos y ha sido guionista de ficción y entretenimiento. Licenciada en Comunicación Audiovisual, ha ganado los premios Lengua de Trapo y Ateneo de Novela Joven de Sevilla. Su último libro es 'La conquista de Tinder'.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_